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‘Dejar a los civiles por fuera del conflicto es una ilusión’

El profesor Malcolm Deas reflexiona sobre la oleada terrorista que sufre Colombia y habla sobre el papel de la clase dirigente y la sociedad frente a la guerra.

22 de abril de 2002

SEMANA: Colombia vive días de terrorismo. ¿Cuál es la salida?

MALCOLM DEAS: Sí, Colombia entró en una etapa de terrorismo muy grave. Por eso hay que enfrentarla buscando todas las alternativas posibles. Por ejemplo, desde afuera las naciones que han atravesado situaciones similares le pueden dar colaboración, información, métodos y salidas de acuerdo con la experiencia que ellas vivieron.

SEMANA: ¿Y cuál debe ser el papel de los colombianos?

M.D.: Es fundamental el papel de los dirigentes. Estos deben convertirse en verdaderas brújulas para guiar a la gente en estos momentos de incertidumbre.

SEMANA: ¿Puede citar un ejemplo?

M.D.: Por supuesto. A mí me parece un buen ejemplo lo que está haciendo el alcalde Antanas Mockus, quien no sólo lidera procesos en contra de los violentos sino que además estimula el ánimo constructivo de la mayoría de la gente. En estas situaciones de extremos esta forma de actuar vale mucho.

SEMANA: ¿Qué lleva a los violentos a practicar el terrorismo indiscriminado?

M.D.: No sé hasta qué punto es terrorismo indiscriminado. Por el contrario, me parece que tiene blancos precisos pues es parte del terrorismo golpear a la gente, a la gente de la calle. Eso genera pánico. Y además un elemento del terrorismo es el hecho de matar inocentes.

SEMANA: ¿Es un retroceso de los guerreros?

M.D.: Con un atentado terrorista el autor cree que muestra la incapacidad del gobierno para controlar la Nación. Esto es verdad, pero es porque es imposible para cualquier gobierno del mundo controlar al terrorismo, es imposible prever las bombas o tener la fuerza disponible para proteger todas las instalaciones que están en la mira de los terroristas.

SEMANA: Pero con estos métodos los autores pierden maniobra política.

M.D.: Puede ser, pero ellos creen que así muestran su poder, que no se van a doblegar. Con estas acciones envían mensajes de amenazas a blancos generales, a blancos particulares, a todos les hacen llegar una sensación de fuerza.

SEMANA: ¿Pero es ficticia?

M.D.: Eso depende mucho de la población. Cuando los narcos empezaron a usar el terrorismo en contra de la extradición, yo creo que en ese momento el gobierno dudaba mucho de la capacidad de aguante de la gente. En este momento, en cambio, creo que pese a todo la gente está más fuerte y que no va a permitir una negociación con los autores de estos hechos.

SEMANA: ¿O sea que los métodos de Pablo Escobar, que a la postre terminaron doblegando al Estado en el caso de la extradición, no tendrán el mismo resultado ahora?

M.D.: Creo que ahora es diferente. Una gran franja de la opinión, la gran mayoría, está en contra de volver a dialogar.

SEMANA: Con pruebas sólidas o leves indicios, todo apunta a que los autores de los atentados son las Farc. Una apuesta muy fuerte para esa organización la de atacar a la población civil.

M.D.: No es nuevo. Me parece que las Farc han atacado durante muchos años a la población civil. Basta ver los resultados que produce el uso de los cilindros, armas cuyo poder de destrucción es indiscriminado. Es claro que a las Farc no les importa que mueran muchos civiles en la búsqueda de sus objetivos.

SEMANA: Pero, ¿meter a la población civil?

M.D.: La opinión de dejar por fuera a la población civil del conflicto es una ilusión. La posibilidad de ver exclusivamente a dos ejércitos uniformados enfrentándose es algo irreal. Es una inocentada colombiana.

SEMANA: Alvaro Uribe, el candidato que va primero en las encuestas, propone que un millón de colombianos ayuden directamente al Ejército. ¿Cómo hacerlo sin caer en los excesos que con prácticas similares se vieron en Guatemala, El Salvador o aquí con las Convivir?

