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EN LOS DíAS DEL FEStival el índice de delincuencia baja en Bogotá. Me lo certificó la policía por escrito y me hace feliz

Al paredón con MarÍa Isabel

¿Cómo llegar a los 76 años con esa cantidad de energía tan vital?

Fanny Mikey le responde a María Isabel Rueda.

8 de marzo de 2008

M.I.R.: Nos cae bien el Festival Iberoamericano de Teatro en medio de esta crisis internacional. ¿Cuántos países vienen este año?
F.M.: Ochenta y ocho compañías internacionales, 160 compañías colombianas y 45 países de los cinco continentes. El Reino Unido es el invitado de honor.

M.I.R.: ¿Cómo hace usted para no enloquecerse en estos 17 días de despelote? Porque debe haber divas y divos muy exigentes…
F.M.: A mí ya no me importan las divas y los divos. Me importa que llegue a tiempo la escenografía, que no se me enferme ningún actor… Cada cinco días hay un país en cada teatro. Está perfectamente sincronizado para armar la obra que sigue. Si alguien no me llega a tiempo, estoy perdida porque no lo puedo cambiar. Además, esta vez traigo cinco circos. Obviamente sin animales, porque bastante animales somos nosotros.

M.I.R.: ¿Cuántos festivales ha organizado?
F.M.: Este es el número 11 y cumplimos 20 años seguidos, cada dos años uno, a partir del año 88. Primero se burlaban mucho de mí. Nadie quería venir por el narcotráfico y la violencia, y por eso el primer lema de este festival fue "un acto de fe en Colombia". Hoy día se pelean por venir todos los grupos. Sobre todo porque nuestra gente es adorable, al lado de los europeos, que son tan fríos y les importa una "mie…" nada. Y después de todo este jolgorio, en Corferias tendremos la famosa carpa cabaré. La primera parte con grupos folclóricos colombianos y la segunda parte con la rumba dura.

M.I.R.: ¿De dónde salió la idea del festival de teatro?
F.M.: Yo estaba invitada a un festival cervantino en México. Y me dije: ¿Cómo puede ser Bogotá tan gris? Y le comenté al ex embajador Ramiro Osorio, quien se entusiasmó, y arrancamos con 18 países invitados. Ahora tenemos 43. Mis amigos me dicen que se me van a acabar los países.

M.I.R.: ¿El festival se paga solo?
F.M.: Este es un festival atípico. Tengo 785 funciones gratuitas. De las que son pagas, la mitad del presupuesto lo paga el espectador con la boletería. El otro 50 por ciento se divide entre ayuda oficial y privada.

M.I.R.: ¿Y la ayuda privada la consigue fácilmente?
F.M.: Lloramos y luchamos durante muchos años. Este año fue más fácil. ¡Quince centros comerciales se ofrecieron para hacer funciones callejeras en su interior!

M.I.R.: Vamos a anécdotas de estos 20 años: ¿Cuál ha sido el problema más grave que ha tenido en un festival?
F.M.: Si me pongo a hablar de eso, lloro. En el primero me pusieron una bomba en el Teatro Nacional. Fue la primera bomba de Bogotá. Venía un grupo de Brasil con una obra muy irreverente contra el Papa. Ese avión llegó 15 minutos antes y los actores llegaron solos y fueron recibidos por los periodistas. Uno de los actores vestido de Papa y con una botella de dos litros de whisky se bajó del avión y besó el piso. La Iglesia me excomulgó y un grupo de extrema derecha me puso la bomba. Con tanta suerte que explotó contra un muro de contención y no hubo heridos, por lo que yo dije: "Dios está con nosotros". Obviamente la noticia salió en todas partes del mundo. Después 80.000 personas se reunieron en la Plaza de Bolívar en solidaridad con el festival. Ahí juré que seguiría organizándolos hasta mi muerte. (¿Para qué juré eso).

