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RELACIONES INTERNACIONALES

¿Como hermanos?

Ni Colombia volverá a meterse en Ecuador ni este país volverá a ser santuario de las Farc. Pero los temas que están en la agenda diplomática no son fáciles.

26 de septiembre de 2009

La hoja de ruta que trazaron el viernes pasado los cancilleres de Colombia y Ecuador reviste la mayor importancia. Sólo quienes estuvieron haciendo gestiones para acercar a los dos países -como el Centro Carter, el grupo binacional de diálogo y la OEA- saben cuán lejanas y duras eran las posiciones de los dos gobiernos. Por un lado estaba un Rafael Correa resentido y agraviado, no sólo con el gobierno de Colombia por haber violado su territorio, sino con Álvaro Uribe en particular, por haberle mentido el día del bombardeo al campamento de 'Reyes'. Uribe, por su parte, tenía los ánimos encendidos porque a pesar de reconocer que violó la soberanía del país vecino, sentía que no estaba atacando ni al pueblo ni al gobierno ecuatoriano, sino a su enemigo interno, que estaba siendo tolerado al otro lado de la frontera.

Pero en las últimas semanas el tono cambió. En Bariloche los dos presidentes se mostraron prudentes, y en Quito, en la cumbre de cancilleres y ministros, los ecuatorianos que actuaron como anfitriones desempeñaron un papel muy centrado. Los cancilleres de ambos países, Fander Falconí, de Ecuador, y Jaime Bermúdez, de Colombia, empezaron a reconstruir la confianza con miras a restablecer las relaciones. Eso fue lo que se logró el viernes.

Según el acuerdo, el episodio de 'Reyes' queda superado y se restablecen las relaciones diplomáticas. Colombia promete no volver a hacer operaciones militares en Ecuador y este a su vez se compromete a combatir a los grupos ilegales en su territorio. Se activan varios mecanismos de cooperación, como la comisión binacional fronteriza, y las comisiones de vecindad seguirán trabajando en tres comisiones: una de seguridad y control de la criminalidad; una de desarrollo fronterizo, y otra muy importante, que tratará los temas sensibles sobre los que no hay acuerdo. Ecuador por ejemplo quiere tener el computador original de 'Reyes' completo, y Colombia quiere que la justicia ecuatoriana desista de la orden de captura contra el ex ministro Juan Manuel Santos.

La pregunta que queda planteada es qué produjo el cambio de clima entre los dos gobiernos, y qué tan sostenible es esta nueva etapa amistosa.

Por el lado de Correa varios elementos fueron claves. Su popularidad estaba muy golpeada por el escándalo de corrupción donde se vio involucrado su hermano y miembros de su gobierno, como Ignacio Chauvín -relacionado no sólo con 'Reyes' sino con grandes narcotraficantes-. A eso se sumó el video del 'Mono Jojoy' en el que se habla de que dinero de las Farc habría entrado a su campaña. El bajón en las encuestas fue duro. Y las mismas reflejaban que un altísimo porcentaje de la población quería que se restablecieran las relaciones, pues en la vida cotidiana la pelea estaba afectando el bolsillo de la gente.

En Uribe, por su parte, jugó sin duda el creciente aislamiento de Colombia en la región. Su gobierno pasó de ser un país distinto ideológicamente en un continente gobernado por izquierdas, a convertirse en país "problema" con el asunto de las bases militares con presencia de estadounidenses. Adicionalmente, en el gobierno de Uribe hay claridad en que no se puede pelear al mismo tiempo con todos los vecinos, y que mientras con Venezuela es mucho más complejo reconstruir las relaciones, con Ecuador había más posibilidades. Colombia necesita cerrarles espacios a las Farc en Ecuador y lograr la cooperación efectiva de Quito, que tiene un enorme valor para Uribe. Al tiempo que Chávez, que le ha echado leña al conflicto de ambos países, pierde influencia en este nuevo escenario.

La mutua necesidad de ambos gobiernos, y el tono racional y mesurado del reencuentro, no despeja las profundas dificultades que subsisten. Hay muchos temas sensibles sobre la mesa -como las demandas internacionales- y diferencias en política internacional insoslayables. Por eso que se vuelva a los canales del diálogo, con el apoyo del Centro Carter y la OEA, tiene un significado enorme, aunque falta pasar del papel a los hechos para juzgar si la confianza se restablece en la práctica. En todo caso, el acuerdo firmado el viernes es un buen principio de reconciliación.