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José Édgar Montealegre, María Teresa Martínez, Ernesto Rangel y José Daniel Pabón hacen parte de la última generación de colombianos que estudiaron meteorología como pregrado. | Foto: Andres Gomez Giraldo

CIENCIA

Los últimos meteorólogos

A pesar de que el país es el segundo más vulnerable al cambio climático, desde los años ochenta no se gradúan los profesionales clave para esta lucha. ¿Por qué?

5 de marzo de 2016

Pensionarse suele ser un momento determinante para cualquier persona, pero pocas veces llega a ser traumático para toda una entidad. Sin embargo, esto último acaba de suceder en el Ideam con el retiro de su subdirectora, María Teresa Martínez. La funcionaria era algo así como ‘la última mohicana’ de una generación de profesionales que ya no se consiguen: los meteorólogos.

El hecho es insólito ahora que el cambio climático es la principal preocupación de la humanidad. Cada año sus estragos cuestan millones de dólares y a veces millones de vidas. Y lo que hacen los meteorólogos es anticiparse a esas tragedias para poder manejar sus efectos. En ese contexto, pocos podrían creer que, según el Ministerio de Educación, ningún colombiano se ha graduado de esta profesión porque no existe el pregrado y que apenas 69 tengan este título de maestría.

Por eso, que llegue la jubilación para esos científicos se ha convertido en un problema para todo el país. Martínez fue parte de un grupo de jóvenes que en los años setenta ganaron una beca para estudiar esa carrera en el exterior, en el caso de ella en España. Las Naciones Unidas habían fundado la Organización Meteorológica Mundial, y como el éxito de esta dependía de que todos los países enviaran información veraz decidió apoyar la formación de profesionales.

El país, que estrenaba ese servicio, se embarcó en esa meta. Ernesto Rangel, quien estudió en Argentina y luego fue subdirector de Meteorología, cuenta que vio el aviso en El Nuevo Siglo y decidió postularse a ese gran concurso. Luego de un examen y una entrevista, 30 quedaron seleccionados. Dos se fueron a Brasil, dos a Argentina, uno a Costa Rica, dos a Hungría y los demás a Rusia. A los pocos años una convocatoria similar envió otro grupo de físicos y matemáticos a Estados Unidos y España. Después de ellos no hubo más meteorólogos hasta que en 2002 la Universidad Nacional abrió una maestría.

“La meteorología siempre ha sido objeto de chistes”, dice resignado Édgar Montealegre, quien estudió en España y es uno de los más grandes expertos en fenómenos climáticos. Aunque es una de las ciencias más reputadas del planeta, los colombianos creen que su utilidad es saber si hay que sacar paraguas. Sin embargo, como señala Rangel “casi todas las actividades humanas están ligadas al comportamiento de la atmósfera”. Según Montealegre, Colombia comenzó a entender esto en 1991 cuando un fenómeno de El Niño apagó al país. Pero el único que reaccionó fue el sector energético que desde ese momento invita a un miembro del Ideam a sus reuniones.

José Daniel Pabón, quien estudió en Rusia y dirigió el Centro Internacional para la Investigación del Fenómeno de El Niño en Ecuador, asegura que los meteorólogos son fundamentales para la productividad y el desarrollo del país. “En el sector eléctrico es imprescindible que monitoreen los embalses; en la agricultura, los sistemas de riego; en la construcción de viviendas y carreteras que determinen su vulnerabilidad a avalanchas, crecientes y torrenciales; en la salud que detecten la necesidad de preparase para la llegada del chikungunya, el zika y el dengue”, explica Ricardo Lozano, exdirector del Ideam. Por eso, ambientalistas como Julio Carrizosa consideran que la falta de estos profesionales puede representar uno de los mayores daños a los ecosistemas en el país.

Colombia está en mora de reconocer la importancia de este trabajo. Por ejemplo, mientras España tiene 1.400 funcionarios para esta labor, en el Ideam apenas trabajan 470 personas. Y no todas están dedicadas al clima pues tienen también la labor de producir información del suelo, los bosques, los océanos. Del total, 110 trabajan para la Aeronáutica Civil en los aeropuertos y 100 en las regionales. La mayoría del personal es técnico, pero meteorólogos e hidrólogos apenas hay 35 de planta. Si se tiene en cuenta que un fenómeno de El Niño puede llegar a costarle al país más de dos puntos del PIB, esas cifras son bastante insuficientes.

Para el director del Ideam, Omar Franco, los meteorólogos son “verdaderos héroes”. Han prestado ese servicio durante décadas con toneladas de trabajo, muchísima responsabilidad y poco reconocimiento. Martínez explica que todo se debe a “la mezcla de mística y amor”. Con la salida de esta generación, seguramente Colombia tendrá que darles a estos profesionales mucho más que eso.