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ENTREVISTA

"Colombia es el desafío más complejo de la ONU"

Después de tres años, se va uno de los funcionarios más agudos y queridos de las Naciones Unidas en Colombia. Antes de su retiro habló con SEMANA sobre los retos que tiene el país.

12 de febrero de 2006

Después de vivir en 15 países, la mayoría de ellos con conflictos arraigados y crisis humanitarias de vieja data, Alfredo Witschi-Cestari había decidido retirarse de Naciones Unidas para dedicarse a su familia. Pero hace tres años se le cruzó en el camino uno de los retos más interesantes de toda su carrera: asumir la coordinación del sistema de Naciones Unidas en Colombia y ser el Representante residente del Pnud en el país. Colombia representaba desafío, acción, posibilidades de aplicar todo lo aunado durante 30 años de trabajo humanitario en Guatemala, Afganistán, Pakistán, México, Irak, Líbano, Jerusalén y Gaza, sólo por nombrar algunos de los países en los que ha echado al azar su vida por cuenta del trabajo. En la frontera entre México y Guatemala fue perseguido a muerte por lidiar con el drama humanitario de miles de refugiados de Guatemala, en Afganistán cuando era coordinador residente del sistema de Naciones Unidas los talibanes lo declararon persona no grata porque hizo una defensa de los derechos de la mujer, fue bombardeado por las tropas soviéticas mientras caminaba con guerrilleros muhajeidines, a lo largo de los años ha recibido incontables amenazas de muerte, ha sido secuestrado y hasta los aviones le han jugado malas pasadas. Pero, a pesar de todo, sobrevivió y a los 54 años terminó en Colombia. Witschi-Cestari no es un oficial de escritorio. Durante casi tres años se dedicó a caminar el país porque prefiere trabajar sobre el terreno y en contacto con la gente. Eso ayudó a que se consolidaran procesos con las comunidades que buscan enfrentar de forma no violenta el conflicto, y a sacar adelante proyectos de desarrollo de zonas como el Alto Ariari, la Sierra Nevada, los Montes de María y el oriente antioqueño. Implantó un sistema de seguimiento para que las recomendaciones del informe de desarrollo humano de 2003 'Callejón con salida' no se quedaran en el papel y le dio un segundo aliento a iniciativas de paz olvidadas. La semana próxima deja su cargo y abandona el país para no darle más largas a la promesa de su jubilación. Se va, después de comprobar que Colombia es un desafío. SEMANA: ¿Por qué decidió venir a Colombia si había decidido jubilarse? WITSCHI CESTARI: Terminaba mi carrera en Turquía, el país más tranquilo en el que haya trabajado, estaba feliz con una hija chiquita, era un momento muy bueno para preparar una jubilación anticipada, pero no me esperaba que me ofrecieran Colombia que es, sin duda el desafío más complejo en el sistema de Naciones Unidas por las expectativas que hay. Sabía que en Colombia encontraba las condiciones para aplicar todos los conocimientos. Era como cerrar con broche de oro una carrera dedicada a luchar contra la iniquidad y los conflictos armados. SEMANA: ¿Cuál fue el reto más grande que enfrentó en el país? W.C.: La sociedad civil colombiana que es muy sofisticada también es muy ecléctica y a mi llegada las ONG, fundaciones y asociaciones no veían la cooperación internacional de la misma manera y con las mismas expectativas. Así que nos sentamos con todos los segmentos de la sociedad civil y funcionamos como catalizadores entre esos grupos. Es ahí donde se inicia -creo yo- el verdadero diálogo entre la sociedad civil y el gobierno colombiano, como nunca lo había tenido. De otro lado, en 2002, el presidente Uribe hizo una serie de solicitudes a las Naciones Unidas que nosotros, sencillamente, no podíamos cumplir. Entonces el sistema tuvo que iniciar un diálogo con el gobierno para entendernos, coordinar un área común de trabajo y obtener resultados concretos. SEMANA: ¿Cómo ve el país que deja en relación con el país que encontró? W.C.: El conflicto hoy día es mucho más entendible. Creo que los colombianos, gracias al informe 'Callejón con salida' han entendido más la problemática y han respondido de forma más sólida a ese desafío. Hemos trabajado muy bien con contrapartes gubernamentales