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COLOMBIA Y EL NUEVO NO-ALINEAMIENTO

Juan Gabriel Tokatlian, Catedràtico de la Universidad de los Andes y PHd en relaciones internacionales de la Universidad John Hopkins de Estados Unidos, plantea en el siguiente artìculo la necesidad de revaluar el Movimiento de los No Alineados para evit

16 de octubre de 1995

LA GUERRA FRIA FINALIZO A COMIENZOS de esta década, y con ello se agotó un modelo de comportamiento del No Alineamiento. Así entonces, el desafío de la próxima presidencia del Movimiento de Países No Alineados -Noal- en manos de Colombia, consistirá en adaptar y actualizar este foro de naciones periféricas.
Tres elementos básicos caracterizaron los nueve lustros que, desde la Segunda Guerra Mundial en adelante, identificaron la competencia entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
Por un lado, independiente del tamaño, ubicación y recursos de cada país, todas las naciones eran fundamentales por su valor e impacto respecto del conflicto bipolar. La naturaleza integral de este enfrentamiento hizo posible que una isla como Granada -de 130 millas cuadradas, cuyo principal producto de exportación era la nuez moscada- fuera un referente crucial de la disputa Este-Oeste y hubiese sido invadida en 1983 por Estados Unidos. Sin embargo, a muy pocos interesa hoy el futuro ideológico de este país. Las nuevas realidades geoeconómicas están transformando los tradicionales postulados geopolíticos.
Por otro lado, cada superpotencia garantizaba su área de influencia mediante un conjunto de compromisos diplomáticos, económicos y militares suficientemente sólidos, los cuales generaban cierta seguridad y suficientes posibilidades de predicción en los lazos entre un país y su respectivo hegemón, así como determinadas obligaciones y notorias restricciones en la conducta de las naciones periféricas. Los bandos eran nítidos y las fronteras eran certeras. Cuando, por ejemplo, Afganistán cambió de bloque de pertenencia en 1979, Estados Unidos y la URSS hicieron evidente para Kabul el sistema de castigos y recompensas que eso implicaba. Hoy predomina una perspectiva mundial capitalista con variaciones relativamente divergentes, pero no antagónicas, de modelos socioeconómicos y político-culturales. Ya no hay, necesariamente, ni alianzas garantizadas ni condicionamientos inmovilizantes.
Finalmente, era evidente una alta inestabilidad Este-Oeste y una alta confrontación Norte-Sur. El espectro de una guerra nuclear entre los principales antagonistas generaba la sensación y el peligro de un holocausto devastador. La realidad de intervenciones, invasiones, conflictos de baja intensidad, operaciones quirúrgicas, maniobras militares encubiertas, disputas irregulares prolongadas, entre otras, se manifestaban en la periferia con diversos grados de participación de los paìses centrales en general y de las grandes superpotencias en particular. En la actualidad, se ha reducido el nivel de inestabilidad nuclear, pero no la potencialidad de disputas en el corazón del mismo Norte como lo muestra el caso de Bosnia, al tiempo que persiste un elevado grado de confrontación que se dirime en la periferia como lo evidenciaron los ejemplos de Irak y Somalia. En todo caso, la pos-Guerra Fría está demostrando no ser ni el inicio ni el tránsito hacia una suerte de paz perpetua kantiana.

LA RAZON DE SER
Ahora bien, en el contexto histórico de la Guerra Fría, el Movimiento No Alineado poseía varios rasgos identificatorios. Primero, el No Alineamiento era un fin, una suerte de objetivo por seguir ante la exigencia de dos grandes potencias y para ejercer una política exterior más holgada y diversificada. Segundo, el No Alineamiento tenía como uno de sus propósitos claves validar la autoimagen externa de un país a través de la afirmación de la identidad, la soberanía y el prestigio nacionales. Tercero, el No Alineamiento era una fuente adicional de legitimación doméstica para los gobiernos que se vinculaban al Noal. Cuarto, el No Alineamiento pretendía establecer un esquema de colaboración económica intrasur que permitiera superar la dependencia financiera, la asimetría comercial y el rezago tecnológico de los miembros del Movimiento.
Quinto, el No Alineamiento se sustentaba en una estrategia defensiva frente al Norte, evitando que éste recortara su potencial autonomía externa e incidiera políticamente a nivel interno. Sexto, el No Alineamiento se robustecía mediante una valoración cuantitativa del Movimiento; es decir, se pensaba que la mayor membresía brindaba más recursos de influencia al acumularse, bajo un mismo foro, los atributos de poder individuales de los países. Séptimo, el No Alineamiento se expresaba primordialmente a través de Naciones Unidas y contemplaba la posibilidad de más incidencia del Tercer Mundo mediante votaciones mayoritarias del Sur en el ámbito de la Asamblea General.
Octavo, el No Alineamiento representaba un modo de presión sobre el mundo desarrollado. Noveno, el No Alineamiento fue un espacio de concurrencia de los Estados únicamente. Y décimo, el No Alineamiento se caracterizó por un perfil contestatario producto del difícil y crítico entorno mundial y del espíritu de distanciamiento del Movimiento respecto a las superpotencias.
Al cambiar la esencia de la Guerra Fría, se modifican también el rol, el significado y las alternativas del Movimiento No Alineado. Ante la prevalencia de un marcado desorden internacional tanto en el centro como en la periferia, en virtud de un notable unilateralismo ejercido desde Washington -más que la certidumbre de una estructura unipolar centrada en Estados Unidos- y debido a la lenta transición hacia un sistema global intrincado que vislumbra modificaciones hegemónicas en el largo plazo, el No Alineamiento mantiene su vigencia y validez. Sin embargo, la vigencia y validez del Movimiento serán reales en la medida que el Noal se modernice creativamente.

