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Perea se inscribió en el Partido Liberal e hizo campaña presidencial por Horacio Serpa. | Foto: Archivo particular

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Dos años de volteretas y agarrones: Édgar Perea en el Senado

Perea, el político, protagonizó varios escándalos en el Senado y pasó de apoyar a Horacio Serpa a Andrés Pastrana y luego a Álvaro Uribe.

12 de abril de 2016

Cuando Édgar Perea (Condoto, Chocó, 1934), daba la orden de entonar el ‘corito celestial’, 55.000 personas lo secundaban en el estadio Metropolitano de Barranquilla. Cuando pedía a las tribunas de Corea y Vietnam animar al equipo, todos atendían la instrucción y desde las graderías populares descendía el ‘Junior, tu papá’ que contagiaba al resto del estadio.

De lunes a viernes, al mediodía, la ciudad se paralizaba para oír los comentarios del ‘Campeón’ y por las calles se oía la voz del narrador que salía de las ondas de la emisora Mar Caribe. El rey de la sintonía, el mandamás del Metropolitano. Era muy difícil que una persona con semejante poder de convocatoria no se dejara seducir por la política. O lo que es igual, que los grandes jefes políticos fueran indiferentes a semejante imán atrayente. Perea podía suponer para cualquier partido político una mina nada despreciable de votos.

En buena parte el carisma de Perea obedecía a lo frentero de sus comentarios: llamaba las cosas por su nombre y no tenía pelos en la lengua para cantarles la tabla a jugadores, entrenadores y dirigentes. Por eso, cuando anunció que dejaría el relato para aspirar al Senado, su pléyade de seguidores confiaba en que el ‘Negro’ llegaría a catarles unas cuantas verdades a los políticos tradicionales.

Perea había narrado el título de Nacional en la Libertadores de 1989. La clasificación de Colombia al Mundial de 1990, el gol con que Freddy Rincón empató el juego contra Alemania, el 5-0 de Colombia frente Argentina en 1993, el Mundial de Estados Unidos y las grandes peleas de Miguel ‘Happy’ Lora, y el batazo con el que Édgar Rentería se coronó campeón del béisbol con los Marlins de Florida. La voz de las más grandes gestas del deporte colombiano ahora quería ser la voz más fuerte del capitolio.

Perea se inscribió en el Partido Liberal y aún con su tribuna deportiva abierta, aprovechó para hacer campaña por Horacio Serpa a la Presidencia de la República. Tanto, que en la transmisión de un partido del Mundial de Francia 1998, entre Dinamarca y Sudáfrica, aprovechó una cuña para hacer proselitismo: “Horacio Serpa toma cerveza Águila y todo el grupo toma cerveza Águila. Sí Horacio Serpa Uribe, presidente de Colombia, vota por Horacio Serpa el próximo 21 de junio, la oligarquía será derrotada por el pueblo colombiano, en el nombre de Serpa”.

Meses después el Ministerio de Comunicaciones sancionaría con tres días fuera del aire a Caracol Radio por la imprudencia del ‘Campeón’. Perea calificó la medida como una retaliación del gobierno de Andrés Pastrana: “Es una de las atrocidades que se pueden vivir en un revanchismo. Es el precio de la derrota y la prepotencia de la victoria”, dijo entonces.

La undécima votación

Es probable que Perea no haya tenido que desplegar una maquinaria política. Su carisma le permitió conseguir la nada despreciable cifra de 71.510 votos. Consiguió la undécima votación más alta del Senado y superó a figuras de la política como Germán Vargas Lleras, Fuad Char, Roberto Gerlein, Piedad Córdoba, Viviane Morales, Claudia Blum, Juan Fernando Cristo, Luis Eladio Pérez, Jorge Eduardo Géchem y Efraín Cepeda.

El Congreso al que llegó Perea podría ser considerado el más variopinto de los últimos tiempos. El narrador coincidió con personajes como Carlos Moreno de Caro, Édgar Artunduaga, el presentador de Sábados Felices Alfonso Lizarazo, la actriz Nelly Moreno, Leonor González Mina (la ‘Negra Grande de Colombia’), la periodista María Isabel Rueda y el director de cine Sergio Cabrera.

El 20 de julio de 1998, sin sus excéntricos trajes, Perea se posesionó como senador horas después de haber narrado la final del Mundial de fútbol en París. Llegó a Colombia con el reglamento del Congreso debajo del brazo y no tardó mucho tiempo en hacerse notar. En la sesión inaugural empezó su protagonismo. Votó a favor del conservador Fabio Valencia Cossio en contra de la voluntad de su jefe político, Horacio Serpa. Era su primera pirueta. Y luego pidió la palabra para botar fuego contra los liberales que apoyaban al gobierno Pastrana y para apoyar a Serpa. Salomón Náder, uno de ellos, lo atacó con fiereza: “Serpa no debe mandar un bufón para que hable en su nombre”.

Las peleas

El primer gran zafarrancho que armó Perea fue en una plenaria en la que Fabio Valencia Cossio le negó el uso de la palabra justo cuando Perea iba a presentar su proyecto de ley sobre el deporte. No se cansó de vociferar la falta de garantías a los liberales.

