Home

Nación

Artículo

David Barguil seguirá ejerciendo control político y Juan Fernando Cristo liderará una nueva versión de la Unidad Nacional | Foto: Alejandro Acosta

PARTIDOS

Los conservadores no se quieren quedar por fuera

Por cuenta de la paz, la mayoría de los conservadores quieren estar cerca del gobierno, pero no necesariamente en la Unidad Nacional.

6 de febrero de 2016

El divorcio del Partido Conservador con la Unidad Nacional duró menos de lo que se creía. A comienzos de 2014, cuando la colectividad decidió apoyar la candidatura presidencial de Marta Lucía Ramírez, en el mundo de la política nacional se pensó que la ruptura duraría todo el segundo periodo de Juan Manuel Santos. Pero, paradójicamente, y a pesar de que en los últimos años el partido se ha ubicado a la derecha del espectro político, a medida que se acerca la firma de los acuerdos de La Habana se fortalece la posibilidad de que los azules entren a la coalición de gobierno.

El eventual regreso de los conservadores no tendrá mayor incidencia para el día a día de las decisiones políticas. Desde que arrancó la última legislatura han votado afirmativamente la gran mayoría de iniciativas al gobierno, incluidos temas tan difíciles como el acto legislativo para la paz, el plebiscito y la reforma de reequilibrio de poderes. Sin embargo, contar con los godos tiene para el equipo de Santos un significado simbólico importante: se trata de un partido más en la foto de la paz. Porque si bien en los últimos años ellos han perdido escaños en el Congreso, se han fortalecido a nivel regional, lo cual corresponde a la idea con la que el gobierno busca legitimar el acuerdo con las Farc en las regiones, lo que se ha denominado ‘paz territorial’. Según el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, “desde el gobierno esa posibilidad se valora con creces. El acercamiento del Partido Conservador haría parte de la consolidación de la Unidad Nacional por la paz”.

Pero el reencuentro no solo resulta conveniente para el gobierno. Excepto Marta Lucía Ramírez, quien considera que el proceso de paz genera “múltiples dudas”, y unos pocos miembros del directorio del partido, la mayoría de los congresistas, gobernadores y alcaldes están convencidos de que su regreso puede hacer parte de un plan estratégico para mantener o recuperar poder electoral. “Apoyar proyectos que no han nacido en el partido, como los de Álvaro Uribe y Óscar Iván Zuluaga, ha sido una de las razones por las cuales los conservadores perdimos fuerza parlamentaria”, afirma el representante Telésforo Pedraza. Al anterior cálculo se suman el interés de los alcaldes y gobernadores de mantener cierta cercanía con el gobierno y con los programas de asignación de recursos para el posconflicto en las regiones, y la percepción generalizada entre los parlamentarios de que sería anticlimático no estar del lado del final de la guerra. Al fin y al cabo, la historia del partido ha estado ligada a los procesos de paz. Con Guillermo León Valencia, terminó del todo el enfrentamiento con los liberales. Belisario Betancur fue el primer presidente de Colombia que dialogó con la guerrilla, y planteó una amnistía en aras de avanzar en un proceso con las Farc, el EPL y el M-19 que resultó fallido. Y Andrés Pastrana se la jugó toda tratando de sacar adelante el proceso del Caguán.

El presidente del partido, David Barguil, cada vez que alguien le pregunta sobre el tema, refuerza el argumento de que tiene poca presentación oponerse a un gobierno cuya bandera -con posibilidades reales de éxito- es el fin del conflicto con las Farc. Barguil, de 34 años, tiene más de tres décadas por delante para hacer política. Y quienes hacen parte de su círculo cercano consideran inconveniente que los recuerden en los próximos años por oponerse al proceso.

Pero estar del lado de la paz no es lo mismo que regresar a la Unidad Nacional. Así quedó claro en la reunión del Directorio Conservador del pasado martes, en la que la mayoría de los presentes llamaron la atención sobre la importancia de seguir dando el debate en temas económicos y de política social. Ahora que el país está en plena crisis económica y se avecina una reforma tributaria, los conservadores no quieren perder la oportunidad de ser críticos en ese frente. Prueba de eso es que el propio Barguil ha invitado a los sectores productivos a unirse al ‘Pacto por la reactivación económica’, una campaña para que los bancos, las cementeras, las empresas de telefonía móvil y los insumos agrícolas comiencen a reducir los cobros excesivos en los productos y servicios que ofrecen.

La semana pasada, Barguil le envió una carta a Asobancaria en la que pide a los 24 bancos del país implementar una política de gratuidad en costos de manejo y reducción de tasas y tarifas. Y en lo que va corrido del año, los godos ya plantearon el debate sobre dos temas económicos: frente a la eventual reforma tributaria, dijeron que “no acompañarán ninguna iniciativa que golpee el bolsillo de los colombianos” y propusieron bajar los impuestos a los sectores productivos para incentivar la inversión. Así mismo, asumieron la vocería contra el cambio que hizo el Ministerio de Transporte en las tablas de avalúo de vehículos para efectos impositivos y arremetieron contra el gobierno por la venta de Isagén, un proceso liderado por Mauricio Cárdenas, un ministro cercano a sus huestes.

Estar con la paz sin estar en la Unidad es la mejor salida para los conservadores. Por eso, lo más seguro es que empujen el proceso de formar una ‘Unidad por la Paz’, una versión reeditada de la Unidad Nacional, en la que ya vienen trabajando sectores del gobierno y algunos partidos, cuyo eje, más que el respaldo a los acuerdos que se buscan en Cuba, sea la búsqueda de posiciones unificadas en todos los temas de la agenda legislativa.

En todo caso, que los azules decidan hacer parte de esa ‘Unidad por la Paz’ depende de una instancia que nadie se puede saltar: el directorio del partido. Aunque se esperaba esa reunión para principios de enero, todavía no hay una fecha exacta. Será entonces, cuando estén sentados los 21 miembros, incluida Marta Lucía Ramírez, acérrima enemiga de ese matrimonio, cuando se conocerá el futuro de los conservadores.