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Colombia tiene gran potencial

El director saliente de la AID de E. U. en Colombia, George Wachtenheim, es optimista frente a los logros que puede tener la parte social del Plan Colombia.

7 de mayo de 2001

Cuando el director de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo (AID), George Wachtenheim, llegó a Bogotá en agosto de 1999, la entidad estaba a punto de cerrar su último programa en Colombia. No obstante, muy rápidamente nació y creció el Plan Colombia y gobierno y Congreso estadounidenses aprobaron fondos para financiarlo. Parte de esa ayuda, la social, fue canalizada a través de la AID. Fueron 120 millones de dólares que llegaron en septiembre pasado.

El trabajo de Wachtenheim, un técnico cordial de 58 años que vino de trabajar en programas de desarrollo alternativo en Perú y Bolivia, se multiplicó. En menos de dos años ha diseñado decenas de programas de fortalecimiento del Estado, desarrollo alternativo y apoyo a los desplazados, muchos de éstos ya han sido contratados en los últimos meses y comienzan a despegar y algunos pocos ya empiezan a dar frutos. Es el controvertido pero poco conocido ‘componente social’ del Plan Colombia que despunta. Wachtenheim se fue de Colombia el viernes pasado y va a trabajar como subdirector de la AID en Washington para el área andina. SEMANA habló con él.

SEMANA: ¿Puede funcionar el Plan Colombia?

George Wachtenheim: Este es un plan de largo plazo para el desarrollo social y económico. No es asistencialista, ni de emergencia. Los problemas que estamos tratando son de largo plazo, son obstáculos sistémicos y estructurales de desarrollo que Colombia tiene. Son cuestiones como desempleo del 20 por ciento y subempleo del 30 por ciento, un sistema judicial que necesita modernizarse, una población desplazada de más de un millón, un Estado en las áreas rurales muy débil. Estos problemas de largo plazo exigen compromisos y voluntad política para enfrentarlos. Nuestra ayuda está destinada a ayudarle a Colombia a implementar estos cambios prioritarios. No es sólo dinero, porque si no hay compromiso y voluntad no hay dinero que valga.

SEMANA:¿De qué manera está apoyando la AID el fortalecimiento del Estado democrático?

G.W.:Primero, estamos mejorando la administración de justicia. Tenemos dos proyectos, el de la Casa de Justicia, hoy con 14 funcionando y en diciembre completaremos 30 atendiendo unos 150 casos diarios, y el de las Salas de Audiencia, cortes que muestran cómo funciona el sistema acusatorio. Tenemos dos salas y para fin de año tendremos 12. Ambas experiencias brindan oportunidades para construir un sistema de justicia más eficiente. Además trabajamos para mejorar el ambiente en derechos humanos. Acabamos de empezar a operar un Sistema de Alerta Temprana para prevenir masacres junto con la Defensoría del Pueblo.

SEMANA:¿Cómo funciona?

G.W.: Los defensores le avisarán a los militares sobre la inminencia de una masacre y ellos podrán movilizarse para proteger a la población. También hemos apoyado la protección de defensores de derechos humanos, sindicalistas y periodistas. En otra área, buscamos fortalecer la lucha contra la corrupción, sobre todo a nivel municipal. Así mismo ayudamos al fortalecimiento de los gobiernos locales, para que mejoren su gestión y sus servicios. Finalmente queremos apoyar el proceso de paz. Pudimos hablar con el Alto Comisionado hace dos semanas y ahora está trabajando en un plan de acción para mejorar su estrategia de negociación.

SEMANA: En el otro campo de acción de la AID, el desarrollo alternativo, ha habido muchas críticas. Que las platas no llegan, que la gente está furiosa…

G.W.: El plan de desarrollo alternativo es una posibilidad para aquellos campesinos que tienen menos de tres hectáreas de coca sembradas, para que puedan firmar pactos de sustitución voluntaria y a cambio reciban ayuda económica para subsistir mientras encuentran otra manera de ganarse la vida. También reciben ayuda para la comunidad en infraestructura, servicios básicos como educación y salud. Claro, la gente firma el pacto y cree que la plata llega al otro día y, cuando no, se angustia.

