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"CORAZON DE POLLITO"

Aumenta el misterio sobre la desaparición de Daniel García, el intermediario entre la Coordinadora Guerrillera y los industriales.

30 de marzo de 1992

SU SEUDONIMO ES DANIEL García. Su nombre Carlos Munévar Barreto. Y desde hace dos semanas en los medios de comunicación se habla de su desaparición. Aunque era un hombre prácticamente desconocido para la opinión pública, industriales como Augusto López, militares como el general Manuel José Bonnet, y guerrilleros como Alfonso Cano, no han hecho otra cosa en los últimos días que hablar de él. Todo lo cual hace suponer que estaba haciendo algo importante.
Y lo estaba haciendo. Carlos Munévar, de 35 años, estudiante del Liceo Francés y de la Universidad Distrital, donde cursó algunos semestres de Derecho antes de ingresar a las Farc, había sido comisionado por la Coordinadora Guerrillera para realizar una serie de contactos con los grupos económicos más importantes del país, con el fin de intercambiar ideas en busca de consolidar el proceso de paz.
A pesar de que no tenía un cargo importante dentro del secretariado general de la Coordinadora Guerrillera. García realizó una serie de operaciones que lo llevaron a ganarse el respeto de sus jefes. El fue el hombre que negoció la compra de armas en Portugal. Para, este trabajo le confiaron 25 millones de dólares, dinero con el cual adquirió un primer lote de armas que posteriomente cayó en Jamaica, en una operación de inteligencia realizada por los organimos de seguridad. Ante su fracaso en esta operación, García entró en la clandestinidad y partió para Cuba a la espera de que sus superiores realizaran un juicio de responsabilidades. Allí duró unos meses, hasta que los miembros del secretariado decidieron que tenía que regresar al país y enfrentar un consejo verbal de guerra que estuvo presidido por Jacobo Arenas y Manuel Marulanda Vélez, Tirofijo. Daniel García fue absuelto de toda culpa y para confirmar el fallo se le asignaron nuevas misiones. Una de ellas fue desarrollar un trabajo de proselitismo político en las principales ciudades.
Este hombre, que durante los últimos meses mantuvo un diálogo de tú a tú con industriales y con militares de alto rango, representó la línea de los intelectuales de las Farc. La misma de Cano y opuesta a los históricos de Tirofijo. Siempre creyó que la única salida que tenía la guerrilla en Colombia era a través de una acción pacífica.
Su reciente papel comenzó a desempeñarlo como vocero de los insurgentes ante el Gobierno, los militares y el sector privado. En muchas oportunidades se sentó a manteles con los industriales Augusto López y Carlos Upegui, los generales Daniel García -del comando central del Ejército y por coincidencia homónimo del guerrillero- y Manuel José Bonnet y en todos ellos dejó la impresión de que era un hombre competente y que realmente quería la paz.
Sus continuas reuniones para intercambiar información entre el Ejército y la guerrilla, buscando una solución al conflicto, lo llevaron a ser señalado por algunos sectores del movimiento armado como un "soplón". Y eso en la terminología guerrillera se paga con la vida. En un trabajo como el que estaba realizando García era casi imposible mantener la boca cerrada. Tal vez por eso el vocero de la Coordinadora fue acusado de infiltrar información al Ejército sobre el paradero de los hombres del secretariado de la Coordinadora Guerrillera.
El 25 de enero fue llamado por el secretariado para que respondiera a las acusaciones que le habían formulado. Preocupado por su seguridad, pidió garantías para realizar el viaje y se marchó. Regresó el 3 de febrero y a pesar de que sus explicaciones parecieron convencer a sus jefes y desmentir que se hubiera convertido en un informante del Ejército, Daniel García no estaba convencido de que los problemas estuvieran solucionados. Durante las siguientes reuniones que tuvo con representantes del Gobierno manifestó su intranquilidad y dejó en claro que en cualquier momento algo le podía ocurrir.
Dos días después de su regreso de la reunión con el comando guerrillero, García desapareció. Y desaparecer, en la Colombia de hoy, es un eufemismo para decir que fue eliminado, hecho sobre el cual no tienen duda todos sus allegados. La muerte de este hombre ha generado grandes interrogantes. El primero de ellos tiene que ver con su identificación. El jueves de la semana pasada el periódico El Tiempo publicó una información en que la Policía acusó a las Farc del asesinato. Pero la foto y la cédula que fueron publicadas no correspondían a Daniel García. O a su verdadero nombre Carlos Munévar Barreto.
Pero entonces, ¿quién lo mató? Existen dos hipótesis. La primera apunta hacia las propias Farc. A pesar de que Daniel García tenía su viaje garantizado al secretariado de las Farc, no se descarta que una vez terminó el consejo verbal de guerra, los comandantes determinaron que era necesario eliminarlo. Es más, hay quienes afirman que la orden de asesinarlo ya se había dado. Así se desprende de la interpretación que se le dio a la comunicación por radio que sostuvieron Tirofijo y Reyes, cinco días antes de que García fuera citado por sus superiores. En esa oportunidad Tirofijo le comunicó a Reyes que varios hombres de la organización estaban condenados a muerte y su orden fue directa: "Ellos están corazón de pollito ", fue la expresión utilizada por el comandante como justificación para eliminarlos. La segunda hipótesis señala a la Policía como la responsable de la desaparición y muerte de García. La razón: desestabilizar el proceso y terminar con la credibilidad de las Farc en los diálogos que se adelantarán en México.
Lo grave de todo esto es que la muerte de Daniel García tiene serias implicaciones en el proceso de paz. García era de la línea de Cano, que está enfrentada a la línea de Tirofijo. Pero independientemente de su asesinato, lo que sí está claro es que alguien, muy importante, no está interesado en el desarrollo del proceso de paz. -