EL NEO NO ALINEAMIENTO
En consecuencia, tendría más sentido hablar de un eventual Neo No Alineamiento en un escenario pos-Guerra Fría, visto y vivido como legítimo y creíble para los miembros del Movimiento y por sus diversos interlocutores. Las notas definitorias de éste serían, en primer lugar, que el Neo No Alineamiento debería ser concebido como un medio, como un instrumento adicional al repertorio de los disponibles para que una naciòn incremente su capacidad de maniobra externa. Este mecanismo diplomático, junto a otros, tendría que propiciar y elevar el bienestar material de cada miembro. Un elemento básico es mejorar la inserción comercial de los países periféricos y evitar el uso político y discriminatorio del recurso económico por parte de las naciones centrales.
En segundo lugar, el Neo No Alineamiento debería orientarse con un criterio internacional reformista. Las soberanías individuales de los países miembros son endebles, las identidades propias se resquebrajan si se pretende el aislamiento y el prestigio nacional se erosiona. Si se produce una disociación entre el discurso externo y el comportamiento interno. Si el Movimiento no asume debatir la nueva agenda mundial de carácter conceptual que gira alrededor de nociones como intervención humanitaria, injerencia colectiva y acción conjunta, entonces, seguramente, le impondrán el temario y las decisiones sobre esas cuestiones. América Latina, por ejemplo, tuvo un largo historial, entre finales del siglo pasado y comienzos de éste, de aportes jurídicos fundamentales al derecho internacional. Las doctrinas Estrada y Drago fueron dos ejemplos elocuentes. Hoy la región debería contribuir a establecer los límites, alcances y contenidos del nuevo derecho internacional en gestación y no sólo denunciar las prácticas cada vez más reiteradas de transformación fáctica -por las vías de la política de poder- de principios como el de no intervención. En tercer lugar, el Neo No Alineamiento debería buscar una mayor credibilidad externa. La comunidad internacional, en general, espera un liderazgo responsable y serio del Movimiento que facilite la resolución de dificultades globales de modo más simétrico y efectivo que durante la Guerra Fría y que evite enfrentamientos estériles sobre cuestiones menores y no estratégicas. Sería inútil desgastar al Movimiento en cuestiones tácticas y de valor retórico.
En cuarto lugar, el Neo No Alineamiento debería procurar un espacio de concertación entre las partes; concertación que significa que varios gobiernos actúan de modo grupal, a nivel diplomático, con fines políticos, entre sí y frente a actores individuales y colectivos. Por lo tanto, el acento del entendimiento intrasur se colocaría en los compromisos culturales y científicos, los acuerdos educativos y técnicos y los consensos temáticos puntuales y viables. Al tiempo que se exacerba la xenofobia y el chauvinismo en el Norte, el Sur puede dar ejemplo de apertura y pluralismo, lo cual elevaría la estatura simbólica del Movimiento.
En quinto lugar, el Neo No Alineamiento debería estimular una estrategia propositiva. Además de interesarse por las acciones y medidas del Norte frente al Sur, el Movimiento debería mirarse hacia adentro. Se podrían establecer mecanismos prácticos y acatables, tanto de generación de confianza, como de resolución de conflictos entre los países miembros y con la inclusión de actores no gubernamentales. Los viejos conflictos regionales y de baja intensidad y las nuevas disputas etnoterritoriales y religioso-culturales que involucran a naciones periféricas, siguen siendo resueltas, únicamente, por los mismos países industrializados. La experiencia latinoamericana en el caso de Contadora y el ejemplo de Centroamérica podría servir, entre otras experiencias, para construir aquellos mecanismos.
En sexto lugar, el Neo No Alineamiento debería fortalecerse cualitativamente. La sumatoria grupal de recursos productivos y demográficos individuales no garantiza ni la salvaguardia de los derechos humanos, ni una política social justa, ni un modelo ecológicamente sustentable. Ahora bien, la unanimidad sobre las virtudes de un desarrollo asentado en los derechos humanos, en una política social amplia y en una economía ambientalmente sana y sólida, no es suficiente. El Movimiento necesita un horizonte ético que le permita alejar temporalmente de su seno a gobiernos que violan de manera sistemática los derechos humanos, cometen genocidios e impulsan desastres ambientales, entre otros. El caso del Grupo de Rio en Latinoamérica que separó por un tiempo de su seno a Panamá fue una experiencia menos traumática de lo que inicialmente se pensó y más productiva de lo que se especuló. El aporte regional en este plano podría aprovecharse.
En séptimo lugar, el Neo No Alineamiento debería continuar operando de manera privilegiada en Naciones Unidas, pero dirigiendo mayor energía a acceder al proceso de toma de decisiones, en especial en el Consejo de Seguridad. Independiente de los cambios que actualmente se debaten sobre la membresía de esa instancia nodal de la ONU y de la reforma financiera de ésta, resulta prioritario asegurar transparencia, equilibrio e información en lo concerniente a las discusiones y determinaciones del Consejo de Seguridad.
En octavo lugar, el Neo No Alineamiento debería servir de palanca de negociación. Reconociendo la combinación de conflicto y cooperación en la política mundial, resulta importante que el Movimiento asuma un papel transaccional más que denunciante y un rol componedor más que confrontacional. Negociar implica una actitud inconforme, un comportamiento dinámico y una conducta activa. La denuncia por la denuncia misma conlleva conformismo y pasividad a largo plazo.
En noveno lugar, el Neo No Alineamiento debería trascender lo estatal e incorporar la voz no gubernamental. Con base en la agenda prioritaria del Movimiento, se podría garantizar la presencia de Organizaciones No Gubernamentales -ONG- vinculadas al temario esencial del grupo, mediante su participación como observadores en las sesiones plenarias. El Movimiento debe rendir cuentas a las sociedades que representa y la presencia de ONG ayudaría a ese proceso.
Y en décimo lugar, el Neo No Alineamiento debería definir un perfil moderador en su accionar. Así, podría conjugar un estilo que busque ser puente, encuentro o intersección entre el Norte y el Sur. En esa dirección, se trataría de precisar hasta qué punto y cómo es posible compatibilizar valores e intereses entre el centro y la periferia.

