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Congreso y Gobierno: arranca el segundo tiempo

El 20 de julio empezó una nueva etapa para la relación entre el Capitolio y la Casa de Nariño, marcada por cambios en la Unidad Nacional y el fantasma de la reelección tanto de los congresistas como del presidente Santos.

21 de julio de 2012

El viernes 20 de julio, el presidente Juan Manuel Santos y 266 congresistas se volvieron a encontrar después de un corto receso de tres semanas. Era la primera vez que cruzaban miradas después de la fallida reforma a la Justicia y las sesiones extras para hundirla. El discurso del presidente fue largo y predecible. Repasó sus principales logros, no dio ninguna chiva, como el año pasado, cuando anunció la entrada de los Verdes a la Unidad Nacional, y trató de tender puentes con los congresistas al reconocer una buena legislatura pese al impasse de la reforma a la Justicia. Entre líneas, el presidente dejó al descubierto la dinámica que se espera del Ejecutivo para el segundo tiempo del gobierno Santos.

Los congresistas llegaron con una nueva actitud: demostrarle al presidente que en el Capitolio ellos juegan de locales y él, de visitante. La primera muestra es que para este año no aceptaron la ayuda logística de la Casa de Nariño para organizar la instalación de las sesiones, lo que varios en Palacio entendieron como un grito de autonomía. “El 20 de julio es el día de la independencia” ha dicho más de una vez Roy Barreras para señalar una nueva etapa en la relación entre el Congreso y el Ejecutivo. Y, aunque la furia y la indignación de los senadores y representantes ya dieron paso al pragmatismo, están decididos a no ser un Congreso apéndice. No en vano, en el mundo político se reconoce que el primer año es del presidente, el segundo es compartido, el tercero es para el Congreso y el cuarto no es de nadie. Este es un año difícil, donde la atención de los legisladores pasa de las leyes a las estrategias para asegurar su reelección.

Esto implica que, si bien la cordialidad, la comunicación fluida y el mutuo respeto imperarán sobre las relaciones entre Santos y el Congreso, los políticos usarán sus mañas para causarle dolores de cabeza al Ejecutivo. Podrían, por ejemplo, aumentar los debates de control político a los ministros del gabinete, demorarse más en el trámite de las leyes –en aras de leerlas y estudiarlas más a fondo– y asustar a más de uno con la inasistencia. Aunque a algunos asesores presidenciales se les ha oído decir que el Congreso necesita más al presidente que el presidente al Congreso, los legisladores saben que no es así. En palabras de Augusto Posada, representante de la U, “el Congreso es el órgano de la democracia por excelencia, así de sencillo. Quienes digan que no necesitan al Congreso no merecen ni respuesta”.

Por otro lado, el gobierno requerirá en definitiva el apoyo del Congreso si quiere sacar adelante su agenda legislativa. El ministro del Interior, Federico Renjifo, al término del consejo de ministros en San Andrés, anunció que hay más de 70 proyectos del gobierno en trámite o en elaboración, lo cual es un número bastante elevado para un tercer año de cualquier gobierno. Sobre todo en una coyuntura donde temas como la salud y la seguridad se pueden robar los micrófonos. Los más importantes serán el fuero militar –ya a mitad de camino–, el presupuesto y las reformas económicas. A pesar del revuelo, es un hecho que el gobierno presentará una ‘minirreforma’ tributaria para buscar mayor equidad, pero aún no está listo el articulado. Igual pasa con la reforma pensional, que primero deberá ser concertada con los trabajadores. Otros proyectos fundamentales para el gobierno como la Ley de Desarrollo Rural, el Código Minero y la reforma a las corporaciones autónomas regionales (CAR) están demorados por cuenta de la consulta previa. Llegarán al Congreso, pero no inmediatamente, lo cual puede ser arma de doble filo. Las iniciativas podrían arrancar su trámite legislativo cuando el ambiente esté más amable hacia el Ejecutivo pero podrían estar cortos de tiempo para asegurar su aprobación.

