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DEBER O NO DEBER-DILEMA SALOMONICO

ERNESTO SAMPER PIZANO.
21 de febrero de 1983

Uno de los libros más famosos de la escuela cuya ortodoxia sigue mi querido amigo y compañero de espacio en esta revista, Salomón Kalmanovitz,"El Imperialismo Fase Superior del Capitalismo" de Lenin, plantea que el fin del capitalismo estará cercano cuando se consolide la explotación de recursos financieros por parte de las "metrópolis" hacia sus desangradas "periferias". Según Lenin, la explotación financiera acentuaría hasta tal grado las contradicciones del capitalismo que a la sola consigna de "deudores de todos los paises del mundo, uníos" todo el sistema occidental se derrumbará como un castillo de naipes. Aunque a Lenin se le quedaron algunas cosas entre el tintero, como la inflación o las relaciones de deuda entre el Occidente y el mundo socialista, lo cierto es que al menos el fatalismo de sus predicciones parece estarse cumpliendo. La deuda externa de los paises en desarrollo pasa de US$700.000 millones, de la cual América Latina comparte cerca del 40%.
Paises como Brasil, Argentina, México y Venezuela, que hace algunos años eran mostrados orgullosamente como nuestros hermanos mayores, pasaron ya la peligrosa barrera en que lo que pagan por atención a sus compromisos de deuda es mayor que lo que reciben por exportaciones, o sea, que para pagar los préstamos actuales tienen que tomar préstamos adicionales, en un cuento de nunca acabar. Muy tarde los bancos norteamericanos se han venido a dar cuenta que no es suficiente como garantía para financiar un país que no existan guerrillas dentro de su territorio; los nueve bancos más grandes de Estados Unidos tienen comprometido con México, Brasil y Argentina el 130% de su capital y reservas. En los circulos oficiales de Washington ya se habla, con significativa preocupación, de la necesidad de empezar a condonar las deudas "sería -dijo un funcionario un impuesto para salvar el sistema"
Digase lo que se diga, lo cierto es que la crisis financiera es hija legitima de la crisis energética. Cuando los jeques árabes se dieron cuenta que los camellos sobre los cuales habían estado montados por muchos años estaban parados sobre una mina de oro negro que movia, a precios ridículos, la maquinaria del desarrollo capitalista de postguerra montada sobre la industrialización automotriz, las cosas empezaron a complicarse. Con el dinero recibido por los ajustes en el precio del petróleo pagaron sueños aplazados de mil y una noches y les sobró lo suficiente para alimentar la voracidad de los corredores de inversiones de Wall-Street y la City de Londres.
El negocio para estos últimos no podía ser más redondo: recibían el dinero de los vendedores de petróleo y lo trasladaban, a tasas astronómicas de interés, a los compradores de ese mismo petróleo.
Esa operación mágica, a la cual se bautizó con el nombre de "reciclaje" permitía a los parses capitalistas desarrollados quedarse con una jugosa tajada del ponqué petrolero en la boca. Los paises importadores de petroleo pagaron la cuenta petrolera primero con su salario mensual, despues solicitaron a sus bancos centrales la liquidación de cesantia, comprometieron las primas de navidad de sus bonanzas en productos básicos, se apretaron el cinturón en el gasto público y finalmente, terminaron por feriar su virginidad de "pobres pero honrados" en la orgia de préstamos y altas tasas de interés que desataron los prestamistas internacionales. Y como no hay orgía que termine bien ni cuerpo que la resista la orgía financiera internacional terminó con nacionalizaciones bancarias, reproches del Sur al Norte, moratorias en el pago de los intereses y, finalmente, desafios a puño limpio: "Vamos a demostrar -decía el presidente Echeverria de México ante las Naciones Unidas refiriéndose al casosi los poderosos pertenecen a la humanidad o la humanidad les pertenece a los poderosos". Muy en su interior alma ranchera seguramente el Presidente pensaba que cada punto que lograra rebajar, a lo macho, la tasa de interes de la deuda exterior mexicana, le representaria un alivio de US$600 millones.
Deber o no deber es ahora el dilema.
Colombia ha venido haciéndolo bien y razonablemente. Salvo ocasionales prestamos europeos para pagar sueldos de maestros en Pitalito, nuestros compromisos de deuda externa se han aplicado, laboriosamente, a proyectos importantes de desarrollo. Hemos preferido las entidades multinacionales que los draculientos bancos privados internacionales y nuestros riesgos están aceptablemente distribuidos en plazos largos. Tenemos un nivel de endeudamiento de los más bajos de América Latina por habitante siete y hasta ocho veces inferior al de paises como Argentina, Costa Rica o Chile. No estamos en la condición de paises como Nicaragua a quien se exige, para hacerle un prestamo, que demuestre que no lo necesita, mostrando garantías, fondos de liquidez inmediatos etc., y hemos seguido una sabia regla de oro bipartidista de ser conservadores en pedir los préstamos y liberales en gastarlos. Es un punto a favor cuyo valor entendido ignoro en la aspiración legitima de mi amigo Salomón, respecto a su optimismo porque las cosas comiencen a ir mal para que puedan llegar a ser peores. -