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DE GUATEMALA A GUATEPIOR

Muchos se preguntan si el gabinete de salvación nacional no será mas bien el del naufragio.

11 de julio de 1988

En realidad nadie esperaba que el cambio del gabinete del presidente Barco significara la salvación nacional. Pero lo que sí se esperaba era que las nuevas caras del equipo de ministros produjeran, por lo menos, una leve sensación de alivio. La verdad es que el viernes por la mañana los colombianos amanecieron entre sorprendidos y desconcertados con el nuevo gabinete. Prácticamente ninguna de las estrellas que se había mencionado como ministeriables, aparecieron en el decreto de nombramiento. En cambio, muchos de los nombres eran francamente desconocidos y algunos de los que no lo eran parecian haber sido asignados para una cartera que no les correspondía.

El jueves las sorpresas comenzaron bien temprano. En los corredores de Palacio, donde los reporteros ávidos de "chiva" les preguntaban hasta a las empleadas del aseo si habían escuchado algo, se enteraron de un retiro que no estaba entre los planes: Fernando Cepeda abandonaba el Ministerio de Comunicaciones. Criticado, vilipendiado y convertido en el "chivo expiatorio" de todos los males del país, nadie pensaba, teniendo en cuenta la costumbre del Presidente de ir contra la corriente, que Barco fuera a prescindir de su "eminencia gris".

Pero, lejos estaba esta de ser la última sorpresa de la jornada. Si algo creían tener claro los "gabinetólogos" el jueves por la mañana, era que el ex alcalde Julio César Sánchez era ficha fija en la nueva nómina ministerial. La radio lo anunció con bombos y platillos en las horas de la mañana y la única incógnita era el ministerio del que iba a encargarse. A medida que pasaban las horas, se barajaban nuevos nombres y, curiosamente, el de Sánchez comenzaba a esfumarse. ¿Que había pasado? SEMANA se ha enterado de que, efectivamente, en las horas de la mañana, el presidente Barco le había ofrecido a Sánchez el Ministerio de Comunicaciones. De hecho, el unico nombramiento que las altas fuentes del gobierno se atrevían a confirmar en esos momentos era el del ex alcalde. Sin embargo, se supo que en la tarde, por algunos cambios cuyos motivos no se conocían, la ficha de Sánchez había sido movida a la cartera de Obras Públicas. Esto implicaba, además, que uno de los considerados ministros "estrella" del viejo gabinete, que se daba por fijo en el nuevo, Luis Fernando Jaramillo, iba a dejar su cargo en el Ministerio de Obras. A las cinco de la tarde, Jaramillo estaba por fuera y el presidente Barco, en su ronda de conversaciones con los distintos dirigentes políticos convocados a la Casa de Nariño ese jueves, hablaba de nueve nuevos ministros. En la noche, cuando se conoció finalmente que sólo había ocho caras nuevas en el equipo de gobierno, se revelaron nuevos detalles. En realidad, Sánchez había rechazado las ofertas de los ministerios de Comunicaciones y Obras.
En primer lugar, porque aún aspira a llegar a la Secretaría General de la Presidencia tras el posible retiro de Germán Montoya, posición desde la cual estaría más cerca del Presidente.
Por otro lado, Sánchez no ha declinado sus aspiraciones para ser Designado y considera que encargado de un ministerio, no podría adelantar a sus Dos horas y media después, el Secretario de Información y Prensa de la Presidencia, Gabriel Gutiérrez, leyó ante los micrófonos de la radio el comunicado con los nombres de los nuevos ministros. Lo primero que saltó a la vista fue la intención del gobierno de darle contentillo a la clase política y a las distintas regiones del país, en particular a la Costa, que quedó representada por tres ministros. "Al fin y al cabo--comentó a SEMANA un alto funcionario--la mejor votación liberal de marzo fue en la Costa Atlántica".

