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Demandas pendientes

El Partido Conservador demanda a López Michelsen y le exige retirar su libro de los puntos de venta.

21 de mayo de 2001

Era practicamente imposible producir un documento más controvertido que el del ex presidente Alfonso López Michelsen en su libro Palabras pendientes. El Partido Conservador logró este milagro. El texto de la demanda suscrita por el director de esa colectividad, Ciro Ramírez, y el veedor de la misma, Guillermo Reyes, exigiéndole a López retirar de los puestos de venta el libro por “injuriar y calumniar” al Partido Conservador es, por decir lo menos, tan sorprendente como el del ex mandatario.

Para comenzar, le dedican 17 páginas a defender, a nombre del Partido Conservador, las gestiones de Belisario Betancur y a Andrés Pastrana, haciendo caso omiso de que ellos llegaron al poder saliéndose de ese partido y montando movimientos nacionales. Igualmente rechazan todas las afirmaciones de López Michelsen sobre el actual Presidente menos una: la de que es el más incompetente y frívolo de los mandatarios que ha tenido el país.

Enrique Santos es un entrevistador agudo con el olfato de un viejo zorro del periodismo. López es un conversador irónico, espontáneo y sin pelos en la lengua. Esta combinación desembocó en cerca de 20 horas de conversaciones grabadas, tanto en Anapoima como en Bogotá, que resumidas dieron origen a la mayor controversia editorial de los últimos tiempos.

Las charlas de López fueron reproducidas con una mínima edición, lo cual les dio ese tono anecdótico y coloquial que fascina por ameno a algunos e indigna por falto de rigor a otros. Los puntos controvertidos del ex presidente se dividen en dos categorías. Por un lado, las interpretaciones personales que él tiene de acontecimientos que van en contravía de las verdades históricamente aceptadas. Por el otro, afirmaciones sobre las cuales todos los colombianos están de acuerdo pero que nadie espera oír de labios de un ex presidente.

La demanda del Partido Conservador tiene que moverse entre estos dos terrenos, lo cual en algunos casos tiene seriedad y en otros da lugar a situaciones verdaderamente risibles. Entre estas últimas encabeza la lista la amenaza de demandar a López por parte del Partido Conservador Colombiano por afirmar: “Lo que queda del Partido Conservador son unos pocos manzanillos”. Esto, según los firmantes de la demanda, Ciro Ramírez y Guillermo Reyes, constituye “injuria desobligante y violatoria de la honra, la dignidad y el buen nombre de las personas que hacen parte del directorio nacional”. No deja de ser divertido especular sobre cuál puede ser el criterio de un juez de la República para determinar si un jefe político conservador es manzanillo o no.

Otra joya es la exigencia de rectificación a la frase: “Yo creo que a Ernesto Samper le aterró perder sin división ni disidencia interna frente a Pastrana. Nunca el Partido Liberal unido había perdido. Dividido, sí”. El Partido Conservador protestó indignado por la parte subrayada con el argumento de que era un intento de “desprestigiar al Partido Conservador Colombiano y desconocer sus realizaciones y su poder frente al Partido Liberal, queriendo minimizarlo y mostrarlo débil frente a la opinión pública”. López seguramente se refería a la historia contemporánea. Ciro Ramírez procedió a enumerar en su demanda, una a una, todas las victorias godas del siglo antepasado, comenzando con Mariano Ospina Rodríguez en 1857.

Algunas de las exigencias de rectificación se refieren a lugares comunes que la gente da por ciertos. En este contexto los demandantes conservadores se van lanza en ristre contra la afirmación: “Colombia se volvió un país donde a nadie se le garantiza una decisión jurídica respetable”. Aunque la afirmación es hiperbólica, demandarla equivale a entablar un proceso contra cualquier colombiano que diga: “La justicia no es sino para los de ruana”.

Otro objeto de la protesta conservadora cuyo debate sería entretenido en los estrados judiciales es el del supuesto fraude en las elecciones de 1970, en las cuales el general Gustavo Rojas Pinilla fue derrotado por Misael Pastrana Borrero. López afirma en su libro que inicialmente no creyó que hubiera fraude pero relata una anécdota que, según él, lo convenció de que en el departamento de Nariño sí lo hubo.

Este es un episodio cuya polémica histórica jamás terminará. Lo que llama la atención es que el argumento estrella del reclamo conservador contra López consiste en descalificar su afirmación comparándola con el testimonio de Carlos Augusto Noriega (‘El Tigrillo’), quien después de haber sido el ministro de Gobierno conservador que manejó esas elecciones aceptó la existencia de irregularidades en Nariño. En todo caso, aunque la versión del ‘fraude’ fuera demostrable, no parece probable que ningún juez considere que eso desacredita al Partido Conservador toda vez que ocurrió bajo un gobierno de coalición presidido por un liberal.

Algunas opiniones de López son más subjetivas y tienen implicaciones más serias. Del presidente Pastrana afirma que fue quien le entregó a las autoridades las grabaciones de los narcocasetes en las elecciones de 1994 y que éstas “las divulgó incompletas porque también tenían que ver con él (…) omitió las referencias a su persona buenas o malas”. Esta es una afirmación algo especulativa, pues si bien está demostrado que Pastrana fue quien dio a conocer los narcocasetes y que éstos estaban editados, no hay ninguna evidencia de que los hubiera editado él ni de que el contenido editado lo mencionara.

Pero sin duda alguna que el punto más álgido, tanto del libro como de la protesta conservadora, es el relacionado con la famosa reunión de López con Pablo Escobar y Jorge Luis Ochoa en el hotel Marriott de Panamá en 1983. En ésta los narcos ofrecieron desmontar el negocio del narcotráfico y someterse a la justicia colombiana a cambio de no ser extraditados. El cuento es viejo y ha sido repetido en innumerables ocasiones. En su diálogo con Santos Calderón, López le agregó un elemento nuevo al afirmar que el entonces presidente Belisario Betancur estaba al tanto de todo el proceso.

Betancur lo ha negado categóricamente y su versión es respaldada por su ex ministro Bernardo Ramírez. El ex procurador Carlos Jiménez Gómez y Jorge Luis Ochoa avalan la versión de López.

Detrás de todo esto puede haber diferencias de interpretación sobre los mismos hechos o incluso diferencias semánticas. Una llamada de López a Betancur, como la que él afirma haber hecho, ¿constituiría información, consulta o petición de autorización? En el fondo será para siempre la palabra del uno contra la del otro. En todo caso el episodio ha tenido mal sabor tanto para los protagonistas como para la opinión pública.

Del libro de López se pueden decir muchas cosas y es improbable que alguien esté de acuerdo con la totalidad de su contenido. Lo que tiene de asombroso el libro es que un ex presidente ventile en público lo que normalmente una figura de su jerarquía se limita a sostener sólo en privado. En todo caso, más allá del divertimento, habrá que ver si con este episodio se estimulan o se atemorizan otros protagonistas de la historia contemporánea a decir lo que piensan.