M.I.R.: (Risas). ¿Ha habido muertos entre los invitados internacionales?
F.M.: Claro. Muertos, una vez se me cayó un tramoyista, un escenógrafo de 90 años también tuve que devolverlo infartado con los pies por delante…

M.I.R.: ¿Qué importancia tiene este festival en el mundo?
F.M.: Pues han llegado 23 periodistas a cubrirlo. Y como festival de teatro, es el más grande del mundo. Está el de Edimburgo el de Avignon, que tiene grupos locales, con tres o cuatro países invitados, y yo invito 43…

M.I.R.: ¿Qué es el teatro?
F.M.: El teatro es la comunicación entre el ser humano y el ser humano. Por eso nunca morirá. Cada vez hay más técnica en televisión y en cine, pero uno se siente identificado cuando ve una obra de teatro. El ser humano en el espectáculo es definitivo.

M.I.R.: ¿Cómo podríamos a través del teatro meternos en el tema de la paz en Colombia?
F.M.: Por lo pronto, le cuento que en los días del festival baja el índice de delincuencia y violencia en Bogotá. Me lo certificó la Policía por escrito, y eso me hace muy feliz. Pero el problema de la paz consiste en darle cultura al país. Esta Ministra es muy chévere. Tiene un cartelito en la mente que dice "descentralizar". Por eso me llevo varias obras de este festival a otras cinco ciudades del país.

M.I.R.: ¿Cuál fue la buena hora que trajo de Argentina a Fanny Mikey?
F.M.: Llegué aquí detrás de un amor. Me enamoré de un teatrero, pero él era cristiano y yo soy judía.

M.I.R.: Si es judía, ¿por qué lleva al cuello una medalla de María Auxiliadora?
F.M.: Porque una vez estuve muy enferma, en cuidados intensivos, y un amigo me la llevó bendecida por un cura y me dijo: esta medalla te va a salvar. Desde entonces la llevo colgada. Pero yo no reniego de mi religión: soy y sigo siendo judía. Mi padre, muy conservador, se puso furioso porque me iba a casar con un cristiano, y tuve que ir me del país. Pensé que llegaba por poco tiempo y me enamoré de Colombia. Los primeros años trabajé como actriz en Cali al lado de Enrique Buenaventura, pero también vendía boletos de puerta en puerta para sostener el grupo. ¿Cuándo me convertí en empresaria? En mi primer intento contraté a Atahualpa Yupanqui para que se presentara en el Colón. Ese fue el día en el que un grupo de jóvenes iba a protestar al Palacio de San Carlos, donde todavía quedaba la Presidencia, y se enfrentó con la caballería. Tuve que cancelar la función. Lo perdí todo. Pero dicen que cuando uno pierde, después gana, y aquí estoy.

M.I.R.: ¿Fanny es una persona rica?
F.M.: ¿Que si tengo plata? No, porque yo no necesito nada. Tengo mi casa, compre mi isla del Rosario por cuatro millones hace muchos años. ¡Pero lo que me está costando mantenerla! Compré un apartamentito en Cartagena hace otro tanto de años por 4.000 pesos que hoy debe valer su buena plata: ya sabe usted cómo está Cartagena. Del resto, vivo al día.

M.I.R.: ¿Cuánto gana por todo ese trabajo maratónico que les tiene que meter a estos festivales de teatro?
F.M.: Si Dios quiere, ocho millones de pesos. En la radio dicen que con lo que voy a ganar, me voy a comprar un edificio de 20 apartamentos. Pero la verdad es la que le digo, y no lo hago por modestia. Simplemente no necesito plata. Cuando la tengo, me la gasto en vino, en invitar a mis amigos, y cuando puedo, viajo. Joyas no tengo porque me las robaron todas en un paseo millonario. Lo único que uso son estos dos anillos de fantasía: este de chuchitos es de buena suerte, y este otro me lo regalaron mis amigos de cumpleaños porque dijeron que una diva debe llevar un anillo resplandeciente a todas partes.

M.I.R.: ¿Y se siente diva?
F.M.: No. ¡Cómo voy a ser diva si firmo los cheques! Diva es Amparo Grisales, mi amiga a la que quiero mucho, porque gasta las 24 horas en arreglarse y estar perfecta. Yo gasto las mismas 24 horas pensando: ¿de dónde saco plata para este montaje? Y firmando cheques. Mis amigos se ponen bravos y me dicen: "Vos sos diva, aunque no querás". Y cuando me preguntan qué es ser diva, yo respondo: no hacer colas.