La agenda legislativa no será lo único que cambie. Si bien la Unidad Nacional sigue sólida, hay quienes piden cambios en su funcionamiento. Varios senadores consultados por SEMANA aseguran que la mecánica de la coalición no funciona, pues las bancadas están pidiendo contacto más directo con el presidente. La Mesa de Unidad se convirtió en un teléfono roto, pues los parlamentarios sienten que los presidentes de cada partido, quienes asisten a la mesa, son quienes toman todas las decisiones sin consultarles a los demás. Por esto, lo más seguro es que los desayunos en Palacio se vuelvan más frecuentes. Y no serán solo con los jefes de los partidos –muchos de los cuales no representan a sus copartidarios– sino con el pleno de las colectividades.

Además de encontrarse con el primer mandatario en la Casa de Nariño, los legisladores buscarán sacar a Santos de Bogotá. Es decir, giras locales acompañado por los senadores y representantes de los departamentos. El Ministerio del Interior ya está en esta moda ‘descentralizada’. Renjifo y sus asesores están recorriendo el país, visitando a las autoridades y a las bancadas regionales para estrechar lazos y hablar de proyectos. Ya pasaron por Tolima, Antioquia y Cundinamarca. Sin embargo, algunos políticos han reclamado la presencia del propio presidente. Y parece que están sintonizados. Como parte de su rendición de cuentas, desde este lunes, el presidente emprenderá una vuelta a Colombia para visitar las regiones y comunicar los resultados de sus primeros dos años de gobierno.

Lo cierto es que en el país se puede hacer política de tres formas: desde la oposición, con obras (presupuesto), o con burocracia (puestos). Los congresistas están en un punto de quiebre en el que están analizando cuál de estas es su mejor opción. Si el presidente sigue bajando en las encuestas y no tiene rumbo fijo, la oposición –ya sea con Uribe o con otra fórmula– se vuelve atractiva. “Si yo hubiera sabido que el partido iba a ser así, me habría cambiado de equipo” dice un senador de la Unidad. Los congresistas también pueden presionar por dinero y obras para sus regiones, sobre todo cuando los resultados económicos son positivos. Hace pocos días, incluso, Santos anunció un presupuesto de inversión ‘histórico’. Y por último, aunque nadie lo acepte públicamente, la burocracia también tiene su magia para los políticos, en especial para quienes no cuentan con representación local. Dependerá del propio gobierno que la oposición no sea la opción preferida de los políticos.

El viernes pasado se abrió, entonces, un nuevo Congreso. Aunque lo mismo sucede cada 20 de julio, no todos los años son claves para el futuro de una administración y de los propios legisladores. El Congreso debe encarar a la ciudadanía y sintonizarse con ella en aras de superar una de sus peores crisis de legitimidad en la historia reciente. Por parte del presidente, empezó el año en el cual los anuncios deben convertirse en realidad con miras a asegurar su programa de gobierno y construir su legado. Lo mejor para que ambos puedan lograr sus objetivos es trabajar en equipo y no en bandos contrarios.
 
¿Un Congreso sin Otero?
 
La gran ausencia de la siguiente legislatura será Emilio Otero, uno de los hombres más poderosos del Congreso debido a que durante diez años fue el secretario del Senado. La presión de los medios de comunicación, tuiteros y varios congresistas dio al traste con su sexta aspiración cuando faltaba un día para la escogencia de las mesas directivas del Congreso.

Desde que fracasó la reforma a la Justicia Otero estuvo en el foco de la opinión pública, pues no solo fungió como secretario en la conciliación sino que participó en la redacción de un artículo que le daba un fuero especial, semejante al del presidente de la República. Desde entonces, las denuncias sobre sus nubosos negocios, irregularidades en su desempeño, su exuberante salario y el intercambio de favores no pararon.

Otero no estará de cuerpo presente, pero la gran incógnita es si su sucesor en el cargo será independiente del funcionario más poderoso que haya tenido el Parlamento, a pesar del supuesto bajo perfil del cargo. Si muchos excongresistas se hicieron elegir en ‘cuerpo ajeno’, ¿por qué el secretario que intentó tener un amplio fuero no lo puede hacer?