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Cecilia Ramírez , con el ataúd de su hijo, José Ricardo Rodríguez, conductor del exministro Fernando Londoño, asesinado en el atentado contra él.

SEGURIDAD

Conflicto armado: el retorno de un fantasma

Los atentados de Bogotá y la muerte de 12 militares en La Guajira pusieron al país urbano ante la realidad de un escenario que aún es capaz de sacudirlo. Los militares insisten en que, pese a todo, su nueva estrategia ya empezó a dar resultados.

26 de mayo de 2012

Un fantasma está de vuelta en Colombia: el del conflicto armado. Pese a que los dos últimos gobiernos han hecho toda clase de esfuerzos por pasar la página de la guerra, en menos de una semana el país fue devuelto a una realidad dramática: la confrontación no solo sigue cobrando víctimas en zonas marginales sino que uno de sus tentáculos alcanzó el corazón de la capital.

Este es el significado profundo de la desactivación del carro bomba frente a una sede de la Policía y la explosión que casi le cuesta la vida al exministro Fernando Londoño, ocurridos con horas de diferencia en Bogotá, y de la muerte de 12 soldados a manos del frente 59 de las Farc en un paraje remoto de La Guajira, seis días después. En menos de una semana, la Colombia urbana quedó frente a frente con un demonio que prefería creer exorcizado. El terror, que es la norma para muchos habitantes de las regiones donde arrecia el conflicto armado interno, vino a recordar brutalmente al centro moderno del país la brecha que existe entre las cifras sobre inversión y prosperidad y la amarga realidad de una guerra de medio siglo cuyos coletazos todavía pueden revivir imágenes de tiempos que parecían superados. Sin previo aviso, la 'otra Colombia', como llaman algunos a esa nación lejana de la guerra y las víctimas, estalló en Bogotá.

Aunque el alto gobierno se ha cuidado de atribuir los hechos de la capital a las Farc, las hipótesis de la inteligencia oficial se inclinan hacia esta guerrilla como la más probable responsable. Si esto es cierto, ¿cómo y a qué hora recuperaron las Farc la capacidad para hacer en el área urbana más neurálgica del país, de la que presuntamente habían sido erradicadas, un atentado que demanda refinadas capacidades de inteligencia y ejecución? (Y, si no fueron ellas, las preguntas son aún más inquietantes). Para colmo, por primera vez lo ocurrido, en lugar de unir al establecimiento frente a la amenaza del terror, se ha convertido en munición para el pugnaz enfrentamiento que protagonizan el presidente y su antecesor, Álvaro Uribe, cuyo principal caballo de batalla es, precisamente, el de la seguridad. Inédito choque de trenes que, de no frenar, puede acabar sumando potencia a la onda expansiva de la explosión capitalina.

Más allá de la autoría y de la pugna política, lo sucedido es todo un campanazo de alarma en materia de seguridad. Por tener a Bogotá como escenario. Pero también por los hechos de La Guajira. El frente 59 estaba prácticamente inactivo (o refugiado en Venezuela, según algunas fuentes). Se le había atribuido la explosión de un camión bomba contra la estación de Policía de Maicao, que dejó varias víctimas civiles, el 5 de diciembre. Pero esa estructura 'durmiente' reaparece con el letal ataque que cobró la vida de 12 militares.

Dos hechos de gran resonancia que vienen a reforzar el argumento de algunos analistas: la seguridad se está deteriorando. La Fundación Seguridad y Democracia de la Universidad de la Sabana, de Alfredo Rangel, proporcionó a SEMANA sus datos hasta abril de este año. El cuadro que pinta es el de un preocupante número de acciones de las Farc y una caída de los combates contra ellas por iniciativa de la fuerza pública. Según Rangel, el secuestro extorsivo aumentó en 27 por ciento en el periodo enero-abril comparado con el año anterior, con la delincuencia común relevando a las Farc como perpetradora. Los retenes ilegales se multiplicaron por cuatro y llegaron al número más alto en seis años, al igual que los atentados contra la infraestructura, que aumentaron en 57 por ciento frente a 2011 -sobre todo aquellos contra la industria petrolera, que sufrió en promedio un ataque cada tres días en estos cuatro meses-. Aunque los ataques guerrilleros contra la fuerza pública disminuyeron levemente, casi triplican los de 2008. Un dato inquietante es el crecimiento de las emboscadas y los ataques a instalaciones policiales, algo que la guerrilla se había visto obligada casi a suspender.

