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Alirio Castillo (izquierda) es el cebrero detrás de la música norteña en Colombia. A su lado, Rey Fonseca, una de las principales figuras del género

Música

Crónicas norteñas

Los 'corridos prohibidos' no sólo hablan de las hazañas de los narcos. También narran, a su manera, noticias de orden público y política que impactan al país.

2 de febrero de 2006

Nunca suenan por las grandes emisoras de radio. Tienen fama de ramplones y de hacerle apología al delito. Sin embargo, los llamados 'corridos prohibidos' son todo un fenómeno en la Colombia rural y marginal. Suenan en las cantinas, los bares y las emisoras comunitarias de pueblos y veredas, donde ya son moneda corriente estas versiones a la colombiana de música norteña mexicana, que se diferencia de las rancheras tradicionales porque usa batería y acordeón.

En los últimos tiempos, los intérpretes criollos no sólo cuentan historias de narcotráfico, sino que también han comenzado a medírseles a temas de actualidad.

En el recientemente aparecido volumen 10, que incluye 38 temas, la agrupación La Pandilla del Río Bravo canta: "Escalofriante y repudiable es la noticia/ la que 'Popeye' relató desde el penal/ Sin titubeos le contó a la Fiscalía/ que Santofimio tiene mucho que aclarar/ que por sus nexos con los capos de la droga/ es pieza clave en la muerte de Galán". Así describen la supuesta muerte de Carlos Castaño los Hermanos Suárez Texas: "Muchos se encuentran felices/ porque Castaño está muerto/ aunque comentan mis cuates/ que partió para el extranjero/ Pero aquí queda Mancuso/ combatiendo en mis terrenos". Por su parte, Beto y el Cartel del Norte cantan: "Como sus grandes estudios los había hecho en París/ recibió apoyo inmediato de Francia y Brasil/ saben que de esas montañas es muy difícil salir".

Desde marzo de 1997 se han editado 10 volúmenes y, de acuerdo con Yezid López, del sello Gilli Music, encargado de la distribución de este material, se han vendido 450.000 copias legales "y vaya uno saber cuantos millones más de copias piratas". Detrás de este proyecto se encuentra el productor Alirio Castillo, quien comenzó esta saga en 1996. Él se encarga de contactar a los intérpretes y de conseguirles los temas y las historias para que los transformen en canciones, así como de asesorarlos en la producción. Del primer disco, dice, vendió 100.000 copias. Como en Colombia sólo había cuatro intérpretes (hoy son más de 200), tuvo que completarlo con corridos sobre narcos mexicanos. Para el tercero se dio cuenta de que comenzaba a desgastarse el tema de las odiseas de los capos e incursionó en la política. Uriel Henao, quien es, junto con Rey Fonseca, la principal estrella colombiana de este género, escribió en aquel momento un corrido contra la corrupción en el Congreso, titulado Sólo ratas, que le sirve de inspiración a la actual campaña a la Cámara de Carlos Moreno de Caro.

Castillo recorta y archiva noticias y les busca el intérprete adecuado. Como él mismo se encarga de ir en flota para distribuir CD en bares, cantinas y misceláneas de pueblos, la gente le cuenta historias y anécdotas, algunas de las cuales terminan por inspirar alguna canción.

Como señala el investigador Carlos Valbuena Esteban, quien muy pronto publicará el libro El cartel de corridos prohibidos, en Colombia la cultura mexicana forma parte del gusto popular desde los años 40, gracias a las películas, muchas de ellas musicales. Eso explica el gusto de amplios sectores de la población por este tipo de canciones, que además se prestan para narrar hechos de violencia, narcotráfico y corrupción.

Aún es muy temprano para saber si con el paso de los años algunos de estos corridos terminen siendo testimonios de primera mano para historiadores, sociólogos e investigadores de la cultura popular. Pero lo cierto es que ya llaman la atención más allá de las cantinas y las ferias de pueblo donde se presentan estas agrupaciones. De hecho, el cineasta Scott Dalton, quien realizó junto con Margarita Martínez el documental La Sierra, quiere hacer una película sobre este fenómeno rural y marginal del cual poco se habla y casi nada se oye en las grandes ciudades. n?