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N A C I O N

De armas tomar

A pesar de su fragilidad aparente, Nohra Puyana de Pastrana maneja buena parte de los hilos de Palacio. La primera dama habló sin tapujos con SEMANA.

31 de enero de 2000

Fue en una de las 15 visitas que ha hecho al Eje Cafetero después del terremoto. Estaba entre la multitud en un acto de inauguración de una obra social. De la muchedumbre salieron dos mujeres, madres de soldados secuestrados por la guerrilla. A grito tendido le reclamaron: “A usted no le importa lo que nos pasa porque usted nunca ha sufrido”. La reacción de Nohra Puyana dejó a todo el mundo frío. Detuvo la manifestación, se abrió paso entre la gente y ubicó a las dos señoras. Las enfrentó y les dijo: “¿Que no sé lo que es eso? Yo he tenido dos secuestros en mi vida. En uno de ellos perdí a mi papá, nunca me lo devolvieron. No me digan que no sé lo que se siente”. En la plaza reinó un incómodo silencio hasta que Nohra decidió seguir tranquilamente su camino.

Anécdotas como esta ilustran el carácter de la primera dama. En apariencia una joven señora bien de Bogotá, en realidad una mujer de armas tomar. Resulta fácil suponer que nunca ha sufrido al ver su rostro amable y sonriente, sus ademanes perfectos, pero su fuerza interior proviene de ahí, de la dosis de violencia que le ha tocado vivir como hija y como esposa.

Cuando Nohra Puyana era niña era considerada la oveja negra de la familia. Sus hermanos Laura, Eduardo y David se dedicaban a montar a caballo y a los deportes. Nada de eso le gustaba a Nohra, la mayor. Alguna vez su abuela le regaló una enorme casa de muñecas y desde allí se dedicó a hacer lo que hoy es su vocación: les enseñaba a leer y a escribir a los niños de la finca de sus padres.

Hoy en día su labor es una extensión de esos juegos de infancia. Es la ‘líder espiritual’ de toda la labor social de este gobierno. Y lleva ese estatus debido a que la ley le prohíbe ejercer su condición de primera dama como si fuera un cargo público. Lo que pasa es que para tener poder Nohra nunca ha necesitado un nombramiento. Siempre ha sabido lo que quiere hacer y muy pocas veces se queda sin conseguirlo.

Fruto de su trabajo en el área social son el Plan Padrino, que reconstruye colegios en el Eje Cafetero, el programa Haz Paz, que ayuda a las mujeres víctimas de maltrato y la institucionalización del Día del niño, entre otros.

Nohra también es ‘rezandera’, como ella misma se describe. Cuando el Presidente se reunió por primera vez con ‘Tirofijo’ ella estaba en Europa. Y de la reunión solamente sabían el jefe guerrillero, el Presidente, Víctor G. Ricardo y ella. Hizo una peregrinación por todas las iglesias que pudo recorrer, rogando para que todo saliera bien y muy especialmente por la vida de su esposo, consciente del riesgo que corría. Es especialmente devota del Niño Jesús de Praga, y le atribuye a El la liberación de Andrés Pastrana luego de ser secuestrado por Pablo Escobar. De hecho, en el momento mismo en que se anunció la liberación llegó a la casa de Nohra un paquete anónimo con una estatua del Divino Niño. A toda la gente de Palacio les trae en sus viajes pequeños rosarios y con frecuencia se le escucha por los pasillos preguntando a la gente “¿si lo ha estado rezando juicioso?”.

Pero es fácil encasillarla. No es sólo suave, pero fuerte. No es sólo rezandera. No sólo maneja un discurso social. Ha resultado también buena ejecutiva: quienes la acompañan en la junta del Instituto de Bienestar Familiar lo confirman. Lidera buena parte del sector social del gobierno pero su fuerza no se siente afuera, no es protagónica, no compite en la escena. Quizá por eso mismo su imagen pública sigue el curso contrario a la de su marido: mientras Pastrana desciende en las encuestas, Nohra asciende.

