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Coronel Hernán Mejía Gutiérrez

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De héroe a villano

Paramilitares fusilados que se hacen pasar por guerrilleros, tortura de milicianos de las Farc y operaciones conjuntas entre autodefensas y Ejército hacen parte de las espeluznantes actuaciones del comandante del Batallón La Popa.

27 de enero de 2007

El 25 de octubre de 2002 era hasta el viernes pasado una fecha memorable para el Ejército. Ese día, el coronel Hernán Mejía Gutiérrez, comandante del Batallón La Popa, con sede en Valledupar, les informó a sus superiores que durante un combate habían dado de baja a 19 guerrilleros del Frente 6 de Diciembre del ELN. El general Carlos Alberto Ospina, en ese entonces comandante del Ejército, viajó hasta Cesar a corroborar la victoria militar y, muy orgulloso, dio una rueda de prensa en la que destacó este como uno de los mayores éxitos alcanzados en la historia de la lucha contra la subversión.
La acción aparentaba ser una hazaña llena de detalles extraños. Era un combate atípico porque murieron todos los guerrilleros, pero ninguno de los 14 soldados sufrió el más mínimo rasguño. Además, el supuesto enfrentamiento se había presentado en la hacienda El Socorro, en Bosconia, una zona de fuerte presencia paramilitar. Finalmente, el hecho le valió felicitaciones y medallas al coronel Mejía, que después de ese día afianzó su fama de tropero. Pero hace una semana, ese recordado capítulo dio un vuelco cuando el Ministro de Defensa y el alto mando castrense conocieron las denuncias hechas por un ex suboficial, subalterno del coronel Mejía, que conoció de primera mano la verdadera historia sobre cómo el Batallón La Popa se convirtió en una de las unidades que más bajas produjo entre 2002 y 2004.

Este suboficial le contó a la justicia penal militar todo lo que vio en estos años, y la gravedad de su testimonio hizo que el caso fuera trasladado de inmediato a la Fiscalía. SEMANA habló con el ex militar, que se convirtió en el principal, pero no el único, testigo de esta escabrosa historia.

El suboficial estuvo durante 18 años en el Ejército y conoció de cerca cómo funcionaban los vínculos entre algunos de sus superiores y las autodefensas en Urabá, Guaviare y la Costa. En Santa Marta había estado bajo órdenes del capitán Édgar Fierro, más conocido en el país como 'Don Antonio', el hombre del computador de 'Jorge 40'. Cuando el coronel Mejía llegó a Valledupar, se apoyó inicialmente en este suboficial. Después terminaron de enemigos. El hoy testigo de la Fiscalía resultó en la cárcel acusado de tráfico de munición, en un proceso lleno de irregularidades. Al salir, trabajó con los paramilitares durante varios meses hasta que finalmente decidió alejarse de la vida criminal. Ahora decidió contar todo lo que sabe. Especialmente, las andanzas del que fuera su comandante en el Batallón La Popa.

El coronel en su laberinto

Antes de convertirse en villano, el coronel Hernán Mejía Gutiérrez era un héroe. Siempre ha sido el primero de su curso, luce en su pecho cinco medallas de orden público, algo que pocos oficiales pueden lograr a lo largo de su carrera. Cuando apenas empezaba su vida como oficial, estuvo asignado a uno de los episodios más difíciles de la historia el país: la retoma del Palacio de Justicia. A lo largo de su vida ha estado en regiones tan complicadas como Putumayo y Caquetá. Así se hizo a una hoja de vida que tiene más de 30 páginas llenas de logros y felicitaciones. Mejía se destacó siempre por darles buen trato a los soldados y porque siempre daba resultados. "En todas las unidades a las que era enviado, Mejía aumentaba dramáticamente los resultados operacionales. El problema es que para conseguir esas bajas a Mejía no le importaba si tenía que aliarse con el diablo", le dijo a SEMANA un oficial del Ejército. Esa alianza con 'el diablo' es la que lo convirtió la semana pasada en el símbolo de la alianza entre militares y autodefensas. El viernes, durante una rueda de prensa en la base de Tolemaida, el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, anunció que el oficial sería relevado de sus funciones por los graves hechos de los que se le acusa. Y es que el testimonio del suboficial, que fue también su escolta, es escalofriante. "Mi coronel Mejía llegó al Batallón La Popa en enero de 2002. Lo primero que nos dijo es que venía de un batallón contraguerrilla que había dado entre 37 y 40 bajas en un año y que en La Popa aspiraba a llegar a 100", le dijo a SEMANA el testigo clave. "Nos dijo que ese cuentico de los coroneles anteriores de dar sólo cinco o 10 bajas por año no iba con él y que a lo que lo habían mandado era a dar bajas", afirmó el ex militar que estuvo casi 20 años en las filas del Ejército.

