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De espaldas al mundo

La donación de 8.500 dólares de una ONG a las Farc dejó la sensación de que esta guerrilla tiene respaldo en Europa. La verdad es que está más aislada que nunca.

31 de octubre de 2004

Rebelión era hasta hace dos semanas una organización desconocida en Dinamarca. Uno más de los millares de grupos que existen en Europa. Un puñado de anónimos activistas que se opone a la ley antiterrorista aprobada en Dinamarca después del 11 de septiembre. Rebelión les entregó a las Farc 8.500 dólares recogidos en donaciones callejeras, como un gesto desafiante contra las leyes danesas, y porque considera al gobierno colombiano una tiranía. Una cifra insignificante si se tiene en cuenta que el presupuesto anual de esta guerrilla se calcula en 500 millones de dólares. Un dinero que apenas representa 10 salarios mínimos en Dinamarca, pero que alcanzarían para fabricar por lo menos 3.000 minas quiebrapatas en Colombia.

A juzgar por el despliegue que ha tenido la noticia, estos han sido los dólares mejor invertidos por Rebelión en toda su vida. De un momento a otro su vocera Cristine Lundgaard tuvo micrófonos abiertos en las principales emisoras colombianas. Mereció un fuerte pronunciamiento del embajador de Colombia en los países nórdicos, Carlos Holmes Trujillo. Y como si esto fuera poco, la canciller Carolina Barco anunció que solicitaría la extradición de los miembros de esta ONG, con tan mala suerte que tuvo que rectificarse al día siguiente porque Colombia no tiene tratado de extradición con Dinamarca. Hasta del propio Presidente de la República se pronunció reforzando la errática amenaza de juzgar aquí a los que financian el terrorismo desde allá. El escándalo del gobierno colombiano obtuvo una prudente respuesta del gobierno danés que prometió una exhaustiva investigación judicial.

Sin embargo es poco probable que los miembros de Rebelión terminen en la cárcel. Dinamarca no es Cundinamarca y este parece ser más un asunto de controversia política interna que un asunto policial. El gesto de esta ONG, insignificante en lo económico, tenía una pretensión política a la que contribuyó con creces la desproporcionada y equivocada reacción del gobierno colombiano.

No obstante, el episodio puso sobre el tapete dos temas que han sido recurrentes durante el gobierno de Álvaro Uribe y que aunque son totalmente distintos, suelen confundirse: la imagen del gobierno en Europa y la diplomacia de las guerrillas.

¿Qué tanto influyen las Farc en Europa?

La idea de que las Farc tienen amplia influencia en Europa no es más que un mito alimentado por hechos aislados que sólo tienen resonancia en Colombia. No es la primera vez que minúsculos grupos radicales hacen actos abiertos a favor de las Farc. El año pasado SEMANA denunció que las juventudes comunistas de Suecia hicieron una colecta para esta guerrilla, de manera idéntica como ahora la hizo Rebelión. Es cierto que grupos afines a las Farc, como la agencia de noticias Anncol, funcionan entre Suecia y Dinamarca y que por más que el gobierno colombiano ha intentado que se les penalice, no lo ha logrado. También es bien conocido que durante el festival que realiza cada año el periódico comunista L'humanité en París, las Farc tienen un toldo donde venden libros, entregan boletines y hasta música, tal como lo hicieron en septiembre pasado. Tampoco es extraño que miembros de las Farc participen en foros y seminarios académicos y que en muchas universidades se transmitan documentales sobre la insurgencia. Gran parte de esta representación es hecha por sobrevivientes de la Unión Patriótica que ofrecen su testimonio sobre la imposibilidad de actuar por las vías democráticas en Colombia. Y los países nórdicos como Suecia, Noruega y Dinamarca han sido receptores de esta diáspora. Por eso allí se encuentran gran parte de los grupos que mantienen una visión romántica y añeja de las guerrillas. Pero estos grupos son tan marginales como la guerrilla misma. Porque nunca como ahora tanto las Farc como el ELN jamás habían estado tan aisladas internacionalmente.

