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Usted se me queda acá y lo nombro jefe de noticias de ‘Caracol Radio’, me dijo Alfonso López después de su posesión

Al paredón con María Isabel

¿Cuántos 7 de agosto recuerda como periodista?

Yamid Amat le responde a María Isabel Rueda

5 de agosto de 2006

M.I.R.: ¿Cuál fue la primera posesión presidencial que cubrió como periodista?

Y.A.: Fue la de Alfonso López Michelsen. Yo formaba parte de aquellos a los que denominaban 'Los Gorilas', que éramos los periodistas de cabecera del entonces candidato: Iader Giraldo, Gabriel Gutiérrez, Camilo López, Juan Guillermo Ríos y yo. Tenía 30 años y le trabajé intensísimamente a esa campaña. Me enamoré de López porque siempre ha tenido ideas de izquierda, sin ser extremista. Me atraían mucho sus propuestas sobre la separación de poderes y la igualdad social. Comencé a entablar una relación con él desde cuando era jefe del MRL. Yo trabajaba en El Espacio y a través de llamadas más o menos periódicas que le hacía, me fui ganando cierta confianza de su parte: él es muy distante con los señores.

M.I.R.: Todo lo contrario de lo que es con las señoras…

Y.A.: (Risas). Había sido nombrado Canciller para recibir al Papa. Lo seguí frecuentando telefónicamente. Cuando tuvo una enfermedad, yo lo llamaba y le leía y le comentaba los editoriales de El Tiempo. Nunca le pedí una entrevista. Pero en una ocasión sí le hice una 'entrevista virtual', en la que yo inventaba unas respuestas a preguntas que él no podía contestar. Como era Ministro de Relaciones, tenía prohibido intervenir en política. Corrí el riesgo de que se me pusiera bravo, pero para mi sorpresa, me llamó y me dijo que si hubiera podido hablar, habría dicho exactamente lo mismo, y que de pronto hasta ni lo habría podido decir tan bien.

M.I.R.: De ese 7 de agosto salió su nombramiento en 'Caracol Radio'…

Y.A.: Recién posesionado nos llamó a 'Los Gorilas'. A Gutiérrez lo nombró cónsul en Brasil. A López, cónsul en Nueva York. A Giraldo, en Rumania. A Ríos, en Bulgaria. Y a mí, haciéndome una broma, me ofreció el consulado en San Salvador. Pero al momento me dijo: "No, usted se queda, y quiero que sea director de noticias de 'Caracol'".

M.I.R.: Suficientes razones para que haya sido el 7 de agosto más feliz de su vida… ¿Cuál otro se le viene a la memoria?

Y.A.: Tal vez aquel en el que se posesionó Virgilio Barco. Nunca he estado en esos besamanos, porque no me gustan, pero de esa ocasión recuerdo especialmente que a Guillermo Perry, Virgilio Barco le había ofrecido el Ministerio de Minas. Perry me contó que precisamente en el besamanos, Barco no lo había reconocido, y que él pensó que lo habían 'desnombrado'. Con profundo respeto y aprecio por la memoria del presidente Barco, ahí comencé a pensar que tenía un problema. Después de una sucesión de cosas parecidas, acabó con los consejos de ministros y se fortaleció mucho la figura de don Germán Montoya.

M.I.R.: ¿Cree entonces que ese 7 de agosto, el que se estaba posesionando era Germán Montoya?

Y.A.: No. Barco era indudablemente el que tomaba las decisiones.

M.I.R.: ¿Qué le recuerdan las posesiones de Turbay y de Belisario?

Y.A.: Me acuerdo de la posesión de Turbay porque me parecía un hombre muy querido. Adorado. No recuerdo mucho la posesión de Belisario, porque mi relación con él no fue buena. Él venía de derrotar a López. Y como yo era tan lopista, Belisario nunca tuvo confianza en mí. De ese 7 de agosto sólo recuerdo las caras fúnebres del lopismo. La frustración de no haber llegado al poder, la amargura del resultado electoral.

M.I.R.: El 7 de agosto de la posesión de César Gaviria también debió ser muy especial para usted. Ya eran muy buenos amigos…

Y.A.: Gaviria fue ministro de Hacienda y después de Gobierno, de Barco. Un día enfermó, y a mí me dio por ir a visitarlo en la clínica. No acostumbro a hacer ese tipo de cosas. Lo encontré absolutamente solo, en la cama. A mí me conmovió encontrarlo así y a él lo conmovió mi visita. Surgió entonces una buena amistad entre los dos. Una relación afectiva que aún conservamos. Recuerdo por ese motivo ese 7 de agosto en el que Gaviria se posesionó como Presidente, con mucha alegría.

M.I.R.: ¿Se le pasaron por la mente las cosas que sucederían después del 7 de agosto de Ernesto Samper?

Y.A.: Entre Samper y yo había un vínculo muy especial que es su hermano Daniel, con quien me unen muy antiguas coincidencias por la profesión, el conocimiento de nuestras tareas, pero fundamentalmente por el Santa Fe. Con el presidente Samper no tuve una relación muy personal ni antes de su gobierno ni durante él. Ese 7 de agosto me fue más bien indiferente.