"Un domingo temprano, cuando apenas mi coronel Mejía llevaba 10 días de haber llegado, me llamó al comando y me dijo que consiguiera un arma y me fuera con él en el carro del batallón. Los dos íbamos de civil. Cogimos hacia Bosconia y pasamos un pueblo que se llama San Ángel. Como a cinco kilómetros del pueblo había un retén de paracos. Uno de ellos se acercó al carro, él se identificó y nos dejaron seguir. Llegamos a una finca en donde había unos 200 paramilitares. En la casa principal, sentados en una mesa, estaba toda la cúpula del Bloque Norte: el señor 'Jorge 40', el señor Hernán Giraldo, 'Tolemaida', 'Omega' y '39' que era David Hernández, un militar retirado que había sido amigo de mi coronel. Se saludaron con mucha alegría porque ellos eran amigos de escuela y los vi recochar mucho cuando se vieron".

Según el testigo, ese día pactaron que Mejía tendría un sueldo mensual de 30 millones, aportados por 'Jorge 40', para que los militares no se metieran con sus hombres. "Luego se sentaron todos a almorzar y Mejía dijo que no sólo iba por la plata, sino que él venía por la gloria y la gloria eran las bajas". Lo que vino después fue una cordial discusión sobre cómo trabajarían el Batallón La Popa y los paramilitares. "El viejo Hernán Giraldo dijo que al que le quedaba más fácil entregarle todos los positivos era a '39'. Como se sabe, este hombre fue el jefe militar del Bloque Norte de las AUC en Cesar y se le atribuyen centenares de muertes. Según el testimonio que reposa en la Fiscalía, "'39' le dijo al coronel que el único problema era que la gente de él tenía fusiles diferentes a los Galil del Ejército y así era más difícil legalizar los muertos. Entonces mi coronel mandó a sacar cuatro Galiles decomisados que había en el batallón y ordenó llevárselos a la gente de '39' . Como era una orden de mi coronel, nadie cuestionó la salida de los fusiles del batallón", dijo el testigo.

'Bajas, bajas, bajas'

Según el relato del testigo, antes de cumplir su primer mes al mando del Batallón La Popa, el coronel Mejía conformó un grupo especial con 14 militares de esa unidad con el argumento de tener una unidad, de reacción rápida. El grupo era conocido dentro de las instalaciones con el nombre de 'Zarpazo'. "Ese grupito salía y como a las cuatro o cinco horas volvía con la novedad de que habían dado dos o tres bajas. Eso pasaba seguido. A todo el mundo le parecía raro que mientras las contraguerrillas completas, que patrullaban las partes altas y si estaba cerca de la guerrilla no daban bajas, los del grupo 'Zarpazo' siempre que salía sí daban bajas. El coronel acordó con '39' que todo lo que él diera de bajas él se lo legalizaba".

Según el descarnado relato, paras y militares acordaron varias formas de trabajo conjunto. Uno de los episodios más escabrosos de esa alianza fue justamente el que ocurrió en octubre de 2005. Al parecer, '39' había tenido una serie de inconvenientes con varios de los hombres que estaban bajo su mando. Decidió entonces hacer una purga interna en las filas de las autodefensas y ordenó asesinar 19 de ellos. "'39' llamó a Mejía y el coronel envió a los del grupo 'zarpazo' a legalizar el asunto", contó el testigo. Así se fabricó la escena que se mostró a los medios como una hazaña militar, cuando en realidad no era más que una farsa.

"Esos no eran guerrilleros, eran paracos. Lo que hicieron fue ponerles unos brazaletes del ELN a los cuerpos. Todo el mundo se dio cuenta de que los muertos tenían el camuflado sucio y lleno de sangre y los brazaletes estaba intactos y eran nuevos. Nadie notó tampoco que los supuestos 19 guerrilleros quedaron prácticamente juntos, cuando todo el mundo sabe que en un combate los guerrillos se distribuyen y nunca hay un grupo tan grande junto. Las familias de los muertos sabían que ellos eran paracos y algunos protestaron porque los presentaron como si fueran guerrilleros. Pero les tocó callarse. Eso fue presentado como un gran positivo y Mejía no tuvo problemas porque la directora seccional de Fiscalía le ayudó con el montaje". SEMANA estuvo en Valledupar y varias personas y familiares de las víctimas confirmaron que la mayoría de los que fueron presentados por el Ejército como guerrilleros del ELN en realidad eran miembros de las autodefensas.

SEMANA corroboró, además, que la funcionaria de la Fiscalía que participó en los hechos narrados es Alix Cecilia Daza Martínez, quien durante varios años fue juez superior de Valledupar y que, a pesar de haber dejado de ejercer por mucho tiempo su profesión, fue nombrada por el fiscal Luis Camilo Osorio como directora de Fiscalías de Valledupar. La amistad que la funcionaria entabló con el coronel Mejía es ampliamente conocida en Valledupar. De hecho, otra de los graves acusaciones contra Mejía, en la que también participó la fiscal Daza, tiene que ver con la tortura y el asesinato de dos personas en el interior del Batallón La Popa. "Mejía recibió información de que dos muchachos que vivían cerca del batallón compraban munición que los soldados se robaban de las instalaciones y después la revendían a la guerrilla. A ellos los entraron por la guardia del batallón, los llevaron al economato y ahí los amarraron. Yo los vi amarrados allá, vestidos de civil, y pregunté que por qué no se los habían entregado a la Fiscalía. Mi teniente Ramos me dijo que no preguntara bobadas. Esa tarde desaparecieron y cuando pregunté por ellos, me dijeron que los habían entregado a la Fiscalía. Esa noche, a la madrugada, oímos una balacera dentro del batallón. Todos salimos a ver qué era lo que había pasado. Cuando llegamos al sitio, me di cuenta de que los muertos eran los mismos dos muchachos, pero esta vez los tenían vestidos de camuflado y sin armas. Salieron con el cuento chimbo de que eran dos guerrilleros que iban a matar al centinela con un lazo y a robarse el armamento. Quién va a creer que dos guerrilleros desarmados se van a meter a un batallón donde hay más de 1.000 soldados, para robar armas. La fiscal Daza llegó y legalizó el caso". Curiosamente, Daza fue investigada en la Fiscalía por haberse llevado a dos detenidos para su casa.