Durante las décadas de los 60 y 70, casi media Europa era comunista y durante la Guerra Fría los partidos comunistas de Europa apoyaban de frente y sin ningún pudor a las guerrillas latinoamericanas, incluso con dinero. Varios de los jefes de las Farc como Joaquín Gómez, Alfonso Cano y Raúl Reyes se formaron en universidades de Polonia y las antiguas Unión Soviética, Checoslovaquia, Alemania oriental o Yugoslavia. Y su paso por París o Londres tampoco extraña.

Pero en la década de los 90 todo cambió. Los regímenes socialistas se cayeron como un castillo de naipes y la izquierda europea viró hacia el centro. La mitad de las guerrillas colombianas se desmovilizaron y la guerra en Centroamérica finalizó con acuerdos de paz. Desde entonces las Farc y el ELN son mirados en Europa como algo anacrónico, fuera de época, como grupos que bordean peligrosamente el límite de la criminalidad. Temas como el secuestro, el narcotráfico y los vejámenes contra la población civil han hecho que estos guerrilleros reemplacen su aureola revolucionaria por la capucha de terroristas. Buena parte de ese cambio de mirada se le debe a la campaña contra el secuestro que hizo la prestigiosa organización no gubernamental Pax Christi, que puso el dedo en la llaga sobre un tema que no mencionaban las demás ONG. Otras organizaciones como Amnistía Internacional también han empezado a incluir en sus documentos los atropellos que cometen las guerrillas.

Las Farc tuvieron un breve segundo aire en Europa durante los diálogos del Caguán, cuando realizaron una controvertida gira por los países nórdicos junto al gobierno. Pero lo único que logró este periplo fue acrecentar el escepticismo de los europeos frente al proyecto de las Farc. A la desilusión con el fracasado proceso de paz con Pastrana se sumó la activa campaña de Álvaro Uribe, que aprovechó la reacción contra el terrorismo que se creó después del 11 de septiembre, para cerrarles las puertas en el mundo. Sin mucho esfuerzo, las Farc y el ELN fueron incluidos en la lista de organizaciones terroristas de Europa. Episodios como la matanza de 119 civiles inermes en Bojayá, la bomba contra el club El Nogal y los secuestros masivos como el de la iglesia de La María fueron pruebas suficientes. A estos hechos se sumó el constante secuestro de europeos por parte de ambas guerrillas. El rechazo europeo recibió la adhesión de México, donde las Farc tuvieron sede permanente durante muchos años.

Pero una cosa es la absoluta marginalidad de estos grupos pro guerrilleros y que rayan en lo caricaturesco y otra muy distinta es la influencia que tienen ciertas ONG que son muy críticas de los gobiernos colombianos pero que no comulgan con los actos de terror y barbarie de la insurgencia.

Expertas en cabildeo internacional

Los gobiernos colombianos se despertaron tarde al fenómeno de las ONG como jugadoras con mucho peso en el escenario internacional. La subversión, en cambio, las descubrió desde el comienzo, lo cual le permitió colonizar algunas sin competencia durante varios años. Apenas empezaron a figurar los derechos humanos en la agenda internacional encontraron ahí un filón interesante para explotar y desde entonces se han tomado el tema.

Uno de los grandes lunares que ha tenido la diplomacia durante el gobierno de Uribe ha sido su declaratoria de guerra contra estas ONG, a las que el Presidente acusa de ser complacientes con los grupos guerrilleros. Aunque puede ser verdad en algunos casos, el hecho de que el propio jefe del Estado las denuncie en tono camorrista ha sido contraproducente.

Primero, el Presidente se salió de casillas cuando un grupo de ONG publicó El Embrujo autoritario, un libro que retrata a Uribe como el peor de los dictadores. El libro hubiese pasado sin pena ni gloria por las librerías, pero la furia presidencial lo convirtió en un verdadero best-seller y reveló a un Uribe poco tolerante con sus críticos. Y en junio pasado reincidió en la furia cuando se enteró de que las Farc habían asesinado a 33 raspachines en La Gabarra, y de inmediato fustigó a Amnistía Internacional diciendo que "todos los días inventan justificaciones para maltratar al Ejército y no condenan a los terroristas... siguen con su perorata... ellos quisieran con sus palabras y hechos que el terrorismo triunfara".

