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CRIMEN SIN CASTIGO

A un año del asesinato de Pardo Leal, se sabe quiénes son los culpables pero nada garantiza que vayan a la cárcel.

7 de noviembre de 1988

Cuando mataron a Jaime Pardo Leal, el 11 de octubre de 1987 todo el mundo pensó que este sería otro crimen sin castigo. Pero lo que nadie se imaginó fue que continuara la impunidad aun después de saberse quiénes cometieron el asesinato. Tampoco se pensaba que los responsables provinieran de un sector ajeno, hasta ese momento a la guerra entre la derecha y la izquierda.

En una investigación, que bien puede considerarse como una "operación relámpago", se estableció, en menos de un mes, que el asesinato del Presidente de la Unión Patriótica fue obra de la mafia y que tenía, como antecedentes, una vieja disputa entre las FARC y algunos narcotraficantes.
Pero más que la rapidez en la investigación, lo que sorprendió fue la identificación de una entidad criminal tanto o más tenebrosa que las que se conocian hasta ese momento: el narco-paramilitarismo .

El descubrimiento de este fenómeno fue el resultado de una suma de intereses, tanto oficiales como particulares. El gobierno sabía lo que pesaba el asesinato de Jaime Pardo Leal, como para dejárselo achacar gratuitamente. El entonces ministro de Justicia, Enrique Low Murtra, había sido amigo personal de Pardo Leal en sus años de universidad, y tenia este particular motivo para metérsela toda.
Para el director del DAS, general Miguel Maza Márquez, la institución habia sido directamente golpeada, debido a que los escoltas asignados a Pardo Leal no se encontraban con él en el momento del asesinato. Finalmente, los jueces de instrucción, como en ninguna otra ocasión, le metieron muela a la investigación gracias a que Pardo Leal había sido su presidente en Asonal y uno de los más fervientes detensores de la rama jurisdiccional.

A este grupo de interesados en el caso Pardo Leal se sumó otro: las FARC. Esta organización guerrillera, que desde un principio sospechó que el crimen de Pardo Leal podia ser una cuenta de cobro por parte de alguno de sus enemigos, comenzó a trabajar la investigación por su cuenta. Utilizando los mismos métodos que se acostumbran en el mundo subterráneo del crimen, ató cabos sueltos y se lanzó a la búsqueda de algunas personas que se sabía tenían informaciones. Las amenazó de muerte, les ofreció dinero y les garantizó protección, obligándolas a dirigirse a las autoridades y a "cantarle" todo lo que sabían a un detective del DAS, que se encargaría de aportar las pistas claves para la investigación. Estos testimonios incluian los hechos ocurridos prácticamente desde el mismo momento en que se decide hacerle el seguimiento a Pardo Leal, hasta los sucedidos días después del asesinato.

El compromiso con los informantes fue que el detective se encargaria de recibir sus versiones y de poner la cara ante el juzgado. Según su testimonio, varias personas que a última hora quedaron, inexplicablemente por fuera del negocio, habían logrado conocer intimidades de los planes para el asesinato de Pardo Leal. William Infante, Jaime Infante y Oliveria Acuña Infante, resultaron ser los "contratistas" del crimen, y Gonzalo Rodríguez Gacha, "El mejicano", quien los contrató.

Uno de los informantes aseguró que William Infante lo buscó para que le manejara un taxi. "Dábamos muchas vueltas por los apartamentos de Colseguros. Cuando le pregunté qué clase de trabajo era el que ibamos a hacer, el me contestó que iba a pelar a Pardo Leal". Según este mismo testimonio, en la casa de Oliveria se hacian las llamadas a quien designaban con los apodos de "El viejo" y "El patrón". El hombre que suministró la información sostuvo también que pudo confirmar que ellos fueron los que mataron a Pardo Leal por orden de Rodriguez Gacha, pues el mismo día en que ocurrió el crimen y se enteró por las noticias, se dirigió a la casa de los Infante, en donde se encontró con Jaime. En el expediente se registra la siguiente conversación: "Oiga hermano usted quedó hecho, ¿no?-pregunta el informante. "Yo no, mi hermano William sí. Ya le dieron cinco millones y el viejo Rodríguez Gacha le prometió otros 10".

La sorpresa de las autoridades las obligó a actuar rápidamente. De inmediato se ordenó interceptar los teléfonos de Oliveria y se revisó el récord de las llamadas que se habian hecho desde ese número en los últimos dos meses. También se interceptaron varios de los teléfonos de "El mejicano". De acuerdo con este seguimiento telefónico y con el desarrollo de la investigación, se logró establecer que efectivamente se habian producido llamadas desde la casa de Oliveria Infante hacia varios de los teléfonos de las fincas de Rodriguez Gacha en Pacho, antes y después del asesinato. Pero lo más curioso de todo este episodio fue que se encontraron llamadas hechas desde los números de Rodriguez Gacha y de la ,casa de Oliveria a varias dependencias militares, entre ellas la BIM. Estas revelaciones dieron lugar a que durante varias ediciones del periódico Voz, se desplegaran algunas crónicas sobre lo que llamó "La conexión Rodríguez Gacha-BlM".

Todos estos sucesos alrededor del caso Pardo Leal, han dado como resultado una sola captura: la de Oliveria Acuña Infante, probablemente la persona menos comprometida. Aunque el acusado de ser el autor material ,del asesinato, William Infante, se encuentra tras las rejas, no está precisamente pagando este delito sino respondiendo por cargos de narcotráfico, luego de ser detenido en Miami.

Lo más grave del caso Pardo Leal es que, a comienzos del año entrante, cuando se instale la audiencia pública para juzgar a los asesinos del dirigente de la UP, seguramente se enfrentará al sindrome que viene afectando las audiencias públicas de este tipo:la espada de Damocles que pende sobre los jurados de conciencia.--