La convivencia de este alto oficial con las autodefensas, según las versiones del testigo ante la justicia penal militar y ante la Fiscalía, era permanente. "Cuando iba a recoger la plata salía solo del batallón, vestido de civil. Eso pasaba generalmente los fines de semana", cuenta el testigo.

Sin embargo, la amistad del coronel Mejía y el comandante '39' no fue eterna. La principal defensa que esgrime el coronel Mejía a su favor es que fue justamente él quien dio de baja a '39', el temido jefe paramilitar. Sin embargo, el suboficial tiene una versión diferente. "No conozco las razones de fondo, pero sé que Mejía recibió la orden de 'Jorge 40' de matar a '39'. La cosa fue simple. Como '39' confiaba en Mejía, el coronel le puso una cita y lo que hizo fue tenderle una emboscada. Hay que recordar que el jefe de todo en Cesar, incluido La Popa, era 'Jorge 40', dijo a SEMANA el testigo.

El toro por los cuernos

A pesar de que la investigación apenas comienza, el Ministro de Defensa y los altos mandos militares decidieron coger el toro por los cuernos. El viernes pasado, Juan Manuel Santos dejó sorprendidos a los periodistas que lo acompañaban en la base militar de Tolemaida cuando leyó un revelador comunicado. "Luego de recibir información sobre la presunta comisión de hechos graves relacionados con conductas presuntamente atribuibles a un oficial superior con grado de coronel, que habría tenido vínculos con las autodefensas ilegales de alias 'Jorge 40', hace algunos años, y que aún está en servicio activo, se decidió poner en conocimiento de las autoridades judiciales estos hechos, que podrían incluir: vínculos con el paramilitarismo, violaciones de derechos humanos, casos de bajas que podrían no ser el resultado de operaciones militares y actos de corrupción", afirmó Santos.

El Ministro aclaró que para garantizar el debido proceso del coronel Mejía, se le relevó del cargo, pero no se destituyó. Esta decisión había sido tomada poco después de que se conocieran las graves denuncias por Santos y el comandante de las Fuerzas Militares, general Fredy Padilla de León. A la decisión se sumó de inmediato el comandante del Ejército, general Mario Montoya. Se escogió a Tolemaida como el lugar para hacer el anuncio.

Muchos de quienes estaban allí reunidos, periodistas y altos oficiales de las Fuerzas Militares, recordaron la advertencia que el presidente Álvaro Uribe y el propio ministro Santos habían hecho a finales del año pasado, cuando pidieron que los militares vinculados con las autodefensas, o cualquier grupo al margen de la ley, renunciaran de inmediato a las Fuerzas Militares. Incluso, recordaron una célebre frase de Santos cuando dijo que "los militares que cometen crímenes no son militares, son criminales".

El anunció se cumplió antes de lo esperado. Y con una contundencia que sorprendió a muchos. No es para menos.

Es la primera vez en la historia que un Ministro de Defensa reconoce y denuncia públicamente los vínculos de un alto oficial de las Fuerzas Militares en servicio activo con grupos de autodefensa. Muchos oficiales han salido por este motivo de las filas, pero bajo la figura de las medidas discrecionales, las cuales dejan en la impunidad todos los posibles delitos en que hubieran incurrido.

El caso de este coronel no es más que el símbolo de la alianza entre los paramilitares y ciertos sectores de las Fuerzas Militares. Una connivencia perversa que lleva más de 20 años en varias regiones del país donde mucha gente no sólo no la condenaba, sino que la veía con buenos ojos en la medida que se hacía un frente común contra la guerrilla. El protagonismo del coronel Mejía obedece, paradójicamente, a su inusitada y sospechosa efectividad en su lucha contrainsurgente. Pero ahora que han salido a flote todos los vejámenes y desbordamientos de los paramilitares, el péndulo de toda la opinión y de la justicia se está moviendo hacia el de unas Fuerzas Militares fuertes pero legítimas.

Por eso, el anuncio del viernes es tan trascendente. Las propias Fuerzas Militares abrieron la caja de Pandora que revelará seguramente muchos de los vínculos que han tenido algunos oficiales de alto rango con los paramilitares. Y eso, sin duda alguna, será un giro muy importante en la historia del conflicto colombiano.