A pesar de tener una agenda muy agitada y de saberse de memoria la problemática social del país, no deja de ser una madre de familia. De hecho, una madre ejemplar. Está pendiente de sus hijos y los involucra en su labor. A Santiago le pone mucha atención para que le vaya bien en el colegio. A Laura, que es la ‘pila’, le da cuerda para que desarrolle un incipiente interés por la política. Y a Valentina la está educando como si fuera una extensión de ella misma.

Quizás lo más sorprendente de Nohra Pastrana es cómo ha logrado ocultar al país la enorme influencia que tiene sobre el Presidente. Ella administra las lealtades de Palacio, y lo hace con una discreción absoluta pero también con la más absoluta severidad. Sobre ese tema, y sobre sus relaciones familiares, la primera dama habló sin tapujos con SEMANA.

Semana: Hay quienes dicen que usted se está convirtiendo en una especie de ‘Lady Di’ a la colombiana. ¿Le gusta esa imagen?

Nohra Puyana de Pastrana: (Risas) Bueno, a ver, a mí me fascina trabajar por los que no tienen. Ahí me dieron en la vena del gusto.

Semana: ¿Qué es lo que usted valora más en la gente?

N.P.: La lealtad y la honestidad.

Semana: ¿Y si tiene que escoger entre la lealtad y la idoneidad?

N.P.: Pues me quedo con la lealtad.

Semana: ¿Y el Presidente es igual?

N.P.: Sí, en eso somos cortados con la misma tijera. Es más importante darle la oportunidad a una persona que uno sabe que es de uno que a una que tiene todos los títulos y de pronto le está enterrando el cuchillo por detrás.

Semana: ¿Quiénes son las personas más influyentes en este gobierno?

N.P.: Sin duda el Canciller, Jaime Ruiz y Luis Alberto Moreno. Pero el que toma las decisiones finales es el Presidente.

Semana: ¿Y a usted le consulta muchas cosas?

N.P.: Siempre hemos tenido un diálogo muy bueno, y él siempre me cuenta todo lo que estamos haciendo. Yo muchas veces me entero antes que otras personas de cosas que están pasando. El me comenta y de pronto me consulta. Pero no es que tome la decisión de acuerdo con lo que yo le he dicho, sino que siempre está pendiente de ese sexto sentido que tenemos las mujeres. Le doy opiniones y le doy ideas que muchas veces le gustan. Unas las recibe y otras no.

Semana: ¿Con quiénes van de vacaciones ahora en fin de año?

N.P.: Invitamos a Jaime Ruiz y a la señora. Para pasar el 31, porque Navidad la pasamos sólo con la familia.

Semana: ¿Quién es su mano derecha?

N.P.: Depende. Alexandra Kling hace todo lo que es política internacional. Con Elisa Vargas estamos haciendo varios programas con el Icbf. Con Adriana Foglia la prensa a nivel internacional. Con Cristina Carrizosa manejo otras cosas. Me considero muy buena para escoger la gente, siento la energía de la persona.

Semana: ¿Cómo hace para balancear el tiempo que tiene que dedicar al oficio de primera dama y el de la educación de los niños?

N.P.: Yo siempre he dicho que lo único que uno tiene en la vida es la familia. Todos los puestos que uno pueda ocupar, son pasajeros. Aunque sé que siempre quiero servir a la gente, cosas como la Alcaldía o la Presidencia pasan. La familia queda. Por eso siempre he dejado espacio para mis hijos. Hablo mucho con ellos y les explico lo que hago, en qué programas estoy. Pero la mejor experiencia fue la llegada de Valentina. Porque llegó en una etapa de la vida nuestra en la que ya estábamos más maduros y ella viendo todo lo que yo hago ha aprendido mucho. Me acompaña a las escuelas y guarderías. Ella siempre quiere darles dulcecitos y galletas a los niños. Se entrega mucho a la gente.