SEMANA: La demora también fue por las negociaciones con las ONG que administrarían el programa…

G.W.: Primero nos demoramos en encontrar una ONG que quisiera trabajar en el Putumayo por razones de seguridad. Pero encontramos Fundaempresa, que ha hecho un buen trabajo en Cali y en el Eje Cafetero y ya abrieron oficinas en Putumayo. Pero el primer pacto, el de Santa Ana, Putumayo, que se firmó en diciembre pasado, recibirá la asistencia en dos semanas. Y eso es muy rápido comparado, por ejemplo, con los programas que se implementaron en Perú y Bolivia, donde también trabajé.

SEMANA: Los campesinos se quejan de que una vez produzcan el cultivo alternativo no tendrán cómo sacarlo…

G.W.: Es un tema de fondo. No hay nada que compita económicamente con la coca. Así que la única razón por la cual la gente se quiere salir de la coca es porque hay un programa efectivo de persecución del negocio y no quieren arriesgarse.

SEMANA: ¿No cree que además debe haber un cambio cultural para que rechacen la coca?

G.W.: Muchas de las familias que llevan allí más tiempo quieren cambiar las cosas también porque en un lugar donde se negocian drogas, hay prostitución, muerte y corrupción, no es un lugar para criar hijos. Así que si pueden salirse de la coca lo harán si hay una opción.

SEMANA: En el otro campo de acción, la ayuda a los desplazados ¿cómo coordinan su trabajo con el de la Red de Solidaridad?

G.W.: Ellos se encargan de ayudar al desplazado en los primeros 90 días. Nosotros queremos ayudarle después, pues sabemos que por lo general la violencia que los sacó de su hogar no ha cesado en tan corto tiempo. Queremos darle soluciones de largo plazo, reentrenarlos para que puedan conseguir un trabajo urbano, con vivienda, con microcrédito, con apoyo a la familia. Estamos trabajando con cinco grandes ONG internacionales que han hecho un trabajo impresionante: en sólo tres, meses desde que empezó el programa, ya estamos cubriendo 60.000 desplazados.

SEMANA: Algunos dicen que esto es sólo una gota de agua en el océano, que estos programas son muy pequeños para el nivel de los problemas y necesidades.

G.W.: Nadie duda que es poca plata, dado el tamaño del país y de sus problemas. Pero tratamos de ser catalizadores. No se trata de cubrir el hueco de demandas insatisfechas sino de montar programas nuevos, creativos, con la esperanza de que actúen como incentivos para que los colombianos sigan. Pero es importante saber que los 120 millones de dólares son sólo por el primer año y que este programa compromete unos 100 millones anuales por cinco años.

SEMANA: ¿Y cómo saber si están teniendo algún efecto?

G.W.: Cada año evaluaremos los proyectos y si algo no funciona lo cambiamos y si hay uno que definitivamente no sirve lo cerramos.

SEMANA: ¿Es usted optimista frente a la capacidad de Colombia de superar estos problemas?

G.W.: Nunca había trabajado en un país que tuviera gente tan calificada, bien educada, trabajadora, maravillosa y unas bases institucionales tan adecuadas para resolver los problemas. Todos los ingredientes están aquí. Es un país con un gran potencial. Sufre la violencia, la corrupción, las drogas y sin embargo tiene tanta gente valiosa que está aquí trabajando para mejorar las cosas. Así que confío en que saldrá adelante. Pero tiene unos desafíos enormes y no los va a resolver en un año, ni en cinco, y requiere un gran compromiso de los gobiernos y la gente. También le ayudaría un mayor compromiso de la comunidad internacional. No pueden ser sólo Colombia y Estados Unidos ayudando.