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| Foto: Juan Carlos Reina

RELACIONES INTERNACIONALES

Un mundo de riesgos en el 2017

La situación internacional se caracteriza por la incertidumbre y los cambios inesperados, pero Colombia debe encontrar oportunidades para hacerle frente.

29 de enero de 2017

El escenario internacio-nal, en 2017, es problemático para Colombia y la puede afectar en muchos campos. Así lo definieron varios de los participantes del foro ‘¿Para dónde va el país?’ Según Paul Rathbone, editor para América Latina del Finantial Times, “hay incertidumbre”. Y para la ministra de Comercio, Industria y Turismo, María Claudia Lacouture, hay un “sismo”, se están moviendo las placas teutónicas”.

La mayor fuente de cambio surge de la ambigüedad de los mensajes del nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sobre la orientación que finalmente tendrá su gobierno y sobre sus consecuencias sobre América Latina. Aunque aún es muy pronto para anticipar lo que vendrá, algunos de sus planteamientos generales podrían afectar la normalidad de las relaciones con la región y, de rebote, con el país. En particular, su escepticismo sobre los mecanismos de cooperación internacional, su explícita tendencia proteccionista y contraria al libre comercio, y la defensa de intereses nacionales –y nacionalistas- antes que la búsqueda de la cooperación internacional.

Lo cierto es que Donald Trump es el presidente y Colombia, uno de los países del continente con una agenda bilateral más rica, tendrá que trabajar con la nueva administración. El embajador en Washington, Juan Carlos Pinzón, y la ministra de Comercio, María Claudia Lacouture, cada uno a su manera, consideran que el nuevo panorama no es tan distinto al de los últimos años. “Y si hay algún grado de incertidumbre, pues hay que administrarla”, dice el embajador ante la Casa Blanca. Pinzón resalta el enfoque bipartidista, entre republicanos y demócratas, de la política de Washington hacia Colombia, y considera que tanto en el discurso de posesión de Trump, como en las declaraciones que entregó por escrito el secretario de Estado, Rex Tillerson, en la audiencia de confirmación de su nominación al cargo en el Capitolio, hay frases constructivas en lo que se refiere a la actitud de trabajo conjunto.

Por su parte, la ministra Lacouture considera que la renegociación de acuerdos comerciales –anunciada por Trump- es frecuente en las relaciones internacionales en ese campo. Incluso, piensa que si se concretan las promesas de campaña del actual presidente, los países que pueden resultar más afectados serían China y México. Colombia, por el contrario, encontraría una oportunidad de mercado al aprovechar los espacios que dejen esos grandes jugadores externos en la economía norteamericana. Ese hecho se corrobora por el saldo comercial negativo que tiene Estados Unidos en sus balances con China y México mientras que, con Colombia –con un peso mucho menor- el resultado en los dos últimos años ha sido positivo. Según la ministra “tenemos que ser proactivos, y no reactivos”.

La gran pregunta es qué tipo de gobierno hará el presidente Donald Trump. Los panelistas están de acuerdo en que todavía es muy pronto para intentar conclusiones definitivas, porque su administración apenas lleva unos pocos días y la mayoría de los funcionarios está en proceso de posesionarse en sus cargos. Frente a Colombia –y aún hacia América Latina– es poco probable que haya decisiones inmediatas. Ni en los discursos de campaña, ni en las escasas alusiones al tema internacional en el discurso de posesión, hubo planteamientos desarrollados hacia la región. Y el silencio ha sido interpretado como que estos asuntos quedarán relegados a una prioridad secundaria. La excepción, por supuesto, es México, país que ha estado en la mira del nuevo presidente por tres motivos: 1. La promesa de renegociar el TLC; 2. La idea de construir un muro en la frontera terrestre; y 3. La posible adopción de medidas contra la migración ilegal en Estados Unidos, que en un porcentaje significativo es mexicana. El miércoles pasado el presidente Trump ya firmó un decreto –orden ejecutiva, según la jerga washingtoniana- que da instrucciones claras para que se inicie la construcción de la controvertida pared fronteriza.