M.I.R.: (Risas). Usted tiene fama de ser muy amiguera, muy hospitalaria…
F.M.: Yo no tengo familia aquí. Mi familia son mis amigos. Y si no tuviera los que tengo, yo no podría vivir aquí.

M.I.R.: ¿Está enamorada?
F.M.: Estoy enamorada del amor. Es que a mí no me aguantan los hombres. Tengo un ritmo muy intenso.

M.I.R.: ¿El laboral?
F.M.: El laboral. El otro, cuando se puede, se puede. Es que cuando yo me enamoro, me olvido del mundo. Y eso sí que es peligroso.

M.I.R.: ¿Le molesta confesar su edad?
F.M.: No. Tengo 76 años.

M.I.R.: ¿Y de dónde saca esa monumental vitalidad que exhibe?
F.M.: Desde los 15 años me enfrenté a la vida y me propuse no tirar la toalla nunca. Y me han pasado las cosas más horribles pero a la vez más divinas del mundo.

M.I.R.: ¿Hace alguna dieta especial?
F.M.: No como carne. Pero tampoco soy vegetariana porque a veces como pollo y pescado. Me alimento muy mal, eso sí es cierto.

M.I.R.: ¿Qué la hace feliz en la vida?
F.M.: Soy un animal de teatro. Allí me formé. No tengo ningún empacho en barrer un escenario, en ir de puerta en puerta buscando plata, en vender una boleta. Cuando siento ganas de tirar la toalla, me siento en una platea vacía de mis teatros y me pongo a pensar: (dice llorando): A mí me van a velar en este escenario.

M.I.R.: Tranquila. Todavía falta mucho tiempo para que velemos a una mujer de su energía.
F.M.: Ojalá. Porque yo puedo deprimirme un día. Pero si me deprimo dos, me enfermo de verdad.

M.I.R.: ¿Por qué usa el pelo rojo?
F.M.: Hace mucho tiempo, cuando hacía café-concierto, un día me lo puse así y me gustó. Aunque originalmente lo tengo castaño oscuro. Y he decidido dejarme el pelo afro. Lo único que cuido mucho es el maquillaje: no salgo a ningún lado sin John Jairo.

M.I.R.: Pero el pelo rojo es una manera de no pasar inadvertida…
F.M.: No es por eso. Es que me siento bien yo misma. Y mire qué vanidosa: pienso que aunque llevara el pelo oscuro, tampoco pasaría inadvertida.

M.I.R.: (Risas).¿Qué obras nos recomienda en este festival?
F.M.: Yo elegí todo bueno. Depende de los gustos. Si le gusta la multimedia, no se puede perder La Tempestad de Shakespeare. Si le gustan los circos, traje los más maravillosos. ¿Las danzas? Traje las más divinas. Si le gusta el teatro clásico, tengo desde el clásico formal hasta el clásico trasgresor como Macbeth, cuyos actores son todos viejos de 70 y 80 años y hacen toda su función desnudos.

M.I.R.: ¡Eso va a dar mucho de qué hablar!
F.M.: Pues fíjese que en el New York Times salió una nota diciendo: si usted quiere ver lo último en teatro, vaya al festival iberoamericano en Bogotá. Por eso soy a la vez clásica, pero también transgresora, para explorar la evolución del teatro.

M.I.R.:¿ Por qué organizar (afortunadamente) este festival en Bogotá y no en Buenos Aires?
F.M.: Porque allí hay una tradición teatral: tenemos más de 120 salas de teatro. Hay un festival, pero no con esta trascendencia. Este festival es definitivo para mí país, para Colombia, para que se sienta orgullosa y diga: esto es lo que el mundo tiene que saber de este país.

M.I.R.: Finalmente, ¿usted cree que los colombianos valoramos lo que usted ha hecho culturalmente por nuestro país?
F.M.: Le voy a ser muy sincera: en los primeros festivales, no tanto. Pero hoy día me valora mucho el pueblo. Usted sale conmigo a la calle y se da cuenta del cariño con el que me saludan y me piden que les organice algún espectáculo. Eso me obliga a seguir adelante. El que habla mal de este país es un idiota. Porque Colombia es un país que levanta su fe frente a la muerte, frente a la sangre, y que sigue creyendo.