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Contra la corriente

En medio del unanimismo que vive el país unas pocas voces se atreven a disentir del gobierno.

Francisco Miranda Hamburger
20 de abril de 2003

En una misma semana Lucho Garzón acusa al gobierno de nombrar amigos en los cargos diplomáticos, los senadores Antonio Navarro Wolff y Carlos Gaviria votan en contra de la reforma política en el Congreso mientras que Piedad Córdoba lucha en la secretaría del Senado para darle una fecha a su debate contra el ministro del Interior, Fernando Londoño. En cualquier otro país del mundo eso se llama oposición. Sin embargo en Colombia el término está asociado con la guerrilla o con el entorpecimiento del gobierno.

Ante la abrumadora victoria de Alvaro Uribe en la primera vuelta presidencial de mayo del año pasado una pregunta rondó inmediatamente el ambiente político: ¿quién se atreverá a oponerse a un Presidente elegido abrumadoramente y cuya imagen tenía un halo de Mesías? Sobre todo teniendo en cuenta que Uribe fue un fenómeno electoral que derrotó a los dos partidos tradicionales desde una disidencia por primera vez en la historia electoral del país. Las miradas se voltearon hacia Horacio Serpa, quien semanas después daría una respuesta reconfortante para sus seguidores: "El liberalismo hará una cooperación constructiva con independencia crítica".

Sin embargo, ocho meses después y con todo un paquete de reformas uribistas aprobadas, Serpa, el líder de la 'oposición', ocupa la embajada de Colombia ante la Organización de Estados Americanos (OEA), le toca defender el apoyo gubernamental a la guerra contra Irak y los serpistas se debaten entre celebrar o no un congreso partidista en el que no es segura aún la unión de las distintas facciones. Con más cooperación que crítica, ese frágil intento de oposición de los liberales en las elecciones terminó perdido entre acuerdos parlamentarios y resucitado de vez en cuando con declaraciones retóricas. La segunda fuerza política del Congreso, los liberales serpistas, todavía sufre de la crisis de identidad de no saber si apoyar o criticar las iniciativas del gobierno. El Partido Liberal sufre de una especie de síndrome de Dr. Jekyll y Mr. Hyde: de día es gobiernista y de noche hace oposición. Como en la aprobación de la reforma política en la comisión primera: liberales y conservadores unidos en torno al voto preferente.

En sus primeros meses de gobierno el presidente Uribe tiene a los conservadores y la bancada uribista en el bolsillo mientras que, de uno en uno, los liberales oficialistas han empezado a tender puentes hacia el Ejecutivo en medio de su confusión. Aunque son respetadas las posiciones críticas del ex candidato presidencial Juan Camilo Restrepo y los fuertes editoriales de El Nuevo Siglo contra el referendo, los congresistas conservadores están en la mayoría de los casos alineados con el Ejecutivo. Así las cosas, el eje de los contradictores de la nueva administración se deslizó notablemente hacia la izquierda. De esta forma el Polo Democrático, variopinta coalición de movimientos que van desde los maestros sindicalizados hasta el tradicional Partido Comunista, quedó prácticamente como el dueño y señor de la oposición ante la desbandada serpista.

Para efectos prácticos, el presidente Uribe controla casi el 90 por ciento de los congresistas mientras que un puñado de 11 senadores trata de hacerle contrapeso a la llamada "aplanadora" del gobierno. De este grupo se destacan los senadores Antonio Navarro Wolff, Piedad Córdoba y Carlos Gaviria, así como los indígenas Gerardo Jumí, Efrén Tarapués y Francisco Rojas Birry. También están los veteranos Jaime Dussán, Samuel Moreno Rojas y Javier Cáceres. Terminan la lista Luis Carlos Avellaneda, dirigente que proviene del sindicalismo, y Jorge Robledo, del Moir. En la Cámara de Representantes están Gustavo Petro, Germán Navas Talero, Ramón Elejalde, Wilson Borja y Hugo Zárrate, segundo vicepresidente de esa corporación, entre otros.