Pero más allá de estas interpretaciones globales, el gabinete comenzó, desde la noche del jueves, a ser recibido con muchos interrogantes. Quizá los únicos dos nombramientos que no encontraron mayores peros, fueron los de Oscar Mejía Vallejo en el Ministerio de Minas, y Pedro Martín Leyes en el de Comunicaciones. Mejía, más allá de los debates sobre los contratos de Carbocol con una firma de la cual es socio, debates que hoy se consideran superados tras los fallos de la Procuraduría, es considerado un técnico triple A y un garante de la continuidad de la política energética del gobierno. Como si fuera poco, desde la primeras declaraciones, Mejía se mostró audaz y decidido a solucionar la cuestión de los atentados a los oleoductos, planteando la posibilidad de un diálogo con el ELN. En cuanto a Martín Leyes, se reconoce en su designación un gesto del presidente Barco con la clase política costeña que, difícilmente, puede sentirse mal representada por el senador barranquillero. Aparte de ésto, casi en el plano de lo anecdótico, se mencionó que Martín Leyes, viene a ocupar una cartera en la que su padre, Carlos Matín Leyes,se desempeñó en tiempos del Frente Nacional. Finalmente, la gestión del senador Martín Leyes en la Presidencia del Senado es considerada buena y de seguro ésto contribuyó a que el gobierno pensara en él.

Otros dos nombramientos que recayeron en figuras respetadas en distintos sectores, fueron los de Gabriel Rosas en Agricultura y Juan Martín Caicedo en Trabajo. Pero a diferencia de lo que sucedía con Mejía y Martín Leyes, se tenía la impresión de que habían sido asignados a las carteras menos indicadas para su perfil.
En el caso de Rosas, es un estudioso y destacado economista cuya voz en la Comisión Tercera del Senado es escuchada y respetada. Pero quienes lo conocen aceptan que sabe mucho más de macroeconomía y de cuestiones tributarias, que de asuntos agrarios, que son los que tendrá que enfrentar en su cartera. En cuanto a Caicedo, a pesar de que su nombramiento está justificado tanto por su hoja de vida como por el triunfo relativo en la carrera por la Alcaldía de Bogotá en las elecciones de marzo, algunos observadores plantearon que no era un buen gesto del gobierno para con la clase obrera, designar en el Ministerio del Trabajo a un hombre que durante muchos años ha representado los intereses de los empresarios.

Como "ni fu ni fa" fueron interpretados los nombramientos de Manuel Francisco Becerra en Educación y Luis Arraut en Salud. Se entendía que, en el caso de Becerra, se estaba solucionando un impasse burocrático en la Gobernación del Valle, y en el de Arraut, completando la cuota costeña. Más aún, en cuanto a éste último, no faltaron los comentarios de que se habían equivocado de cartera: siendo un catedrático con grandes méritos en el manejo de la otrora agitada Universidad de Cartagena, le encajaba mejor la cartera de Educación.
Y además de esto, resultaba inexplicable la forma como habían jugado con él como con una ficha de parqués, moviéndolo de casilla en casilla y haciéndolo pasar por tres cargos públicos distintos (dirección del Icfes Gobernación de Bolívar y Ministerio de Salud) en menos de un mes.

LA CRISIS DE LA CRISIS
Pero las grandes críticas se concentraron al día siguiente del anuncio del nuevo gabinete, en los nombramientos de Luis Guillermo Giraldo en Justicia y Carlos Arturo Marulanda en Desarrollo. Lo que en la mañana del viernes se presentaba como serias dudas, en la noche era ya una franca avanzada de cuestionamientos. A Giraldo, por su papel en el llamado "robo de Caldas", departamento que gobernaba cuando se presentaron graves irregularidades en el manejo de los recursos públicos y de la nómina, que según demostraron las publicaciones de entonces, constituia un verdadero "roscograma" de familiares y allegados en importantes cargos del departamento. Para sus defensores sin embargo, independientemente de la veracidad de estas acusaciones, Giraldo es un gran constitucionalista.
Sobre Marulanda, se desempolvó un expediente de acusaciones sobre fraude y estafa que habían obligado a que el nuevo ministro hubiera tenido que salir del país en 1977, mientras prescribia el proceso en su contra. Según un dirigente de la oposición, "parece que algunos de los nombres del nuevo gabinete, no fueron sacados de hojas de vida, como desde el comienzo lo pregonaba el gobierno, sino de los expedientes de la Procuraduría".
La conmoción fue tal, que ya en la noche del viernes, Giraldo en carta al Presidente resolvía no aceptar su nombramiento y, al cierre de esta edición, Marulanda se defendía en una rueda de prensa con argumentos legales que al parecer desvirtuaban las acusaciones. De este modo, un final más bien amargo tenía la semana del anunciado cambio de ministros, que se había querido implicara el nombramiento de un gabinete de salvación nacional, y terminó siendo lo que algunos bautizaron como un "gabinete de indignación nacional". --