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| Foto: Fotomontaje SEMANA

ELECCIONES 2018

La columna que Héctor Abad sí escribió, pero no para esta campaña

Una cadena de whatssapp revivió un texto del prestigioso escritor en el que asegura que "tenemos la tentación de seguir en ese ambiente crispado, lleno de rabia y adrenalina al que nos acostumbró el gobierno de Uribe". El mensaje se ha vuelto viral.

15 de abril de 2018

Este fin de semana una cadena de Whatsapp comenzó a circular en el teléfono de cientos de colombianos. Se trataba de un mensaje que contenía una columna que Héctor Abad habría publicado en estos días en el diario The New York Times y en el que presentaba una crítica a la forma cómo los medios y los ciudadanos le dan eco a Álvaro Uribe. Al final, había una posdata con una frase: "Si usted es incondicional de Álvaro Uribe no lo reenvíe porque a no le conviene que se sepa la verdad ...pero si este documento es REVELADOR colabore a difundir una verdad". 

La columna contenía una reflexión sobre el rol que podría tener hoy el ex presidente en la política como dedicarse a la escritura, la gastronomía o a la poesía. Remataba con una conclusión: "tenemos la tentación de seguir en ese ambiente crispado, lleno de rabia y adrenalina al que nos acostumbró su gobierno... Pero lo más sensato sería hundir el botón de "mute" cuando estos cruzados del odio vociferan,  e insultan. Ya pasamos esa página, ese trago amargo". La afirmación se entendía como una referencia a la candidatura de Iván Duque, quien en este momento va punteando en las encuestas. 

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SEMANA contactó a Abad para preguntarle por la publicación del escrito. El columnista aclaró que la columna que circula en Internet "tiene algunas frases parecidas a una que, en efecto, me publicó el NYT en 2012". Ese artículo, en su momento, fue registrado por la mayoría de medios nacionales, incluida esta revista. Y agregó que "lo que está circulando es casi idéntica a otra que publiqué en El Espectador en el año 2010".  

Cuando se publicaron ambos escritos, el país vivía la más ferrea oposición del ex presidente al actual gobierno y al proceso de paz. Uribe había convertido Twitter en su trinchera política desde la cual lanzaba dardos a cada minuto. La columna de Abad en The New York Times recogía el malestar que generaba en un sector del país esa posición.

Si quiere leer la columna que Abad escribió en el 2012 para The New York Times

Abad comenzaba su escrito recordando la famosa frase de que los ex presidente suelen ser como los muebles viejos, que a todos les parecen valiosos pero nadie sabe donde ponerlos. Sin embargo, aseguraba que Uribe estaba lejos de querer cumplir ese papel. El columnista recordaba que durante su gobierno, el entonces presidente era muy popular y apegado al poder, tanto que intentó invocar al pueblo para que por la vía de un referendo le concediera un tercer periodo. 

El columnista describió a Uribe como un "adicto al Twitter", un hombre que ama comunicarse con frases cortas y eslogans para lo cual esa red resultaba ideal, y quien pasaba día y noche "disparándole" a su objetivo favorito: Juan Manuel Santos. "Cada derrota militar de Santos es un triunfo de Uribe", decía.

Al final, Abad recordaba como en la antigua Grecia inventaron el ostracismo, un aislamiento voluntario de los líderes políticos por un promedio de 10 años, con el objetivo de proteger la democracia. Y decía que muchos colombianos sueñan con tener algo semejante a esta figura para que ese "mueble viejo llamado Álvaro Uribe" no hiciera tropezar a todos los miembros de la casa por encontrarse ubicado justo en la mitad de la sala. 

La columna de El Espectador, que es en su mayoría igual a la que circula por estos días en whatsapp, apuntaba casi al mismo tema. Abad la tituló "Por qué no te callas" en referencia a la frase que el Rey Juan Carlos I le dijo a Hugo Chávez en una cumbre de jefes de Estado en Chile. En esta, el columnista presentó toda una serie de opciones de vida que habría podido elegir Uribe una vez dejó la Casa de Nariño. 

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Según Abad, podría haberse dedicado a opinar y tener columna de opinión como Lleras Camargo, Lleras Restrepo o López Michelsen. O a escribir poesía como Belisario Betancourt o a disfrutar de la vida como Samper. Pero, según él, como "como el ex presidente Uribe sólo tiene el vicio incurable del poder, la adicción al mando, la costumbre irrefrenable de llevar siempre las riendas, las espuelas y la fusta, entonces ahí lo tendremos, vociferando en Twitter, enviando comunicados de muy dudosa lógica jurídica o política, rojo de indignación, verde de rabia, enfermo de ira". 