Por fuera del Congreso el tercer lugar de la campaña presidencial, Luis Eduardo Garzón, aprovecha el vacío político que deja el silencio burocrático de Horacio Serpa y Noemí Sanín y, como jefe del Polo y columnista de la revista Cambio, también empieza a descollar como una figura de la oposición al gobierno. Una decena de parlamentarios y un ex candidato presidencial constituyen el único contrapeso abierto a las políticas de la administración Uribe en el escenario político. Un contrapeso que, según Scott Mainwaring, profesor de la Universidad de Notre Dame, "es vital para que exista cualquier sistema de partidos democrático. Sin oposición un sistema puede existir pero sólo por poco tiempo". ¿Qué futuro tiene esta oposición que se puede contar con los dedos de la mano?

Golondrinas que hacen verano

Si el poder político se midiera únicamente por el ruido el gobierno tendría que estar asustado ante este puñado de congresistas. De los 10 senadores más votados en las pasadas elecciones de marzo cuatro son del Polo: Navarro, Gaviria, Moreno y Dussán. Todos son líderes reconocidos con trayectoria larga en el sector público y superan la barrera de los 100.000 votos. Además, según la última encuesta Invamer, el senador Antonio Navarro no sólo goza de un reconocimiento de 90 por ciento sino también de una favorabilidad de 51,4 por ciento.

En la misma encuesta Lucho Garzón tiene una imagen favorable para el 41,6 por ciento de los colombianos. Estos dos miembros de la coalición opositora se cuentan dentro de los líderes más destacados del escenario político nacional y superan en buena imagen a altos funcionarios del gobierno, como los ministros Fernando Londoño Hoyos y Marta Lucía Ramírez, así como al senador Rafael Pardo, de la bancada uribista, y el vicepresidente, Francisco Santos. En el caso de Garzón, este reconocimiento lo mantiene con altas probabilidades de competir por la Alcaldía de Bogotá. Tanto estar en el gobierno como enfrentarse a él da réditos en términos de imagen pública. Al menos por ahora.

El caso de la senadora Piedad Córdoba es peculiar. En toda su carrera política ha militado en el Partido Liberal y ahora se distancia de sus directivas. Por los temas que defiende, derechos sexuales, mujeres y negritudes, es considerada del ala "izquierda" del liberalismo. Debido a sus críticas a los movimientos de los serpistas en busca de la unión con el uribismo liberal sus colegas la han relegado y ha encontrado eco en las filas del Polo. Junto al representante Ramón Elejalde, su fórmula a la Cámara, son las voces disidentes más fuertes de la línea oficial del Partido Liberal.

Por otro lado, el senador Carlos Gaviria fue la sorpresa de las elecciones parlamentarias del año pasado. Ese éxito se le atribuye a la imagen de seriedad intelectual y preocupación social que ganó como magistrado de la Corte Constitucional. Muchos colombianos recuerdan el erudito 'toma y dame' que protagonizó en un debate parlamentario con el ministro del Interior y Justicia, Londoño Hoyos, el año pasado. Para muchos, la presencia de Gaviria en el Congreso eleva el nivel de la discusión por sus amplios conocimientos en temas constitucionales. Por tal razón, no es desdeñable su posición como contradictor del referendo y de la reforma política en foros y espacios académicos.

Además la mayoría de los parlamentarios de izquierda gozan de una percepción positiva en la opinión pública. Son catalogados como políticos honestos, alejados de las prácticas clientelistas, bien preparados y, lo más importante, con una serie de principios políticos férreos e innegociables.

Sin embargo ni el perfil académico ni la buena imagen pública lo son todo en política. El auge de las tendencias derechistas en las políticas de gobierno viene acompañado de un amplio apoyo popular. En la encuesta arriba mencionada, 66,7 por ciento respalda la red de informantes que coordina el Ministerio de Defensa mientras que 61,3 está de acuerdo con las zonas de rehabilitación. En concordancia, 60 por ciento aprueba la gestión de gobierno del presidente Alvaro Uribe. No hay duda de que el país ha girado a la derecha.

En este ambiente prouribista, hacerle oposición pública a la administración en el Congreso o en los medios es una apuesta de alto riesgo político y electoral. Es aún muy temprano para afirmar si convertirse en las antítesis del estilo y la agenda del primer mandatario les dará a los dirigentes del Polo Democrático enormes dividendos políticos o los condenará al ostracismo frente a los votantes.

