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Muchos congresistas cuestionan la capacidad de Restrepo de rearmar a La U y convertirlo en un partido moderno

POLÍTICA

Cojeando

La reciente asamblea del partido de La U demostró que la falta de liderazgo y las formas tradicionales de hacer política pesan más que las intenciones de renovación.

4 de abril de 2009

Hace una semana, el senador Carlos Ferro afirmó que el partido de La U estaba entrando en "una nueva etapa". Según él, el sábado siguiente, día en que se encontraron 2.000 delegados, 53 congresistas, 58 diputados, siete gobernadores, 1.348 concejales y 118 alcaldes uribistas, quedarían demostradas las condiciones de La U para ser una colectividad moderna y representativa. "La convención tendrá un ambiente democrático sin precedentes y en ella se busca consolidar al partido como la primera fuerza política del país", dijo.

Pero el entusiasmo de Ferro se debió a que pensó con el deseo mientras estuvo al frente como presidente del partido de La U. Al final del día, la asamblea no terminó siendo tan democrática y evidenció la falta de liderazgos en un partido en el que la U de uribismo, no necesariamente es la misma U de unión.

Varios son los factores que conspiran contra la cohesión del partido. En primer lugar, y de puertas para adentro, buena parte de los delegados y la mayoría de los congresistas no creen que su nuevo presidente, el ex comisionado de paz Luis Carlos Restrepo, sea la persona indicada para jalonar el éxito electoral de La U en las elecciones legislativas de 2010. Esto se debe a que para que alguien logre el reconocimiento de los políticos, tiene que tener votos o demostrar que puede conseguirlos y, según sus críticos, él no cumple ninguna de estas dos condiciones. No en vano, cuando leyó el discurso de cierre de la asamblea, reinó la indisciplina.

Lo otro que les disgusta a algunos miembros de la bancada de La U, es la sonada posibilidad de que Restrepo encabece la lista del partido al Senado. Por eso, en la mitad de la asamblea y recogiendo el malestar de varios de sus colegas, el senador Jairo Clopatofsky pidió que en los estatutos del partido se hicieran explícitas las limitaciones del presidente de la colectividad para aspirar a cargos de elección popular. La proposición no fue discutida y, pronto, se pasó al siguiente punto del orden del día: la escogencia de la dirección alterna, proceso que también fue criticado por algunos delegados que rechazaron que no se hubiera dado una votación en la que utilizaran los carnés electrónicos que se les habían entregado.

En la nueva dirección están los senadores José Name, Piedad Zuccardi, y Ricardo Arias; los representantes Germán Hoyos, Luis Carlos Retrepo y Rusbel Rodríguez; el diputado del Meta Juan F. Carreño y el concejal de Bogotá Andrés Camacho. Ellos acompañarán a Luis Carlos Restrepo en la tarea de "formar unas listas excepcionales al Congreso", la cual será difícil de lograr mientras caciques cuestionados por sus formas tradicionales de hacer política, sigan siendo los mayores electores del partido. Senadores de muchos quilates pero que no son precisamente los símbolos de la renovación política como Zulema Jattin, Dilian Francisca Toro, Luis Elmer Arenas, José David Name y Aurelio Iragorri, tienen en sus caudales electorales el argumento suficiente para no ceder sus puestos en las listas al Congreso a nuevas figuras. Es más, cada uno de estos congresistas sabe el valor electoral que representan dentro del partido ya que, sin ellos, difícilmente La U cumplirá su propósito de obtener el mayor número de curules en el Congreso. Más aún cuando algunas figuras de opinión de alta votación, como Gina Parody y Marta Lucia Ramírez, se han retirado del partido.

Los grandes caciques de La U saben, además, que hay otro elemento que les permite tener sus puestos asegurados en las listas del partido: no tendrán que competir internamente con candidatos de otros grupos uribistas más pequeños, como Convergencia Ciudadana, Colombia Democrática y Alas-Equipo Colombia. Y todo porque los líderes de estas organizaciones no quieren adherir a La U para no perder los millonarios recursos que, por tener personería jurídica, les otorga cada año el Estado. "Eso hace prácticamente imposible que nos sumemos a La U, que tendrá que seguir compitiendo con la gente que tiene", dice el senador Samuel Arrieta, de Convergencia.

Pero si la asamblea de La U no logró su objetivo de presentar un partido unido, tampoco fue un espacio de discusión programática. El respaldo al referendo y a la gestión del presidencial no dejan de ser aspectos coyunturales que centran las dinámicas del partido en discusiones de mecánica electoral. Y si bien La U es una de las pocas colectividades que no se ha dividido por cuenta de la eventual reelección, el encuentro del 28 de marzo dejó en claro que la 'casa del Presidente' tiene dos graves problemas que un partido pueda tener: las dificultades para lograr el recambio de sus líderes y la ausencia de propuestas que le permitan pensarse en el largo plazo.