no sólo en el ámbito nacional, sino con los gobiernos locales, y ellos han tratado de darle solidez al proceso de desarrollo territorial, a tratar de explotar de la mejor forma posible los recursos propios y las transferencias que vienen del estado central. Me parece que en Colombia lo que hace falta es consistencia en los procesos. SEMANA: ¿Cuáles son los retos inmediatos del país? W.C.: La desigualdad. Esa es responsabilidad primaria del gobierno, pero no exclusiva de él. Todos los componentes de la sociedad tienen que enfrentar esos problemas. La pobreza no sólo es aumentar las tasas de crecimiento y reducir las tasas de desempleo, luchar contra la pobreza es hacer también que los recursos que se generan se distribuyan de una forma más equitativa, que más personas puedan tener mejoras en sus vidas, acceso a servicios públicos y a oportunidades profesionales, que cada vez tengamos un numero inferior de personas que viven en la economía informal, que se tenga en cuenta a regiones marginadas como Chocó -que son regiones complicadas, yo sé, pero que existen y no se pueden borrar-. Los resultados no van a ser a 24 horas ni 24 días ni 24 meses, pero hay que empezar. SEMANA: Usted ha trabajado en muchos países en conflicto ¿ve salidas para Colombia? W.C: Siempre he trabajado en países en conflicto o países afectados por conflictos vecinos, pero acá he encontrado algo que no se encuentra tan fácilmente. No he ido a ningún lugar de este país, por más pobre que sea, en donde la gente no haya tratado de organizarse para hacerles frente a los desafíos que tienen. No he encontrado gente resignada o esperando que llegue la solución del cielo. En Colombia lo que la gente más nos pide, y a veces lo único que nos pide, es acompañamiento, no cosas, sino que no los dejemos solos, y esa es la lección más grande que yo he recibido. Esa es la riqueza de Colombia. SEMANA: Hablemos de esa vida intensa que ha vivido ¿Por qué lo declararon persona no grata en Afganistán? W.C.: Cuando los talibanes se instalaron en el poder en el 96, las principales víctimas fueron las mujeres. Fueron excluidas de la educación básica, de la formación profesional, de todo ámbito público, son tratadas como objetos representativos del orgullo familiar conservados en las cajas que representan sus casas. La posición de Naciones Unidas era no permitir que a través de nuestros programas se consolidaran políticas de ese tipo. Traté de convencerlos de mantener, por lo menos, los espacios reducidos que ya tenían antes de la llegada de los talibanes, pero no se logró nada. La instrucción fue no involucrarnos en ningún programa de educación si no había paridad entre hombre-mujer, niño-niña. Se retiraron los fondos a esos programas y se cayeron. Ahí los talibanes le pidieron al secretario general que me retiraran del país inmediatamente, pero el secretario no aceptó y permanecí durante seis meses bajo amenazas de muerte, tuve que evacuar a mi familia, y cada vez que viajaba había amenazas de que iban a intervenir el avión. Finalmente me fui porque era inútil, no podía trabajar. SEMANA: Durante su carrera ha hecho énfasis especial al tema de la mujer ¿por qué? W.C: Estoy convencido de que no se puede construir la paz, no se puede luchar contra la iniquidad, no se puede asegurar un desarrollo humano en la base si la mujer no tiene un papel central. En todas las experiencias del mundo en las que he estado, cuando las mujeres han estado encargadas de alguna actividad central, tanto en decisión política como en realización de programas,s las tasas de resultados exitosos aumentan. La mujer se compromete mucho más con lo que está haciendo que con el papel que desempeña en la sociedad a través de lo que está haciendo. Creo que uno de los grandes problemas de Afganistán es precisamente la falta de espacios para la mujer. SEMANA: ¿Se va satisfecho? W.C.: Por el trabajo realizado, sí. Por los resultados obtenidos, no. Porque me hubiera gustado haber concluido mucho más, haber llegado mucho más lejos. Traté de que en el Pnud construyéramos nuestro trabajo guiados por las recomendaciones del informe de desarrollo humano 'Callejón con salida'. Espero haber tenido razón en la forma del trabajo, el futuro me lo va a decir.