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La familia de Carlos José Duarte lleva 12 años esperándolo.

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"Cuando secuestraron a mi papá tenía 6 años, ahora tengo 18 y un hijo"

A propósito de la marcha por la libertad de los secuestrados, cuatro de los hijos de quienes aún permanecen en poder de las Farc relatan cómo es haber crecido sin sus padres.

6 de diciembre de 2011

A propósito de la marcha por la libertad de los secuestrados, los hijos de Carlos José Duarte, José Libardo Forero, César Augusto Lasso y Jorge Humberto Romero, quienes aún permanecen en poder de las FARC, relatan cómo es haber crecido sin sus padres. 
 
“Me gustaría que mi papá viera que estoy cumpliendo lo que me pidió: ser el hombre de la casa”

Carlos Andrés Duarte tiene 13 años. Cuando su papá, el intendente de la Policía Carlos José Duarte, fue secuestrado (toma guerrillera estación de Policía de Puerto Rico, Meta, 10 julio de 1999) tenía 9 meses. Dice que no sólo ha tenido que asumir ser el hombre de su casa, tal y como su papá se lo ha pedido en los mensajes que desde la selva le ha enviado. También ha tenido que madurar muy rápido. “Cuando hay problemas en la familia, yo trato de hacer lo que creo que él haría, por lo que he visto en los videos y por lo que me ha contado mi mamá sobre su forma de ser”, dice.

Carlos Andrés ha esperado a su papá desde que tiene uso de razón. Por eso le pide al Gobierno que antes de pensar en un rescate, piense en el diálogo. “Si hemos esperado 13 años, podemos esperar un poco más. Lo importante ahora es tener la tranquilidad de que nos los van a devolver vivos. Y si la guerrilla se siente presionada, ya sabemos cuál será el final”.

“Vivo pensando que en cualquier segundo pueden acabar con la vida de mi papá”

Nolly Paola Forero tiene 16 años. Iba a cumplir 4 cuando su papá, el sargento de la Policía José Libardo Forero, fue secuestrado (julio de 1999) . Nolly lamenta no haber podido pasar sus 15 años al lado de su papá, pero confía que pueda estar con él el próximo año, cuando se gradúe del colegio. “Él en todos los mensajes me dice que debo estudiar. Sé que lo haría muy feliz acompañarme en mi grado”.

La noticia de la muerte de los cuatro uniformados el fin de semana anterior tomó por sorpresa a Nolly y –dice– le recordó que en un instante la guerrilla puede acabar con la vida de su papá. Sin embargo, asegura no haber perdido la fe. “Me gustaría que mi papá supiera que la lucha de nosotros por lograr su liberación continúa y que algún día, muy pronto, nos vamos a abrazar”.

“Las FARC tienen que respetarles la vida a los secuestrados”

Daniel Alejandro tiene 14 años. Tenía 15 meses cuando su papá, el sargento de la Policía César Augusto Lasso, fue secuestrado (toma guerrillera en Mitú, Vaupés, noviembre de 1998). Su petición a las FARC es clara: “que les respeten a la vida a todos los secuestrados, lo que pasó con los cuatro compañeros de mi papá fue un acto de barbarie”.

La única imagen que Daniel tiene de su papá es la que ha construido a través de las fotos y de las pruebas de supervivencia que llegan desde la selva. También gracias a lo que algunos exsecuestrados le han contado. “Me dicen que aún en las peores condiciones del secuestro mantiene el buen ánimo, hace bromas, trata de que las cosas no sean difíciles”, cuenta Daniel.

Daniel nunca ha disfrutado una Navidad. Para él es la peor época del año, “es cuando más lo recuerdo, tenerlo a mi lado sería el mejor regalo que podría recibir”.

“Cuando secuestraron a mi papá tenía 6 años y medio, ahora tengo 18 y un hijo”

Catherine tiene 18 años. Tenía 6 y medio cuando secuestraron a su papá, el intendente de la Policía Jorge Humberto Romero (toma a Puerto Rico,1999). “Tengo toda una vida por compartir con él. Ya me gradué del colegio, estoy en la universidad y tengo un hijo”, dice. Y pide que de una vez por todas “se deje de jugar con los secuestrados. Ellos parecen ser simplemente un instrumento político de las partes en conflicto”.

Hace dos años y medio que Catherine no recibe pruebas de supervivencia de su papá. Pero no por eso ha perdido la fe. Casi a diario le manda mensajes por radio. “Le pido que tenga fuerzas, le cuento que estoy estudiando, que voy a ser una ingeniera”, cuenta.
 
Catherine le pide al Gobierno que no haga rescates a sangre y fuego. Y a las FARC, “que tengan un poquito de corazón, que dejen ya la guerra, que si quieren pelear lo hagan con palabras, con ideas. Con las armas está claro que ya no van a lograr la realidad política que quieren”.