En cualquier caso, el panorama de la política internacional es incierto, y no solo en lo que se refiere a Estados Unidos. El momento ha sido definido por los analistas y académicos como “desorden internacional”. ¿Cómo definirlo? Es, básicamente, una falta de reglas de juego para asegurar el trabajo conjunto y para controlar –o detener- comportamientos individuales que pueden poner en peligro a la comunidad mundial: el presidente ruso, Vladimir Putin, se apropia de Crimea; la violencia se desborda en la Siria de Bashar al Asad; Corea del Norte, bajo el mando de Kim Jong-un desafía con pruebas nucleares; el terrorismo golpea a las capitales europeas; China avanza para fortalecer sus posiciones en el disputado mar del sur de la China. Las instituciones internacionales han perdido eficacia para enfrentar estas amenazas, y la sospecha de que los Estados Unidos, bajo Trump, podrían aislarse y adoptar una agenda individual y proteccionista, se asocia además con ausencia de liderazgo.

En un escenario global tan complejo, América Latina está abocada al peligro de su marginalización e irrelevancia. Más aun cuando ha retrocedido en su desempeño económico –su PIB se contrajo 0,9 por ciento en 2016- y cuando sus mecanismos de cooperación se han debilitado. La región está dividida y no existen consensos, ni siquiera, frente a lo que es la democracia o los derechos humanos.

Sobre el futuro de Trump, frente a estas realidades, Paul Rathbone ve tres escenarios posibles: 1. Que adopte la posición de un CEO del sector privado y actúe, fundamentalmente, como un ejecutivo con mentalidad de hombre de negocios; 2. Que consolide su imagen de ‘coco’: un genio de las comunicaciones que consolida el apoyo a idea contrarias a la democracia liberal; y 3. Un presidente resbaloso, ambiguo, que logra seguir esquivando prácticas tradicionales como la publicación de la declaración de renta.

El panorama es, en síntesis, complejo. Varios de los participantes en el foro, sin embargo, señalaron que Colombia tiene algunos elementos para hacerle frente. Sobre todo el embajador Pinzón y la ministra Lacouture subrayaron estos elementos. Y entre ellos mencionaron la naturaleza de la “relación especial” con Estados Unidos, que ha permitido una alianza de mutua conveniencia, que las dos bancadas apoyan en el Congreso de ese país y que tiene en la capital estadounidense un significado estratégico en virtud del desorden que caracteriza el momento actual de América Latina. Ante la posibilidad de que la situación de Venezuela se deteriore aún más, así como las crisis políticas de los dos países más grandes –Brasil y México- Colombia es un aliado natural de Washington.

La otra carta colombiana, que varios de los participantes mencionaron, es la Alianza Pacífico. En este grupo de cuatro países –México, Perú y Chile, además de Colombia- hay un potencial de cooperación y acción conjunta que no genera inquietudes en Washington y que, por el contrario, goza de buena imagen.

Las luces de alerta amarilla aparecen en dos puntos. El primero, el de las drogas. El crecimiento de cultivos ilícitos haría vulnerable a Colombia en la eventualidad de que la administración Trump –y el Congreso de mayorías republicanas- le pongan más atención al tema. Y en segundo lugar, el proceso de paz: el secretario de Estado Tillerson, en la audiencia de su nombramiento, señaló con claridad que la nueva administración revisará el papel que ha desempeñado su país en las negociaciones entre el gobierno Santos y las Farc, para decidir si siguen apoyándolas. Según Pinzón, esto es “normal, al comienzo de un gobierno” y, en lo que se refiere a las drogas, “este tema nunca ha perdido importancia en la agenda bilateral”.

No hay motivos de alarma, en fin, pero 2017 en sus inicios se caracteriza por un contexto internacional movido e incierto, que requiere atención.