Puntos de la agenda

Son tres los temas centrales en los que la administración Uribe está recibiendo una crítica sostenida: el referendo, las reformas económicas y la política de seguridad democrática. No obstante, sólo el referendo ha convocado una campaña unida de los sectores del Polo Democrático a favor de la abstención. Para la opinión pública ha sido claro el liderazgo de Luis Eduardo Garzón, Antonio Navarro y Piedad Córdoba para que el programa clave del gobierno para reformar la política se hunda en las urnas.

A diferencia de las posiciones unificadas frente al referendo, las críticas a los temas económicos y de seguridad no sólo no cuentan con una posición opositora en bloque sino que cada uno de los congresistas expresa su posición individual. Por su condición de coalición el Polo Democrático tiene matices ideológicos muy variados y ha estado a punto de 'descongelarse' en varias ocasiones en los últimos meses. Sólo la campaña contra el referendo ha servido como cemento de una casa de ladrillos al borde del derrumbe.

Y aun en el tema de la abstención ha faltado más fuerza del bloque opositor. Que el referendo está enredado es una realidad; pero su situación actual es más defecto de la administración que virtud de la oposición. La más reciente encuesta de SEMANA revela que el talón de Aquiles de la campaña por el referendo está en la ausencia de pedagogía y conocimiento de su contenido. Los reparos ideológicos, que han sido el centro de la campaña opositora, parecen no incidir mucho en la decisión de apoyar o negar el articulado. Además, después de un lanzamiento con bombos y platillos de la campaña por la abstención, los opositores han dejado morir el tema tanto en los medios como en el mundo político.

Con sólo el 10 por ciento del Congreso, un buen reconocimiento pero sin influencia en la opinión y una campaña abstencionista languideciente, el Polo se enfrenta a los problemas que siempre han aquejado los intentos de oponerse al gobierno de turno. Ni hablar de la dificultad de unificar criterios por los orígenes políticos tan variados de una coalición que ha sobrevivido mucho tiempo para haber nacido como un acuerdo electoral. En la tradición política colombiana da más frutos a los políticos negociar que confrontar. Una notable excepción fue la campaña del actual presidente Alvaro Uribe, que nunca tuvo mucha aceptación por su postura crítica al proceso de paz con las Farc. Pero apenas éste se cayó su victoria fue imparable. Ahora, ¿qué tan difícil es convertirse en opositor?

Oposicion: mision imposible

El dilema de apoyar o confrontar al Ejecutivo que hoy enfrentan estos grupos de la izquierda democrática no son exclusivos de la administración Uribe. Desde la creación del Frente Nacional, el pacto entre liberales y conservadores de compartir milimétricamente el poder, la inexistencia de la oposición política ha sido un tema que ha alarmado a los politólogos y alimentado las críticas al sistema político.

Las posiciones van de extremo a extremo: desde quienes piensan que nunca ha existido una real oposición política en Colombia hasta quienes concentran todo el esfuerzo alternativo en la opción armada de los grupos guerrilleros. Ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre. El clientelismo, la violencia de los grupos al margen de la ley y del Estado y el desmantelamiento de los partidos políticos dificultan que en la práctica se pueda hablar de oposición. La eliminación física de miles de líderes y activistas de base de la Unión Patriótica en los años 80 y 90 es memoria viviente de que, en muchas ocasiones, oponerse desde la izquierda es una actividad de alto riesgo.

En cada cuatrienio, con excepción del esquema gobierno-oposición del presidente Virgilio Barco, el Ejecutivo ha buscado, mediante prebendas y clientelismo, garantizar las mayorías que le permitan aprobar sus iniciativas en el Congreso. El presidente Ernesto Samper las conquistó para ganar su juicio político y aferrarse al solio de Bolívar mientras que Andrés Pastrana creó una coalición suprapartidista, la 'Alianza por el Cambio', cuya única función era garantizar el trámite fluido de los proyectos de ley.

La diferencia con la administración Uribe está en la magnitud de esas mayorías. No es un secreto que gran parte de la renovación del Congreso estuvo en manos de nuevos políticos que, aprovechando el efecto 'Alka-Seltzer' de acompañar a Uribe, inflaron su votación y ganaron su curul. Por otro lado, y en una menor proporción, los candidatos de izquierda con tesis antiUribe también sorprendieron por sus guarismos.