Es claro que las más prestigiosas ONG de Europa y Estados Unidos no apoyan la guerrilla y, por el contrario, la critican. Frente a la donación que hizo Rebelión a las Farc, 18 ONG europeas y 125 organizaciones sociales colombianas, incluyendo la Comisión Colombiana de Juristas, el Cinep y Minga, rechazaron categóricamente a los grupos radicales que apoyan financieramente a la guerrilla colombiana.

Sin embargo, las 'buenas' ONG, las prestigiosas y no radicales, son la principal piedra en el zapato que tiene el presidente Álvaro Uribe en el campo diplomático en Europa pues han hecho constantes críticas al Presidente. Y usan como espada de Damocles, con toda razón, la preocupante paramilitarización del país y el kafkiano proceso de negociación con las AUC.

Estas ONG son grupos que se mueven con facilidad en las asambleas y parlamentos, en los sindicatos, en el mundo académico, en la prensa de inclinación de izquierda, y no se puede negar que tienen popularidad entre los ciudadanos. Amnistía Internacional, por ejemplo, es una de las organizaciones con mejor nombre en Europa.

Un caso que ilustra la incidencia de este sector de las ONG fue la campaña Stop Uribe, que intentó sabotear las dos últimas giras del Presidente a países europeos. En Bélgica sin duda tuvieron éxito cuando lograron que sólo una minoría de parlamentarios escucharan la intervención del Presidente en el Parlamento Europeo, en febrero de este año.

Estas ONG no se han destacado por su capacidad de protesta, tanto como la capacidad de hacer lobby. En Gran Bretaña, por ejemplo, Justice for Colombia, alentada por influyentes sectores sindicales de ese país, inició una campaña contra la ayuda militar británica a Colombia. Una solicitud que cuenta con más respaldo en el Partido Laboralista que en el Conservador.

Ese tipo de cabildeo a veces ha tenido éxito. En los últimos años han logrado movilizarse para impedir o hacer modificar compras de armamento tanto de Suráfrica como de Canadá. Y pudo influir en la negativa de España de donar los tan anunciados tanques.

Pero esas iniciativas pueden fallar. Hace dos semanas emprendieron una campaña en la Unión Europea para evitar que esta entidad le diera apoyo al proceso de paz con las autodefensas. Pero los europeos decidieron apoyar el proceso de manera gradual, condicionado a que haya verdad, justicia y reparación.

No todo lo que ocurre se le puede achacar como errores a la diplomacia colombiana. La guerra contra Irak ha creado una nueva bipolaridad en el mundo, y las corrientes europeas que detestan a Bush critican también el apoyo militar que el tío Sam le ha dado a Colombia. Es evidente que los europeos respaldan la salida negociada al conflicto colombiano antes que la militar.

La tormenta de los 8.500 dólares ha demostrado que el gobierno ha tenido importantes avances en su propósito de aislar internacionalmente a las Farc más que por sus resultados en la lucha contrainsurgente, y que ha contado con un contexto internacional favorable más que con una estrategia diplomática apropiada.

Anunciar solicitudes de extradición con un país con el que no se han firmado tratados demuestra que no hay mucha experiencia en el manejo de estos temas. "Hay un vacío diplomático muy grande y de información que simplemente llenan las Farc y el ELN", dice Liudine Zumpulle, reconocida defensora de derechos humanos de Holanda.

Todo lo anterior, aunque resuene con tanto eco en Colombia, sigue siendo muy lejano en Europa. Las prioridades del Viejo Continente son otras. Pero también es cierto que el gobierno de Uribe no ha demostrado tomarse en serio el tema de la diplomacia en Europa, y posiblemente esta situación no mejorará mientras la diplomacia colombiana no tenga una carrera administrativa y siga siendo un botín clientelista.