M.I.R.: ¿Y el de Andrés Pastrana?

Y.A.: Sentía por él el afecto propio que se tiene por alguien que ejerce la misma profesión que uno. Pero el segundo factor de aproximación con él es que ambos fuimos víctimas de Pablo Escobar. A él lo secuestraron y a mí intentaron secuestrarme cuando se llevaron a Diana Turbay. De su posesión no recuerdo sino el afecto que sentía por él, por cuenta de esos dos factores.

M.I.R.: ¿Y la posesión de Álvaro Uribe en su primer período le trae recuerdos buenos, o malos?

Y.A.: La gran diferencia de todos los 7 de agosto que he cubierto es que esa posesión de Uribe se volvió un problema de orden público por cuenta del ataque de la guerrilla, de las 25 personas que murieron y de la artillería pesada con la que atacaron el Palacio de Nariño. Eso estremeció los medios de comunicación. Entonces, el cubrimiento estuvo más centrado en la asonada y el intento de asesinato del Presidente, que en el acto mismo de la posesión.

M.I.R.: ¿Le dio lástima con Serpa, el gran derrotado?

Y.A.: Nunca fui serpista. Pero le cuento esta anécdota: Augusto López, presidente de Bavaria, era quien me transmitía, en mi calidad de director del canal Caracol, las observaciones y opiniones del Grupo Santo Domingo. En esas circunstancias de permanente diálogo, mi amistad con Augusto López se robusteció. Nuestra comunicación era diaria. Cuando se retiró de la presidencia de Bavaria y pasó a ser gerente de la campaña de Horacio Serpa, nuestra amistad siguió. Pero eso hizo que en la campaña del entonces candidato Álvaro Uribe surgiera la duda de que por mi amistad con Augusto López, se podría romper la imparcialidad electoral del canal frente a los dos candidatos. Creo, al cabo de los años, que esa inquietud se la transmitieron miembros de la campaña de Uribe a don Julio Mario Santo Domingo. Él personalmente me había comunicado a mí, desde cuando Uribe se lanzó como candidato y no contaba con la benevolencia de la opinión en las encuestas, que era totalmente partidario de su candidatura y que le gustaría mucho como Presidente. Esa posición de don Julio Mario la tenía yo muy clara. Pero eso no impidió que durante la campaña surgieran dudas sobre mi imparcialidad. Ello condujo, por lo menos es mi sensación, a que el actual presidente de Caracol, Paulo Laserna, me transmitiera la cancelación de mi contrato.

M.I.R.: No fue entonces un 7 de agosto especial en su vida, sino todo lo contrario…

Y.A.: Estoy totalmente seguro de que Álvaro Uribe ni se enteró de este episodio. Esos resquemores o susceptibilidades que son absolutamente aterradoras se dan en todas las campañas presidenciales del mundo, y cualquier amenaza contra la victoria del candidato los conduce a ver monstruos o fantasmas donde no existen.

M.I.R.: ¿Y qué expectativas tiene sobre este 7 de agosto en el que Uribe se posesiona para su segundo período presidencial?

Y.A.: Colombia va a vivir por primera vez en 100 años el fenómeno de la reelección inmediata de un Presidente. Eso va a producir dos fenómenos. Que muchos de los que votaron por Uribe van a arrepentirse de haberlo hecho, y que muchos de los que no votamos por Uribe vayamos a arrepentirnos de no haberlo hecho.

M.I.R.: ¿Cómo así?

Y.A.: Uribe siempre quiso tener ministros de cuatro años, y ahora vamos a tener ministros de ocho años, lo cual demuestra el carácter de estabilidad que quiere darle a su gobierno. Para él, no tiene sentido que cuando un ministro comienza a conocer profundamente el tema de su cartera, lo cambien. Y, desde luego, también es claro que un Presidente que lleva ya cuatro años gobernando tiene mucho más conocimiento del que tenía cuando asumió por primera vez. Ese conocimiento le tiene que servir a Uribe para dos cosas: para corregir los defectos de su primera administración, lo que podría acercarnos a los que no votamos por él, y segundo, para variar su receta gubernamental, lo que podría alejar a los que votaron por él. Si en el primer período su gobierno se concentró en la seguridad democrática, en el restablecimiento del orden público y en la libertad, conquista que ya logró, es evidente que en su segundo período va a tratar de taponar el hueco de la política social. Una muestra es el anuncio de que vienen cambios radicales en el Seguro Social. Ahí va a estar concentrado el esfuerzo de su segundo período.

M.I.R.: Y si usted cree que Uribe va a hacerlo tan bien en este segundo período, ¿por qué no votó por él?

Y.A.: Voté por Carlos Gaviria, porque me siento más cercano a la izquierda. Pero no hay duda de que Uribe es un fenómeno. Sabe perfectamente cuando se equivoca, cuando tuvo un mal pensamiento, cuando utilizó una mala expresión, y tiene la capacidad de corregir de inmediato. Por eso veo con buenos ojos este nuevo 7 de agosto presidencial.