M.D.: La población debe estar organizada, debidamente legalizada y debe actuar con prudencia para enfrentar esta situación. Lo que pasa es que son las autoridades las que deben tener el control de la situación. En mi país Belfast es la ciudad más golpeada por el terrorismo pero igualmente las autoridades civiles, de policía y las militares de allá son las que mejores conocimientos tienen para enfrentar estas situaciones. Los errores de las Convivir creo que fueron producto de la improvisación y veo que Uribe ahora no está improvisando.

SEMANA: A propósito de Belfast, ¿cree usted que hay participación del IRA en el conflicto colombiano?

M.D.: Está claro que en los últimos casos que han pasado recientemente en Colombia sí hay técnicas del IRA. Varios expertos que saben leer muy bien las acciones terroristas me han dicho que sí hay sólidas evidencias, que allí se ven, por decir algo, las huellas digitales de la participación del IRA en las recientes acciones que han golpeado a Colombia.

SEMANA: Hay un debate sobre la poca participación de las clases dirigentes en la guerra. ¿Qué piensa de eso?

M.D.: No creo que sea una cuestión de clase. A mí me parece que hay un hecho paradójico, que es que pese a todo lo que ha vivido el país no ha tenido una situación de emergencia que lo aglutine en su totalidad, para que todos vayan tras un mismo objetivo. En Europa nuestros países vivieron guerras terribles en las que la nación entera debía participar, en cambio aquí tal vez sólo durante la guerra contra el Perú todos los colombianos se unieron con el fin de hacerle frente a esa emergencia.

SEMANA: Pero el extremo se vio la semana pasada con una crítica muy fuerte de varios sectores de Estados Unidos con el argumento de que ellos no van a hacer la guerra por los colombianos.

M.D.: Tiene la explicación natural porque en la historia mundial se ha demostrado que ningún país le arregla los problemas al otro. Cada país, sus ciudadanos, deben unirse para buscar la soluciones. Sin embargo no comparto totalmente las criticas de Estados Unidos porque aquí en Colombia de todos los sectores mucha gente ha puesto la cara y ha decidido enfrentar la guerra.

SEMANA: Es cierto, pero al campo de batalla sólo van los hijos de los pobres.

M.D.: Sí, y eso tiene que cambiar. Esa situación no tiene presentación.

SEMANA: ¿Hay un divorcio entre civiles y milicia?

M.D.: Es que pese a que Colombia lleva tantos años en guerra hay una paradoja y es la que es un país muy civilista. Cito los casos de economistas brillantes que leen con extraordinaria lucidez el balance más complejo de una compañía, pero que se quedan cortos para interpretar un presupuesto militar. No entienden ni dimensionan, por ejemplo, el costo del relevo de un batallón en una guarnición militar. Eso hace que los civiles no sólo no entiendan la dimensión del problema sino que esgrimen argumentos inocentes cuando tienen que dar su opinión.

SEMANA: Saber más de los militares y ¿de la guerrilla?

M.D.: También. En la guerrilla hay, digamos, una capa superior ilustrada, de gente con una concepción definida. ¿Serán cuántos, 2.000 ó 3.000? ¿Pero los demás? ¿El grueso de la guerrilla? La sociedad debe preguntarse y responder por qué esos muchachos se van para allá, por qué han elegido ese camino, qué puede hacerse para evitar esto. Pese a tantos años de lucha en Colombia, curiosamente, no hay una sociología de la guerrilla.

SEMANA: A propósito de guerrilla, ¿cuál cree usted que es el futuro de las Farc?

M.D.: Por el momento van a pelear.

SEMANA: ¿Y el de los paramilitares?

M.D.: También. Van a pelear no sólo militarmente sino que además van a tratar de lograr un reconocimiento político.

SEMANA: Ambos actores van a pelear porque tienen el combustible del narcotrafico que los alimenta.

M.D.: Sí, y como eso es así ese es el mejor argumento para que los colombianos le exijan a la comunidad internacional ayuda. Pero tiene que ser una exigencia cuidadosa, dejando en claro que esa no es sólo la solución del problema, y también sin patetismo porque se corre el riesgo de proyectar la imagen de un país que no tiene futuro y posibilidades.