Ante la inexistencia práctica de partidos políticos en el Parlamento las alianzas de uno u otro lado son acuerdos que los congresistas celebran de manera individual. Hablar de un grupo opositor en Colombia no es lo mismo que en un sistema parlamentario como el de Gran Bretaña o España. Mucho menos las líneas partidistas están tan marcadas como entre demócratas y republicanos en Estados Unidos.

Además otras instituciones, como los medios de comunicación y las altas cortes, han sustituido al Congreso como espacio de expresión de las ideas contrarias al gobierno. Un ejemplo notable es la revisión que la Corte Constitucional realiza actualmente al proyecto de ley del referendo. Los sectores contrarios a algunos puntos, como la prórroga de mandatarios locales y la supresión de las personerías, cifran sus esperanzas en que los magistrados "le cuelguen al gobierno uno que otro artículo". Este es un debate que debió haberse dado en el Parlamento entre los gobiernistas y la oposición.

Frente a otras iniciativas del gobierno, como las zonas de rehabilitación, los soldados campesinos o el apoyo a la guerra contra Irak, los medios de comunicación han ejercido un papel fiscalizador y de rendición de cuentas, suplantando a la oposición parlamentaria. Asimismo, columnistas de las páginas editoriales de la prensa escrita critican constantemente las políticas de la administración Uribe (ver recuadro).

Más que una postura colectiva de principios y propuestas, la oposición en Colombia hoy es una sumatoria de liderazgos individuales y de intereses particulares que coinciden en estar en contra de las políticas de gobierno pero que no comparten una propuesta alternativa al Ejecutivo. En el caso del Polo, "ha habido oposición pero desafortunadamente ha sido individual, poco organizada y muy reactiva", dice el experto Daniel García-Peña. Para el politólogo Miguel García, a la actual oposición de izquierda "le hace falta profundizar mucho más sus críticas. En el tema del referendo se han quedado en que lo del gobierno es malo sin razones técnicas para sus posiciones".

¿Quien podra defendernos?

A pesar de mantener un amplio respaldo popular el gobierno de Alvaro Uribe ya no goza del unanimismo de los primeros meses y las críticas sobre el manejo de la economía y de la campaña del referendo están creciendo. El primer mandatario está experimentando un efecto teflón: las críticas por el desempleo y las condiciones de vida no afectan su popularidad personal. Sin embargo, eso no ha conducido a la consolidación de un bloque opositor sólido, coherente y con una voz única. Mucho menos se puede hablar de que la oposición que lideran Garzón, Navarro, Gaviria y Córdoba sea el embrión de una alternativa de poder al proyecto uribista.

Sin embargo, a mediados de mayo, el Polo Democrático realizará sus 'retiros espirituales' para definir el futuro político de esta coalición. Si se mantienen unidos, así sea frágilmente, podrán fortalecer sus puntos de divergencia frente a un gobierno que empezará a enfrentar el desgaste natural de su primer año. El problema está en que en esa reunión "hay mucho jefe y poco indio". ¿Cuál sería la voz cantante de la oposición? ¿Navarro o Lucho?

Por otra parte, ante la incertidumbre del referendo las campañas para las elecciones locales de octubre ya han empezado en las ciudades y departamentos del país y los miembros del Polo tienen candidatos en fortines tradicionales como Cali, Bucaramanga y Bogotá. De esa cumbre podría salir el humo blanco para una candidatura de izquierda para la Alcaldía de Bogotá en cabeza de Lucho Garzón. En declaraciones radiales el jefe del Polo casi ha confirmado esa posibilidad.

También hay expectativa por el debate que la senadora Córdoba le hará en el Senado al ministro del Interior y de Justicia, Fernando Londoño. Aunque el tema central es el caso Invercolsa, los opositores no perderán oportunidad de arrinconar al Ministro y bombardearlo con críticas a su gestión como jefe de la política de la administración Uribe.

Que exista un grupo de políticos dispuesto a confrontar las iniciativas de la administración Uribe no sólo es sano para la democracia sino también indispensable. Pero este bloque opositor carece de una disciplina de bancada. Aunque en Colombia ser opositor puede costar la vida también puede dar sus réditos políticos. De la consistencia, la coherencia y la firmeza de las críticas de estos líderes depende que en 2006 los colombianos tengan en la baraja de opciones presidenciales una figura que sintetice la alternativa al actual gobierno.