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Como México no hay 2

Las entrevistas concedidas por Fernando Botero Zea la semana pasada en México son más convincentes allá que aquí.

3 de febrero de 2007

El veredicto final sobre el caso Botero, a pesar de lo espectacular, parecía haber terminado rápidamente, tanto para la justicia como para la opinión pública, pocos días después de conocerse el fallo. Ni siquiera el pugnaz comunicado de Ernesto Samper para reclamar ese triunfo habría reabierto el tema. Fue el propio Botero quien lo hizo al conceder dos entrevistas en México que se convirtieron en el tema obligado de la semana.

La más controvertida se la dio a la emisora Radio Fórmula, de México, reproducida al día siguiente por La W en Colombia. La otra fue al periódico Excelsior. En las dos, Botero mostró que después de 12 años de retiro de la política, conserva la misma tenacidad y elocuencia de sus mejores tiempos. Arremetió ferozmente contra el ex presidente Samper, con la teoría de que éste iba a perder las elecciones presidenciales en 1994 contra Pastrana, por lo cual decidió solicitar, negociar y aceptar personalmente los dineros de los hermanos Rodríguez Orejuela, con quienes tenía una larga relación de tiempo atrás. Que el origen de todos sus problemas fue haber destapado el proceso 8.000 a través de la denuncia a un hombre que acabó llegando a la Presidencia por esos dineros, y que con el poder del Estado se obsesionó con vengarse y destruirlo. Que la razón por la cual acabó en la cárcel fue solamente haber sido el representante legal en la campaña, no obstante el hecho de que él, como Ministro de Defensa, había acabado con el cartel de Cali. Que a pesar de haber pagado una pena de dos años y medio por estas circunstancias, Samper le hizo reabrir el proceso judicial al nombrar a un fiscal de bolsillo (Alfonso Gómez Méndez). Y que ahora que aspira a la reelección en 2010, considera que la forma de limpiar su imagen fue haber logrado que la justicia lo condene por haberse robado 285.000 dólares de los varios millones que el cartel de Cali aportó a la campaña.

Agregó que la persecución política contra él es tan evidente, que a pesar de que el juez de primera instancia lo declaró inocente, el poder de Ernesto Samper logró que lo volvieran a juzgar por el mismo delito, violando el principio universal de la cosa juzgada. Por último, dejó saber que ante semejante arbitrariedad, acudiría a las múltiples instancias que le quedan ante la justicia colombiana, aclarando que ni lo está buscando la Interpol ni tiene impedimentos para viajar.

¿A quién se dirigía?

Estas declaraciones de Botero estaban dirigidas al público mexicano. Para esta audiencia se podría alegar que la versión fue presentada en forma coherente y convincente. Al igual que en su famosa entrevista concedida a Yamid Amat hace 12 años, cuando decidió confesar desde la cárcel, sólo cometió un gran error. Y curiosamente fue ante la misma pregunta: ¿Usted sabía del ingreso de esos dineros? A Yamid le había contestado: "Yo no sabía, pero me di cuenta de que Samper sí sabía", declaración que por incoherente acabó salvando al Presidente.

En esta ocasión, la respuesta a esa misma pregunta fue: "Yo sí sabía". Con lo cual el periodista mexicano lo puso contra las cuerdas contrapreguntándole "entonces cuéntame aquí entre tú y yo, ¿si sabías, cómo le aceptas ser su secretario de Defensa?".

En Colombia todo el mundo le cobró el reversazo. Si hace 12 años había jurado que no sabía, ¿cómo era posible que afirmara ahora exactamente lo contrario? Fuera de esta protuberante contradicción, la entrevista del ex ministro podría haber sido bien recibida entre los fanáticos antisamperistas que siempre han compartido sentimientos parecidos. Sin embargo, para el grueso público, la versión no resultó convincente. Una cosa es el nivel de conocimiento del tema que hay en México, y otra la que existe en Colombia. Y en lo que aquí respecta, a pesar de algunas verdades, las inexactitudes fueron muchas.

