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¿ Y COMO ES EL EN PANTUFLAS ?

Bambucos y tangos, pero tambien Merieau-Ponty y otros filósofos.

28 de junio de 1982

Cuando su nieta Paula tenía 4 años, viajó solo con ella a Europa. Le enseñó a comer en el avión y en los restaurantes parisinos, con una paciencia superior a la que, en sus campañas políticas le ha permitido lidiar electores.
El Belisario del hogar, en pantuflas, no se aleja mucho de la imagen hogareña de los colombianos corrientes. Se sirve de la televisión para llamar al sueño, sufre con los descalabros de Millonarios, canta bambucos para sus amigos y no deja escapar un aniversario, un cumpleaños, sin enviar un ramo de rosas de tallo grande.
Como antioqueño es de los más consecuentes, adicto a todos los signos de identidad de esa raza. Madrugador insigne, memorizador de tangos, comprador de discos, mal bailarín, aceptable tiplero, y poseedor de una salud a toda prueba. Capaz de conversar interminablemente con sus amigos, muestra fácilmente sus preferencias literarias y políticas salpicando su charla con referencias inesperadas de autores tan imprevisibles como Marleau-Ponty, o el filósofo Zubiri, o el economista Japonés, Saburo Okita.
Tal pirotecnia verbal le viene de sus ancestros, pero también de su adicción a la lectura. Además a estudiar, inflexible, casi todos los diarios y revistas del país, gasta horas en su biblioteca fatigando páginas y páginas de sus publicaciones consentidas: las severas "Le Monde" y "The Economist".
Sus colaboradores más cercanos, como María Clara, su hija abogada, que a su vez es su secretaria privada, no perciben divorcio alguno entre el Belisario del hogar y el Belisario de la calle. Generalmente descomplicado y accesible, no teme servirse de un equipo de asesores antes de tomar una decisión política. Igual sucede con sus asuntos de familia, y los más personales. Sin dejar de ser autónomo, admite que su esposa juega un papel central en las definiciones todas, desde la trivial escogencia de un vestido para un momento dado, hasta el cómo se remonta el espíritu tras un fracaso político.
Quizás un defecto personal sea su ningún interés por practicar un de porte. Aunque hombre de origen rural, Belisario tampoco disfruta de los animales. La imagende Mitterrand alimentando un burro de su propiedad, o paseando con "Nil", su negro perro labrador, le parecerá a él ciertamente extraña.
Pero, en compensación, Belisario no fuma ni bebe, y sí disfruta caminando por desechos veredales, paseos que siempre terminan en charlas informales con desconocidos, en tiendas polvorientas, todo en aras de descubrir los más diversos tipos de gentes. Con cualquier colombiano Belisario se mide de igual a igual en los coloquios más tenaces, ya sea con un pescador de Taganga, ya sea con un pintor como Obregón, su amigo.
Este es el Belisario íntimo, el hijo de una familia de 22 hermanos, que perseveró en su afán de ser presidente con el mismo vigor que sus ancestros pusieron en el oficio noble de la arriería.