Semana: Valentina nació en un momento muy difícil para ustedes.

N.P.: Sí, y nos devolvió la alegría, nos devolvió la esperanza. Por eso yo creo que Dios me ha dado la vocación para educarla de una forma distinta. Y la gente siente algo especial en ella. Una vez en un ancianato una viejita muy pequeña y encorvada se me acercó y me dijo: “Oigame señora, ¿usted por casualidad no es la mamá de Valentina Pastrana?”. Ella ya se posesionó.

Semana: ¿Usted es muy religiosa?

N.P.: Sí, practico la religión y me gusta que mis hijos vayan a misa. Rezo el rosario de vez en cuando. Soy muy mariana. Y el Niño Jesús del 20 de Julio me hizo el milagro más grande de mi vida, que fue volverme a traer a Andrés después del secuestro. Y cada vez que necesito un favorcito me lo concede. Aunque siempre doy algo a cambio, una silla de ruedas o un mercado para alguien, o algo así. Pedir, pero dando también. Una vez me mandaron una imagen de la Virgen de Guadalupe desde México, para la ciudad de Armenia, y la recibí con honores, con guardia presidencial tocándole y todo. Le hicimos misas y rosarios y ya la llevé al Eje Cafetero y la entronizamos allá.

Semana: Sin embargo al Presidente le gustan los temas de la Nueva Era y el esoterismo. ¿A usted le gustan esos temas?

N.P.: No, yo no soy tan de esos temas. Y él tampoco es llevado al extremo. Es curioso en ciertas cosas.

Semana: Por ejemplo que 13 personas nunca se sienten en una mesa.

N.P.: Bueno, eso sí, Andrés es agüerista porque el abuelo Carlos Arango Vélez era muy agüerista. El abuelo le prendió los agüeros a su mamá María Cristina, y ella a Andrés. Pero yo sí tengo ese de los 13 comensales porque dos veces he estado sentada en una mesa de 13 personas y una de las personas sentadas en la mesa ha muerto al poco tiempo. Cosas como pasar por debajo de una escalera no las hago es porque fijo le cae a uno un tarro de pintura en la cabeza. Hay un cuento curioso. Cuando éramos novios Andrés me había dicho que no se podía poner un sombrero encima de la cama, como los toreros. Y yo de rebelde puse el sombrero encima de la cama. Nos fuimos a un almuerzo a una finca y cuando nos devolvimos en mitad del camino nos varamos. Y yo sólo pensaba en el sombrero. Llegamos a Bogotá a las 3:00 de la mañana porque no había grúas. Finalmente le confesé que había dejado el sombrero encima de la cama. Y nunca lo volví a hacer.

Semana: ¿Cuál ha sido el momento más duro de su vida?

N.P.: El secuestro de Andrés y el de mi papá. El de Andrés duró una semana y de mi papá no supimos nada los primeros seis meses. A los dos años lo encontramos en Samaná, Caldas, enterrado a un metro con 50. Lo trajeron en un taxi entre un talego de basura. A pesar de todo dimos gracias a Dios porque pudimos darle sepultura, pues lo peor es cuando un familiar desaparece y no se vuelve a tener noticias. No se cierra el duelo.

Semana: ¿Cómo le ha ido con las promesas de campaña, como los desayunos escolares, en medio de esta crisis presupuestal?

N.P.: He tenido una gran suerte. Estamos haciendo alianzas con la empresa privada. Hemos dado 60.000 desayunos escolares. Estoy comprometida con el Icbf a lograr por lo menos millón y medio de desayunos el próximo año y ojalá un día lleguemos a los cinco millones. Le hemos presentado este programa a empresas como Noel, Asociación de Lecheros, Pasteurizadores, Kelloggs, Alpina, etc. Ellos me han ayudado y el próximo año vamos a sacarlo adelante.