Al final aseguraba que los periodistas estaban haciendo un enorme daño al replicar todo lo que el expresidente trinaba. "Uribe y sus aliados son poderosos, pero hoy son los huérfanos y las viudas del poder. Nosotros, los periodistas, podemos convertirnos en los altavoces, en los amplificadores de sus rabietas y diatribas, o simplemente dejarlo que grite y vocifere a solas... No le demos más prensa ni le prestemos más atención a tanta rabia. Bajémosle la fiebre a todo esto hundiendo ese pedal que en el piano se llama sordina". 

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Abad le dijo a SEMANA que "a veces me ha pasado que algunas columnas mías viejas resucitan, por alguna razón, y la gente las hace circular como si se refirieran al día de hoy. A lo mejor las cosas no cambian tanto; este país es más o menos cíclico".  

Este es el texto completo de la columna de El Espectador publicada en el año 2010 

¿Por qué no te callas?

Si el ex presidente Uribe pensara y escribiera bien podría dedicarse, como Lleras Camargo, Lleras Restrepo o López Michelsen, a opinar en los periódicos, o a escribir sus memorias.

Pero Uribe no es un hombre de pensamiento, sino un hombre de acción. Si el ex presidente Uribe amara la música, la poesía o la literatura, podría encontrar un puesto en alguna fundación de apoyo a la cultura, como Belisario, o si amara las artes plásticas, podría coleccionar buena pintura, como César Gaviria. Pero al ex presidente Uribe no lo conmueve la novela, no le interesa el arte, y la poesía que le gusta es la de Robledo Ortiz.

Si le gustara el trago, podría consolarse, como Valencia, con unos aguardientes, pero el ex presidente es abstemio. Si fuera el ex presidente, al menos, un mujeriego, podría anular su matrimonio, como hizo Turbay, e irse de Embajador al Vaticano con una nueva esposa bien joven, que le hiciera masajes en los pies. Pero al ex presidente no le interesa la lujuria. Si le interesara la filología podría escribir un diccionario, como aquel otro Uribe, Uribe Uribe, o traducir la Eneida, como Caro. Si le gustara la comida, si tuviera sentido del humor, podría al menos dedicarse a comer, y a contar chistes, como Samper. Pero se sabe que Uribe ni siquiera entiende los chistes. Si tuviera buenos amigos, podría viajar contento por cientos de países, en compañía de otros jubilados jóvenes, como Pastrana. Pero él no tiene amigos, sino aliados, que más que amarlo le temen.

Entonces, como el ex presidente Uribe sólo tiene el vicio incurable del poder, la adicción al mando, la costumbre irrefrenable de llevar siempre las riendas, las espuelas y la fusta, entonces ahí lo tendremos, vociferando en Twitter, enviando comunicados de muy dudosa lógica jurídica o política, rojo de indignación, verde de rabia, enfermo de ira, regañando a los columnistas, insultando a los jueces, manoteando contra los traidores, aconsejando exilios a sus ex funcionarios (no para protegerlos sino para que al fin, en la desesperación de los interrogatorios, no acabe por zafárseles la verdad).

Porque la verdad monda y lironda es que el DAS dependía y depende de la Presidencia de la República. Y los del DAS pusieron micrófonos en la sala de la Corte Suprema, para oír ilegalmente sus deliberaciones. Si el FBI o la CIA hubieran hecho esto en Estados Unidos, las consecuencias para el gobierno que hubiera instigado semejante insulto se oirían durante siglos. No es posible chuzar a la Corte Suprema y luego pretender que la Corte Suprema se cruce de brazos. Porque ordenarles a los servicios de inteligencia chuzar a los altos magistrados y a los principales periodistas y opositores políticos del país es un delito más grave, muchísimo más grave que el escándalo de Watergate. ¿Por qué se va al exilio la señora Hurtado? Para no tener que decir de dónde venía la orden de oír a los jueces, a los políticos y a los periodistas, ya que confesar esa verdad era lo mismo que poner una lápida en su pecho. Mejor callada en Panamá que acorralada aquí entre la pared de la verdad y la espada del miedo.

Uribe y sus aliados son poderosos, pero hoy son los huérfanos y las viudas del poder. Nosotros, los periodistas, podemos convertirnos en los altavoces, en los amplificadores de sus rabietas y diatribas, o simplemente dejarlo que grite y vocifere a solas en su Blackberry. Tenemos la tentación de seguir en ese ambiente crispado, lleno de rabia y adrenalina al que nos acostumbró su gobierno. Pero lo más sensato sería hundir el botón de “mute” cuando estos cruzados del odio vociferan, e insultan. Ya pasamos esa página, ese trago amargo. No le demos más prensa ni le prestemos más atención a tanta rabia. Bajémosle la fiebre a todo esto hundiendo ese pedal que en el piano se llama sordina. Que grite solo, como Chávez. Y preguntémonos en silencio, simplemente, de cuando en cuando, por qué no se callará. Porque eso sería lo mejor para todos: que se callara.