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De para arriba

Clara López reasumió la presidencia del Polo en el mejor momento de su carrera política y en el peor de su partido. ¿Logrará salvar la nave?

28 de enero de 2012

"Según ellos, el Polo está en las últimas, traicionado por sus otrora líderes, vilipendiado por las acusaciones de corrupción a dos de sus integrantes, es un barco que se hunde y que ni un chamán que impide la lluvia o una ampolleta de sangre del papa lo pueden salvar". Con estas palabras, la exalcaldesa Clara López Obregón comenzó el discurso la semana pasada cuando reasumió la presidencia del Polo Democrático. López reseñó que a pesar de que no faltó quien le dijera que se saliera de un partido condenado, "nunca me verán claudicando nuestras banderas".

Aunque buscaba levantar el ánimo de los asistentes a la ceremonia, evocó una dura verdad: en el mejor momento de su carrera asume las riendas de un partido que atraviesa su peor crisis. La semana pasada comenzó el juicio contra el exalcalde Samuel Moreno por su responsabilidad penal en el desfalco a Bogotá. Dos semanas atrás la Procuraduría reiteró la sanción -20 años de inhabilidad- para su hermano el exsenador Iván Moreno por haber interferido en la contratación del Distrito. A pesar de los esfuerzos de la exalcaldesa por cambiarle la cara a la administración, el peso del escándalo cayó sobre el partido.

Atrás quedaron los buenos tiempos, cuando en 2006 Carlos Gaviria Díaz obtuvo 2.700.000 votos en la carrera presidencial o cuando el propio Moreno, en 2007, conquistó la Alcaldía con una votación histórica de casi un millón de sufragios. En las últimas elecciones, después de ocho años al mando de la capital, el candidato de ese partido, Aurelio Suárez, solo logró 32.000 votos. Y su adversario político, Gustavo Petro, conquistó el cargo. A él, y a quienes se han sumado a su propuesta expresada en el movimiento llamado Progresistas, es que López se refirió como los líderes que traicionaron al partido.

El coletazo de la crisis no ha parado. En diciembre pasado la dirección de la colectividad dejó sin reconocimiento político a los senadores Camilo Romero, Luis Avellaneda y Jorge Guevara. Los tres se han declarado simpatizantes de Progresistas y en 'oposición alternativa' al gobierno nacional. Aunque por ahora el pronunciamiento del Polo no tiene un efecto jurídico, sus directivas están empeñadas en 'recuperar' las tres curules. "Si viviéramos en otro país, la opinión pública ya le habría cobrado la trashumancia a esos senadores", dice el senador Jorge Robledo refiriéndose al efecto que deberían tener las posiciones de los rebeldes. Para él, está claro que las curules son de los partidos y no de los elegidos. Pero podrían pasar varios años sin que la Justicia tome una decisión de fondo.

Mientras tanto, las declaraciones de independencia de los rebeldes amenazan la frágil unidad del partido. Por esta razón, uno de los propósitos para la presidenta del partido es dirimir las tensiones internas antes de que salgan a la luz pública.

Además de mantener la unidad, el Polo Democrático tiene el reto de recuperar el espacio político que otros movimientos de izquierda le han ido ganando. No solo se trata de recuperar la credibilidad y cambiar la imagen, sino de sumar votos. Para las elecciones de 2014 todos los partidos deberán obtener al menos el 3 por ciento de la votación (casi 400.000) para conservar la personería jurídica. En eso se enfrenta a Progresistas que buscará consolidarse como movimiento de izquierda alternativa y cuyo caudal político principalmente está en Bogotá. Pero también a la eventual consolidación del movimiento Centro Independiente, impulsado por el vicepresidente Angelino Garzón.

Las directivas del Polo anunciaron cambios. Serán determinantes de su suerte el Congreso ideológico programado para el mes entrante, la reforma a los estatutos del partido, la estrategia que adopte la organización para enfrentarse a la Unidad Nacional y la selección de los posibles candidatos (entre los que ya se cuentan López y Robledo) para enfrentarse a una eventual reelección de Santos.

Por ahora la exalcaldesa tiene una tarea titánica. No solo está en juego su futuro político, sino el de toda una organización.