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ANÁLISIS

¿Debe Santos confiar hoy en Chávez en la lucha contra las FARC?

El ataque de las FARC que cobró las vidas de 12 militares colombianos en zona fronteriza con Venezuela es la primera gran prueba de fuego para la política del presidente Santos del “nuevo mejor amigo”. La gran pregunta no es tanto si va Chávez a colaborar como lo prometió, sino si puede hacerlo.

Jonathan Bock, redacción política de semana.com
22 de mayo de 2012

El ataque el pasado lunes festivo del Frente 59 de las FARC que terminó con las vidas de 12 militares colombianos en la localidad de Majayura, en el departamento de La Guajira, a escasos 200 metros de la zona fronteriza con Venezuela, remató la que es la peor semana del presidente Juan Manuel Santos en materia de seguridad en lo que va de su gobierno.

En menos de siete días, tuvo lugar la desactivación de un carro bomba, el pasado martes, ante instalaciones de la Policía, en el centro de Bogotá; ese mismo día la capital se estremeció por el atentado contra el exministro Fernando Londoño, en el que murieron sus escoltas Ricardo Rodríguez y Rosemberg Burbano, y resultaron heridos 48 capitalinos; y el lunes siguiente ocurrió la emboscada guerrillera, que acabó con las vidas de un oficial, un suboficial y 10 soldados.

Bajo estas circunstancias es notorio que el palo no está para cucharas y el mandatario quiere saber quiénes están con él. Por eso, Santos se comunicó, en menos de 12 horas, dos veces con el presidente venezolano, Hugo Chávez, para reiterarle el compromiso que ambos adquirieron cuando se renovaron las relaciones. Y Chávez respondió en la tónica que se le pedía desde Bogotá.

"El presidente Chávez me dijo hoy por la tarde que había dado la instrucción para movilizar dos brigadas hacia la frontera. Esas brigadas tienen instrucciones claras de tratar de detectar a estos bandidos de las FARC. Que si los logran ubicar, los van a capturar. Y si se resisten, usarán las armas, les darán plomo", reproducía Santos sobre la conversación que había mantenido con su homólogo venezolano.

Pero ¿se deben entender estas palabras como una realidad o como un acto de fe?

¿Por qué confiar en Chávez?

Desde el 2007 y después de varios enfrentamientos verbales entre el entonces presidente Álvaro Uribe y su homólogo Hugo Chávez –no pocos de los cuales fueron protagonizados por el propio Santos, cuando era ministro de Defensa-, las relaciones entre Venezuela y Colombia se fueron a pique y Chávez dejó de ser mediador en eventuales procesos de intercambio humanitario.

Tres años después, una vez elegido presidente, en uno de los gestos que más han irritado a su antecesor, Juan Manuel Santos restableció los vínculos diplomáticos bajo unos acuerdos comunes: la lucha contra el narcotráfico y los grupos ilegales, dos puntos en materia de seguridad sobre los que se volvería a la normalización de la zona fronteriza y el restablecimiento de las relaciones comerciales entre ambos países.

No pocos partidarios del gobierno anterior, convencidos de que existe una alianza soterrada entre el chavismo y las FARC, han visto este restablecimiento casi como una traición. El gobierno de Hugo Chávez ha dado muestras de un cambio de actitud, con la detención y la entrega a Colombia de algunos guerrilleros. Pero este episodio, en el que, según fuentes militares, los guerrilleros del frente 59 llegaron de Venezuela, atacaron y volvieron a cruzar la frontera para guarecerse, es la primera prueba de hasta dónde está dispuesto a llegar el gobierno venezolano en la colaboración contrainsurgente con Colombia.

Según los investigadores de la Fundación Nuevo Arco Iris, organización que ha seguido la evolución de los grupos armados colombianos en esa zona, la presión contra los grupos guerrilleros por parte de las Fuerza Militares venezolanas se ha incrementado desde el acuerdo entre los dos mandatarios.

La cooperación se inició con la captura de Julián Conrado, conocido como el cantante de las FARC, en junio del 2011 (cuya extradición a Colombia aún sigue pendiente). Y ha continuado en el 2012, año en el que la colaboración ha resultado más fructífera.
 
En cinco meses las autoridades venezolanas capturaron a Deiler Enrique Santiago Romero, alias 'Caliche', señalado por las autoridades como el máximo cabecilla del frente 6 de Diciembre del ELN, y a Joaquín Pérez Becerra, encargado de coordinar la página de Anncol desde Suecia.

Igualmente, Venezuela entregó a Carlos Tirado y Carlos Pérez, guerrilleros del ELN, y a Nilson Terán Ferreira, alias 'Tulio', considerado cabecillas de ese grupo armado al margen de la ley.

Sin embargo, es un secreto a voces que hay sectores del chavismo que simpatizan abiertamente con las FARC. Con la excepción de la entrega del editor de Anncol, la mayoría de los guerrilleros enviados por Venezuela a Colombia son del ELN. Y correos en computadores capturados a las FARC delatan relaciones entre el actual ministro de Defensa venezolano, el general Henry Rangel, y personajes como Iván Márquez y Timochenko.
 