Semana: ¿Cómo ha sido ese trabajo social hasta ahora?

N.P.: Han sido muchos los frentes a través de los cuales hemos trabajado, los ministerios sociales, educación, salud, el Ministerio de Cultura, el Icbf y la Red de Solidaridad Social. Básicamente empecé con eso. Nos reunimos y me di cuenta que ni se conocían entre ellos y que hacían lo mismo por separado. Así que centralizamos todos los programas, descartamos lo que no sirve e hicimos una organización interinstitucional.

Semana: Hace unos meses hubo una columna de D’Artagnan sobre el Presidente y María José Barraza...

N.P.: Sí, “Pobrecita Nohra”. Pero no. Ese mismo día llamó el papá de María José preocupadísimo. Y le dijimos que no se preocupara. Afortunadamente en los 18 años de matrimonio nunca ha habido crisis. Reencuentro, vida nueva, madurez, yo creo que tanto Andrés como yo maduramos mucho con la experiencia del secuestro. También con el gobierno y en la Alcaldía. Entonces, sinceramente a mí no me importó esa columna porque Andrés y yo hemos tenido siempre una relación muy amistosa. Yo tengo una peculiaridad: cuando yo tengo una duda no me la guardo. Por ejemplo, si yo llego a sentir celos o algo yo le digo de frente a Andrés. De una se lo digo. Y él siempre me ha dicho: usted es la mujer de mi vida y la mujer que yo escogí. Siempre me he sentido muy tranquila con las respuestas que él me da. Y nos complementamos mucho en el trabajo. Además él tiene que estar feliz de haberse casado conmigo porque de todas las noviecitas esas que tenía ninguna le hubiera dado la talla para hacer este trabajo.

Semana: ¿Y qué opinión le merece D’Artagnan?

N.P.: Sólo me da lástima que no tenga imaginación para escribir unas columnas que le aporten algo al país. Lo grave no es el daño que pudiera hacerle a una pareja, sino el negativismo de escribir esas cosas en una situación como la del país. Yo creo que a él tampoco le interesaría que escribieran de su vida privada.

Semana: Se dice que la persona que tiene el sentido para definir quién está y quién no está con los Pastrana es usted. ¿Es eso verdad?

N.P.: Sí, yo siempre lo he sentido, no sé por qué tengo una sensibilidad para sentir lo que está pensando la gente y para ver honestidad en la cara y en los comportamientos de las personas. Y en eso sí yo muchas veces le digo a Andrés “mira bien a fulano de tal” o “yo siento que tal cosa”. A veces no me hace caso, pero después se da cuenta que tengo razón.

Semana: En los corrillos de Palacio se dice que usted sabe por quién votó Juan Manuel Santos.

N.P.: (Risas) Yo creo que votó por mí, no por Andrés.

Semana: ¿Cuál es el Ministro que menos le ha gustado?

N.P.: Para esa pregunta no tengo respuesta, pero la actitud que menos me ha gustado fue la de Rodrigo Lloreda, por renunciar en un momento que no era oportuno. Cuando teníamos invitados de otros gobiernos, poner al Presidente en esa situación no fue lo mejor.

Semana: Si llega a haber un problema grave en el gobierno y usted necesita un consejo importante, ¿en quién confiaría?

N.P.: Yo creo que en el Canciller. Yo en él confío muchísimo.

Semana: ¿Qué tan seguido habla con el Presidente?

N.P.: Muy seguido. Me llama por lo menos seis veces al día.

Semana: En todo esto, ¿cuál ha sido para usted el periodista más objetivo?

N.P.: Pues yo creo que Enrique Santos. Y entre otras le da a uno lástima que esa columna haya muerto. Yo creo que él hubiera podido hacer las dos cosas a la vez. Porque llegaba a mucha gente.

Semana: ¿Cuál ha sido el mejor momento del gobierno?

N.P.: La posesión. Fue el momento más feliz.