EL PAPEL DE COLOMBIA
Si Colombia desea presidir un nuevo Movimiento No Alineado, debería aggiornarlo de modo efectivo; particularmente con el concurso de los miembros latinoamericanos y caribeños de esta agrupación. El Movimiento cuenta con 13 miembros de América Latina y siete del Caribe insular. Dos países centroamericanos con estatus de observadores, El Salvador y Costa Rica, podrían incorporarse al Movimiento en la próxima Cumbre de Cartagena. Configurar una impronta latinoamericana y caribeña para el Noal no significa estimular el regionalismo o quebrar la estructura de bloque del Movimiento. Es simplemente aportar a una adaptación y actualización del mayor foro de países periféricos.
En ese contexto, cabe indicar que el logro de la presidencia del Movimiento de Países No Alineados para Colombia durante 1995-98 por parte del gobierno del presidente César Gaviria, se ubicaba tanto en el marco de los parámetros y prioridades que han permeado la política exterior colombiana en los últimos años, como en el marco de las necesidades y vulnerabilidades de una nación periférica afectada por profundas contradicciones y mutaciones nacionales, hemisféricas y globales.
Así, durante el gobierno del presidente Alfonso López, el país solicitó estatus de observador en el grupo. Durante la presidencia de Julio César Turbay, Colombia asistió, con carácter de observador, a la cumbre del Movimiento No Alineado realizada en La Habana, Cuba. Luego, el presidente Belisario Betancur incorporó formalmente el país a los Noal en 1983. Más adelante, el presidente Virgilio Barco mantuvo un despliegue activo en los Noal, lo cual le permitió a Colombia a acceder al Consejo de Seguridad de la ONU durante los años críticos que marcaron el fin de la Guerra Fría, 1989-1990. El gobierno del presidente Ernesto Samper recibe, entonces, un legado de participación creciente del país en el Movimiento. Dicha participación se caracterizó por evitar protagonismos estériles y posturas desafiantes. Por ello, lo más probable es que la presidencia colombiana de los Noal reafirme pautas: equilibrio sin extremismos, énfasis en la cooperación operativa y búsqueda de acuerdos intragrupales pragmáticos para maximizar espacios de comunicación y transacción ante actores más poderosos, cuyas metas no son naturalmente idénticas a las del país.
El Neo No Alineamiento puede ser funcional a los intereses nacionales de Colombia, siempre y cuando, paralelamente, se busque resolver varias problemáticas internas -en el campo de las drogas, la corrupción, la paz y los derechos humanos- y no camuflarlas hacia afuera. Si esto último sucede, más que un país relativamente importante, Colombia se podría convertir en una especie de paria mundial, en una Ruanda suramericana, aunque presida por tres años el Movimiento No Alineado.