Los militares presentan un cuadro muy distinto. SEMANA tuvo acceso al primer balance que ha hecho el Ministerio de Defensa de la nueva estrategia militar frente a la guerrilla, que lleva unos pocos meses en pie y fue diseñada justamente para hacer frente a los cambios en su accionar.

Sus datos comparan el periodo de enero primero a mayo 15 entre 2011 y 2012. Aumentos en capturas (72 por ciento), de muertes en combate (39 por ciento) y de desmovilizaciones de guerrilleros de las Farc se presentan como muestra de "una vocación más ofensiva de la fuerza pública". Las denuncias por extorsión, que venían creciendo en años anteriores, se reducen. El secuestro extorsivo es el más bajo en una década y el número de masacres, el menor desde 2008. Se insiste en que bajo este gobierno se han dado operaciones que llevaron a la muerte de los máximos jefes de las Farc ("habíamos llegado hasta el número 3 pero nos faltaban el número 1 y el número 2", dijo el presidente hace poco, en alusión a las muertes del Mono Jojoy y Alfonso Cano, durante su mandato). Y que ha habido golpes "históricos", como los bombardeos en Arauca y Meta, en marzo, que cobraron las vidas de casi 70 guerrilleros, y la muerte o captura de 30 mandos medios de las Farc en lo que va de este gobierno. Hay resultados también contra el ELN y las llamadas bandas criminales, los grupos herederos de los paramilitares. Y se pone de presente que la mitad de las acciones de las Farc se concentra en apenas 15 municipios de seis departamentos, en zonas marginales del país (y el 80 por ciento de las acciones del ELN en tan solo cinco municipios de tres departamentos).

El comandante del Ejército, mayor general Sergio Mantilla, es categórico: la nueva estrategia oficial, que se concentra en atacar diez 'áreas base' a las que se ha replegado esta guerrilla con sus frentes más importantes, ya empezó a surtir efecto. "Los resultados son inevitables. Es cuestión de tiempo" -dijo a SEMANA-. El general insiste, además, en que el ruido de una bomba no debe hacer perder de vista que la derrota estratégica de las Farc es irreversible: "el Plan Renacer de las Farc (mediante el cual retornaron a la guerra de guerrillas y al recurso a francotiradores, explosivos, emboscadas y hostigamientos para resistir la masiva ofensiva oficial) es táctico, para ganar tiempo. Su plan estratégico, que era dominar la cordillera Oriental para cercar a Bogotá, fracasó, sostiene. Toma tiempo. Pero se tomaron las decisiones correctas, y todas las fuerzas están alineadas", concluye.

Es cierto que no hay el menor indicio de que las Farc puedan revertir su situación de derrota estratégica. Pero también es verdad que la nueva estrategia oficial ha llegado con notorio atraso. El deterioro de algunos indicadores de seguridad viene desde 2008-2009, y a este gobierno le tomó año y medio ponerla en pie.

El gobierno Santos está ante un problema creciente. Y no solo por razones de percepción. Junto a las cifras oficiales optimistas hay otras que no lo son, y el gobierno, pese a los logros que exhibe, se está viendo cada vez más cuesta arriba para convencer al país de que la seguridad mejora. Esta es la gran paradoja de la situación actual, que ni el presidente ni su ministro de Defensa han logrado romper. Pese a que insisten -con razón- en que nunca se habían dado a la guerrilla golpes tan contundentes como en estos dos años, el país asiste cada día más escéptico a un ataque tras otro de las Farc. Si la nueva estrategia no empieza a arrojar pronto resultados contundentes (o si nuevos atentados sacuden las ciudades) Juan Manuel Santos estará en verdaderos líos.