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Andrés Felipe Medina era un líder juvenil de la Comuna 13. Fue asesinado a solo días del inicio de la Semana por el Desarme.

ORDEN PÚBLICO

Cultura o muerte

En Medellín conviven los eventos literarios y los actos de violencia. ¿Por qué una ciudad con sensibilidad poética es a la vez adicta a las armas?

10 de julio de 2010

Acaba de iniciarse la Segunda Semana por el Desarme en Medellín, que se extenderá hasta el 16 de julio y cuyo lema es 'Porque nos importa tu vida, decimos no a la violencia, decimos no a las armas'. En el video producido para la ocasión participan músicos, cantantes y bailarines de la ciudad, entre ellos Andrés Felipe Medina, un joven compositor de 25 años, miembro de la Corporación Son Batá, de la célebre Comuna 13.

En el video, Andrés aparece sonriendo y cantando consignas a favor de la vida y el desarme, con la chirimía de su grupo cultural. El comercial fue grabado hace tres semanas y justo cuatro días antes de su lanzamiento el joven fue asesinado de dos balazos, al parecer porque lo confundieron con alguien más. Es una historia ya vista: algunos de los protagonistas de las películas de Víctor Gaviria nunca lograron asistir a los estrenos porque los mataron antes.

Sorprendidos de que otra vez un evento hecho para promover la convivencia en Medellín coincida con hechos de sangre, la administración municipal le dedicó la semana de actividades a la memoria de Medina, una de cuyas composiciones dice: "Cómo luchar contra el mundo cuando todo se derrumba, cómo olvidarnos ya que la vida perdura. He visto a un hombre llorar frente a un espejo; yo le doy gracias a mi madre que es lo que más quiero, y si le canto a la vida es porque soy poeta, entonces tal vez le cante al fututo, de eso dependen mis letras".

El alcalde Alonso Salazar insiste en apostarle a la cultura como herramienta de transformación social. Este fin de semana, también en Medellín, se inicia el Festival Internacional de Poesía, que este año celebra su vigésima edición con invitados de países como Camerún, India, Mongolia, Ucrania, Guyana, Turkmenistán, Siria, Gambia, Vietnam, Alemania y otra treintena de naciones de los cinco continentes. Y se da por seguro que el público se agolpará en los diferentes escenarios, de pronto pequeños para tanta gente, y oirá los recitales de poesía en esas lenguas diversas sin importar la lluvia, ni el sol, ni la estrechez. La pregunta de los poetas conmovidos por los aplausos volverá a ser: ¿por qué una ciudad con sensibilidad hacia la poesía también está afectada por la intrepidez de las armas? Este año, en Medellín las muertes violentas ya suman 1.111.

La Segunda Semana por el Desarme en Medellín, a la par del Festival Internacional de Poesía, también tiene previstos conciertos, recitales, exhibiciones de teatro, danza, chirimías y tomas recreativas. La idea es que los jóvenes que empuñen armas las lleven o las manden con sus madres o vecinos a las iglesias de sus barrios, donde serán recogidas por los sacerdotes sin preguntas ni indagatorias. Y los organizadores esperan que al final la ciudad haya dado un paso hacia la civilidad. Pero no todos se muestran optimistas.

Un fiscal que lleva casos contra miembros de bandas admite que las armas que suelen recogerse en este tipo de ejercicios son viejos changones y revólveres, y no subametralladoras, pistolas, lanzagranadas o fusiles, que son las armas con las que los capos del narcotráfico dotaron a los jóvenes de Medellín. "Los capos no oyen poesía ni van a recitales de piano", sentencia el fiscal. En la Alcaldía, sin embargo, se niegan a darse por vencidos.

Para Salazar, la civilidad es un esfuerzo de persistencia que no debe detenerse a pesar de todos los obstáculos y todas las dudas. Hay algo de poesía en esa convicción. Gonzalo Arango, el poeta nadaísta, lo dijo a su manera hace más de 20 años: "¡Oh, mi amada Medellín, ciudad que amo, en la que he sufrido, en la que tanto muero! Mi pensamiento se hizo trágico entre tus altas montañas, en la penumbra casta de tus parques, en tu loco afán de dinero. Pero amo tus cielos claros y azules, como ojos de gringa". En las estaciones de Policía de los barrios, en las mismas carteleras donde se fija la extensa programación cultural de la ciudad, aparecen los retratos de los delincuentes más buscados.