En medio del complejo panorama político venezolano, con elecciones a la vista y la continuidad de Hugo Chávez en duda por su enfermedad, sectores radicales del chavismo pueden tener amplio margen de maniobra para poner palos en la rueda en la cooperación en la lucha contra la guerrilla.

FARC: ¿tema electoral?

A cinco meses de las elecciones en Venezuela, en medio de una campaña marcada por la enfermedad del presidente y por la debilidad política con la que llega a los comicios, el tema de las FARC si bien no marca agenda, sí despierta odios y amores. "Hay sectores duros del chavismo que ven con mucho recelo esta cooperación abierta de Venezuela con Colombia, que se disgustaron con la captura de líderes guerrilleros y que se manifiestan en contra de que se entregue a los subversivos", explica Roberto Cajamarca, exconsejero Político y Económico de la Embajada de Colombia en Venezuela y experto en relaciones colombo-venezolanas.

Cajamarca también resalta que la sociedad venezolana está totalmente polarizada, sin puntos medios. Es así como las personas que ven el tema de las FARC como un problema que podría afectar en los próximos años no se inclinan por Chávez, mientras que en los más recalcitrantes sectores del chavismo, que simpatizan con las FARC, este no es un tema electoralmente relevante.

"A menos que ocurriera un hecho extraordinario, un incidente que afectara a los venezolanos por parte de los grupos armados, este tema no va a afectar la agenda electoral", concluye el analista.

En Colombia existe una polarización similar, pues hay no pocos convencidos de que las FARC y varios de sus principales comandantes usan la frontera con la anuencia del gobierno venezolano y muchos van a seguir con lupa la conducta del gobierno de Chávez después de la emboscada de las FARC contra el Ejército. Y, probablemente, si no hay una respuesta contundente desde Caracas, esto se usará como munición contra la política del "nuevo mejor amigo" que ha abogado el presidente Santos.

Un problema que se salió de las manos

El problema es que no se trata simplemente de un cambio en la voluntad política a alto nivel en Venezuela. Expertos consultados por Semana.com coinciden en que hay un cambio real en la voluntad del gobierno venezolano de combatir a los grupos ilegales, pero, sencillamente -en palabras del investigador Ariel Ávila- "ese es un problema que se salió de las manos".

En ese sentido, Cajamarca señala que "la colaboración venezolana se trata de un acto de realismo más que de fe, en el que hay que medir por un lado la voluntad y por otro la capacidad". El analista explica que aunque ha habido voluntad, los resultados han sido muy deficientes. "No hay disciplina, ni desarrollo en materia de inteligencia en Venezuela en la lucha contra los grupos armados", asegura.

Si del lado colombiano hay inmensas debilidades para resguardar una frontera tan larga como porosa y poco habitada en muchas zonas, en Venezuela ocurre algo similar. En sintonía con esta idea, se interpretan las palabras de Pablo Pérez, gobernador del estado de Zulia, en la frontera con La Guajira, después del atentado. El mandatario local dijo que los efectivos militares que supuestamente deben controlar la zona, muchas veces carecen del equipamiento indispensable para ejercer esa función preventiva y defensiva.

Después de conocer la orden presidencial de Chávez de reforzar la frontera, Pérez dijo: "Si es necesario el reforzamiento es porque el Ejército (venezolano) no estaba cumpliendo con su función, que es la de resguardar nuestra línea fronteriza".

Un viejo manto de duda

La presencia de grupos guerrilleros marxistas en el país vecino se remonta a 30 años atrás. Pero sólo en la era Chávez la cuestión de que pueden contar con apoyo o simpatía a diversos niveles en el Gobierno se ha vuelto un problema político de primer orden en las relaciones entre ambos países. Las sospechas de que la guerrilla haya encontrado en Venezuela un espacio tolerante y estratégico, con la presunta complicidad de funcionarios importantes del chavismo a distintos niveles, ha generado entre los colombianos un manto de duda sobre las verdaderas intenciones del gobierno bolivariano frente a los grupos guerrilleros.

Aunque en la coyuntura actual existen elementos para pensar que en el gobierno venezolano hay una actitud distinta y que es menos complaciente que en años anteriores, una cosa es querer, y otra, muy distinta, poder. Aunque, en ese mismo sentido, también alguien diría que cuando se quiere… se puede.

Una cosa es que el gobierno venezolano detenga y extradite guerrilleros de importancia menor y otra emprender una operación contra un frente de las FARC que, como el 59, se viene reactivando, aprovechando la frontera como refugio. En medio de la delicada situación política que vive Colombia por la tensión entre Santos y Uribe, lo que haga o deje de hacer el gobierno de Chávez ante este episodio será la primera prueba de fuego para la política del "nuevo mejor amigo".