Home

Nación

Artículo

elecciones

A la deriva

Este domingo hay elecciones en Tumaco, un municipio que desde 2001 ha tenido más de 50 alcaldes. Una historia de desgob ierno.

11 de diciembre de 1980

Y aunque soy muy joven no me sé rajar", cantaba Rafael Alberto Escrucería, disfrazado de mariachi. Con apenas 18 años, Escrucería es candidato a la alcaldía de Tumaco en representación del 'betismo', un movimiento fundado por su abuelo Samuel Escrucería. Su rival más fuerte es Nilo del Castillo fundador del 'nilismo', un hombre maduro que fue alcalde de ese municipio, antes de que la alcaldía fuera el cargo más popular. Desde 2001 hasta ahora Tumaco ha tenido 56 alcaldes, entre interinos y encargados. En promedio, uno cada tres semanas.

La historia de la crisis de gobierno en este municipio está ligada al clan Escrucería, la familia con más músculo electoral y capacidad financiera en el puerto del Pacífico.

La dinastía empezó con el abuelo, recordado por haber llevado la energía eléctrica al municipio y porque tuvo un triste final en una cárcel de Estados Unidos, purgando una condena por un crimen que cometió su hijo Samuel Alberto Jr.

La historia que cuentan los tumaqueños es que durante la presidencia de Julio César Turbay Ayala, la esposa del patriarca fue nombrada cónsul en Fort Lauderdale, Florida, Estados Unidos. Tiempo después, en 1986, su hijo estaba siendo investigado por las autoridades norteamericanas. Samuel Escrucería Jr. no pudo atender el requerimiento de la justicia de ese país porque se encontraba en Colombia adelantando su primera campaña como aspirante a la Cámara de Representantes. Entonces su padre, quien fue congresista durante 28 años, aprovechó que tenían el mismo nombre que su hijo y se entregó a las autoridades gringas. Pocos antes de salir libre murió de cirrosis.

A pesar de la muerte de su padre, Samuel Escrucería Jr. estuvo dos períodos en la Cámara de Representantes y ahora su hija Paola Andrea ocupa una curul en la misma corporación. El éxito político de la familia se basa en un solo concepto: el populismo rampante.

No es extraño ver a los Escrucería rifando neveras o motos en la actual contienda. Durante el cierre de la campaña del joven Rafael, el movimiento les regaló a 200 líderes rurales unos hermosos relojes de pulsera. "En este municipio olvidado por el gobierno central hacer política es muy costoso pues todo el mundo tiene necesidades y cada vez te piden más", dice Samuel Jr. En esta campaña la familia Escrucería lleva invertidos, según dijo el candidato, 170 millones de pesos. Sin contar el día de las elecciones.

La mayoría de las personas consultadas por SEMANA afirmaron que a Tumaco se lo llevó el diablo desde que Samuel Escrucería Jr. ganó la alcaldía para el período 2001-2003. Escrucería había perdido la investidura como senador en 1992 y quedó inhabilitado por 10 años para ocupar cargos públicos. A pesar de que todos en Tumaco sabían que su inscripción era inválida, lo eligieron con 15.000 votos contra 7.000 de su principal rival.

Al mismo tiempo fue elegido como gobernador de Nariño el ex ministro Parmenio Cuéllar, quien hizo destituir a Escrucería cuando éste llevaba apenas 40 días de posesionado. Según la ley, el gobernador debía nombrar un alcalde interino de una terna que le presentaría el movimiento político que avaló a Escrucería, mientras se realizaban nuevas elecciones. Así se hizo, pero tras bambalinas quien seguía gobernando era el mismo alcalde destituido. El desgreño administrativo fue tal que cuando el vicepresidente Francisco Santos estuvo en Tumaco, dijo en su lacónico discurso: "Tengo entendido que estoy en la ciudad más corrupta del país".

En julio de 2002 se hicieron nuevas elecciones y, como para variar, esta vez ganó Jaime Escrucería, un primo de Samuel Escrucería Jr. Pero la disputa no estaba cerrada. El alcalde recién posesionado sufrió una grave enfermedad que lo incapacitó durante seis meses y le dio la posibilidad al gobernador de nombrar un nuevo alcalde. Esta vez Cuéllar nombró a una persona que aunque había militado en el movimiento de Escrucería, ya no hacía parte de sus seguidores. Samuel Escrucería Jr. se enfureció tanto que cuando vio a Cuéllar en el aeropuerto de Bogotá, lo cogió a puñetazo limpio, "como debía", dice.

De esta enconada lucha por el control político le quedó a Tumaco medio centenar de alcaldes que duraban en el cargo muy poco; y decenas de investigaciones por pérdidas de recursos del municipio, por algunas de las cuales ya están en la cárcel ex funcionarios que atentaron contra el patrimonio público del municipio.

Mientras los dirigentes peleaban por el poder, los problemas crecían. Tumaco tiene las peores tasas de analfabetismo, desempleo, en cobertura educativa y de salud, y pésimos servicios públicos.

Por eso en estas elecciones no sólo se juega el ajedrez del control político sino el futuro y, lo que es más apremiante, el presente de Tumaco. Pero ninguno de los candidatos parecen entender la dimensión del reto que les espera. Como dice un taxista, "por ahora no se vislumbra ningún cambio en el horizonte de Tumaco, sin importar quién sea el ganador del domingo".