Perea integró la Comisión Séptima del Senado, la misma que hoy integra el senador Álvaro Uribe. Su primer debate de control político fue contra la Federación Colombiana de Fútbol por la eliminación de la selección Colombia del Mundial, la improvisación para designar el nuevo técnico, la falta de claridad para crear reales clubes de fútbol y no simples equipos y la poca efectividad en conformar verdaderas divisiones menores de fútbol. Como lo había hecho desde los micrófonos, ahora desde el Congreso pedía la renuncia de los directivos del fútbol colombiano.

Luego de que el gobierno Pastrana calificó de inviable el proyecto para crear un Ministerio del Deporte, Perea pareció quedarse sin banderas y su paso por el Senado se concentró entre piruetas políticas y trifulcas parlamentarias. Peleó con Íngrid Betancourt cuando esta senadora promovía la revocatoria del Congreso. “Ella sólo critica, pero nunca había presentado ningún proyecto de ley”, pese a que días antes había manifestado que “en el Congreso se pierde mucho tiempo y se trabaja poco”. 

Otra vez dijo que hay una clara discriminación racial en el país: “Si un negro pide un cupo en una universidad como Los Andes, las directivas lo miran despectivamente y dicen: ¡Huy, qué asco! Es el trato miserable que se da a los negros en este país. No hay un ministro ni un magistrado negro. Por el racismo de este país levanto mi voz de protesta”. Carlos Angulo Galvis, rector de los Andes, y decenas de estudiantes rechazaron tales afirmaciones.

Carlos Moreno de Caro, otro particular personaje, trató de sacarlo varias veces de casillas. Alguna vez lo llamó su más grande colega por una razón en particular: “Si yo soy Moreno de Caro, usted es moreno de cara”. Otra vez, Moreno le regaló un burro de peluche con una particular dedicatoria: “Se lo sugiero a mi amigo moreno de cara, al senador Édgar Perea, para su campaña a la alcaldía. El burro es un animal dotado excepcionalmente por la naturaleza”.

Perea también integró la Comisión de Derechos Humanos con su paisana Piedad Córdoba. Y en esa condición se ‘dio un champú’ cuando oyó a los voceros del ELN, Francisco Galán y Felipe Torres, y al comandante del EPL, Francisco Caraballo.

Y las volteretas

En su primer año como senador, Édgar Perea no paró de lanzar duros dardos al gobierno de Andrés Pastrana. Incluso, cuando se tramitaba la reforma política, se declaró incorruptible. “Soy muy caro para las pretensiones del gobierno. Si creían que podrían comprar a quienes estuvieran en contra de la reforma política, no alcanzaría la plata. Si querían darme un apartamento, ya tenía cuatro, y si la oferta es un carro, ya tengo el mismo número, y todos Mercedes Benz”.

Sin embargo, pronto Perea entraría a sumarse a los casos que ratifican aquella máxima de que “la política es dinámica”. En diciembre de 1998 firmó la moción de censura contra el entonces ministro del Interior, Néstor Humberto Martínez, y en marzo de 1999 pidió borrar su rúbrica. “La firmé siendo un congresista novato, pero las vacaciones de fin de año me hicieron reflexionar y dicha firma ya no representa mi opinión”.

Y de la oposición, empezó a ser bienvenido en la Casa de Nariño. En junio de 1999 se le vio en la copa de vino que ofreció el Gobierno tras el cierre de sesiones. “En estos momentos es necesario acompañar al presidente (Pastrana)”, afirmó.

Esa pirueta le trajo réditos. En julio de ese año fue elegido presidente de la Comisión Séptima para tramitar la reforma laboral, en ese entonces una de las apuestas sociales del gobierno Pastrana. Perea pasaba a ser aliado y cuando fue elegido, negó tres veces que representara a Serpa o al liberalismo oficialista. “Fui elegido a nombre del pueblo colombiano. Estoy con los electores y soy liberal”.

También le dio la espalda a su colega liberal Viviane Morales, que aspiraba a la presidencia del Senado, prefirió entregarle su voto a Miguel Pinedo Vidal. “El pueblo costeño no me perdonaría que le negara el apoyo a mi coterráneo”, dijo.

Y para completar, pasó de ser un crítico de los congresistas a defenderlos, y en cambio el locutor empezó a cuestionar a la prensa por las noticias que publicaban del parlamento. Votó en contra del proyecto para establecer el día de la libre expresión, con el argumento de que la prensa decía mentiras del Congreso.

El 10 de noviembre de 1999 fue la noche en la que Perea protagonizó el episodio más bochornoso en su fugaz paso por el Congreso. Acostumbrado toda su vida a ser el dueño del micrófono, se enfureció cuando se lo apagaron en una plenaria del Senado. Paradójicamente se adelantaba un debate sobre educación. Botó un vaso con agua, tiró la silla, jaló el micrófono y lo daño. Alzó la voz y gritó a todo pulmón, vociferó y hasta abandonó el recinto de sesiones protestando. La rabieta fue motivada porque el presidente del Senado, Miguel Pinedo, no accedió a tramitar un proyecto de ley que define el deporte asociado de personas con discapacidades.

En las vacaciones de 1999, Perea aprovechó para narrar los partidos de la selección Colombia en la Copa América. A pesar de que no tuvo remuneración alguna, el Consejo de Estado le quitó la investidura. Era el fin de su carrera como funcionario, pero no de su participación en política.

En el 2002 hizo campaña a favor de Álvaro Uribe y no de Serpa y, en el 2006, fue nombrado embajador de Colombia en Sudáfrica, para reemplazar, ni más ni menos, que a Carlos Moreno de Caro.