Entre las verdades está que ante el empate con Pastrana en la primera vuelta, entró pánico en la campaña samperista y se vislumbró por primera vez la posibilidad de perder. Lo que no es verdad es que fue Samper el que "pidió, gestionó e incorporó" los dineros del cartel de Cali. La totalidad de los testimonios conocidos en los últimos 12 años apunta a que fue Fernando Botero quien jugó ese papel. Lo que nunca se ha podido establecer es si le consultó al candidato sobre el tema. A pesar de que esto sería apenas lógico, sobre este aspecto no hay ninguna evidencia concluyente.

Otro sofisma del ex ministro es haber reclamado el mérito de haber destapado el proceso 8.000. En realidad, el que lo hizo fue Santiago Medina con su desconcertante confesión en la cual contó, con pelos y señales, cómo se tramitó la narcofinanciación. El testimonio del entonces tesorero comprometía directamente a Botero y sólo indirectamente a Samper. Para darle el golpe de gracia al Presidente, lo único que faltaba era que Botero dijera que los dos sabían. Sin embargo, el trabalenguas de que "él sí sabía pero yo no sabía", acabó salvando a Samper.

Uno de los argumentos de Botero que es una verdad a medias es que él acabó con el cartel de Cali. Samper, curiosamente, hace el mismo reclamo y en ese caso también es una verdad a medias. Ante la evidencia de que la elección presidencial la había definido la plata de los hermanos Rodríguez Orejuela, no tenían opción diferente que demostrar que no estaban comprados. Frente a la presión de Estados Unidos, era la única alternativa que tenían para no caerse. Como los dos, Samper y Botero, compartían esa misma necesidad, fueron socios transitoriamente en esa causa.

Uno de los puntos más débiles de la entrevista para la audiencia colombiana es atribuirle a Samper haber utilizado su poder para reabrir, a través de un fiscal nombrado por él, un caso juzgado y condenarlo dos veces por el mismo delito. Para empezar, en Colombia el Presidente no nombra al Fiscal, sino la Corte Suprema de Justicia, a partir de una terna. Además, Gómez Méndez, si bien lideró la investigación, no fue el único fiscal que intervino. Antes de él estaba Alfonso Valdivieso y después, Luis Camilo Osorio. Valdivieso, en su objetivo de tumbar a Samper, no les dio prioridad a las cuentas de Botero. Esto es muy distinto a la pretensión del ex ministro de que había precluido el caso y de que se trataba del mismo delito por el cual había sido condenado anteriormente: enriquecimiento ilícito a favor de terceros.

En lo que sí tiene razón Botero es en que había sido absuelto por un juez de primera instancia por el cargo de haberse robado 800 millones de pesos (un millón de dólares de la época y no 285.000, como dijo en su entrevista). Esa exoneración fue apelada por la Fiscalía y la Procuraduría y posteriormente fue revocada por el Tribunal Superior de Bogotá. La condena de la semana pasada fue simplemente el veredicto final de la Corte Suprema de Justicia, que era la última instancia del caso. Esto significa que, al contrario de lo que dijo Botero, ni Samper podía haber determinado el resultado final, ni existen "muchas otras instancias en Colombia" para revisar el fallo. El proceso en realidad está cerrado en el país, y los organismos internacionales a los que ha aludido Botero para una supuesta apelación no tienen jurisdicción para delitos comunes.

Y, por último, Botero afirma que está muy tranquilo en México, que no lo busca la Interpol y que no tiene limitaciones para viajar. Por razones obvias, esto no es verdad.

¿Qué explicación tendría que un hombre inteligente como Fernando Botero se expusiera a ser desmentido públicamente con tanta facilidad? Una respuesta que salta a la mente es que en Colombia ya no tenía nada que perder y en México, sí. Por lo tanto, su estrategia tenía que estar dirigida al país azteca, que es donde piensa permanecer el resto de su vida. En este sentido, la manera como enfrentó su condena definitiva puede haberle resultado. De ser cierta esta interpretación, Botero estaría paradójicamente echando mano de la inmortal frase de su peor enemigo durante el proceso 8.000: "Aquí estoy, y aquí me quedo".