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P A R A M I L I T A R E S

Descontrolados

La reciente ola de masacres cometidas por los paramilitares reflejan las tensiones en el interior de la organización.

30 de julio de 2001

Roberto Usuga’ era hasta hace tres semanas uno de los jefes guerrilleros del Ejército de Liberación Nacional (ELN) más importantes en Antioquia. Desde 1997 se había convertido en el comandante del área noroccidental. Tenía bajo su mando a 1.100 hombres que conformaban 10 frentes, entre ellos ‘Héroes de Anorí’, la columna móvil Gabriel Jaime Quiceno y la columna urbana suroccidente de Medellín. Llevaba casi 20 años de militancia en el ELN y era considerado uno de los hombres más cercanos a la línea de mando, especialmente a su jefe militar Antonio García. Sus operaciones en Antioquia lo estaban convirtiendo en un firme candidato a uno de los puestos dentro del Coce.

Pero su vida cambió radicalmente a finales de septiembre pasado. ‘Roberto Usuga’ y 29 hombres bajo su mando desertaron de las filas del ELN. Y lo hicieron con el único propósito de aliarse con su más enconado enemigo: los paramilitares.

¿Qué llevó a este eleno a cambiar de bando? ‘Roberto Usuga’, en una entrevista con el periódico El Colombiano de Medellín, señaló tres razones fundamentales para haber tomado semejante decisión. “Los cuestionamientos sobre mi permanencia con el ELN comenzaron por los problemas con las Farc. Y agregó: Eso desató una guerra con las Farc. Pero el Coce me dio órdenes concretas de que esa guerra no se podía llevar a cabo. Que los problemas había que resolverlos por otro lado”. El ex guerrillero del ELN puso el dedo en la llaga cuando afirmó: “Hace cuatro años hubo una propuesta en la que se planteó que el ELN debería dejarse absorber por las Farc bajo el compromiso de que su comando central tendría participación en el secretariado de las Farc”.

Otra de las razones, que según ‘Roberto Usuga’ lo llevaron a desertar de las filas del ELN, tiene que ver con los errores que se cometieron en varias operaciones por parte de ese grupo guerrillero, y entre ellas señaló la tragedia de Machuca en 1998, donde perdieron la vida más de 30 niños. También indicó que no estaba de acuerdo con la decisión del Coce de intensificar el terrorismo urbano y la voladura de torres de energía en Antioquia porque eso en nada estaba beneficiando a los elenos.

Después de meditarlo por varias semanas este hombre, que se formó desde muy joven en las entrañas de uno de los grupos guerrilleros más viejos en el país, decidió pasarse a la otra orilla. “No me siento un traidor”, dijo, mientras en el comando central de las autodefensas celebraban quizás el golpe publicitario más importante que han tenido desde que se inició su guerra abierta contra el ELN. Tener bajo sus filas a un comandante en jefe de los elenos, encargado de una de las misiones más delicadas en el noroccidente antioqueño, era motivo más que suficiente para que la opinión pública conociera en detalle porqué este guerrillero había decidido alistarse en sus filas.



La tormenta

Pero mientras ‘Usuga’ se acomodaba a su nueva vida las aguas dentro de la organización paramilitar estaban más agitadas que nunca. Desde el anuncio de Carlos Castaño de abandonar el cargo de comandante en jefe para dedicarse a una labor que él ha llamado de “relaciones internacionales”, para darle paso en la jefatura a Salvatore Mancuso, su mano derecha dentro de la organización, parece que las cosas no han marchado como esperaban.

Y esa situación se evidenció con el río de sangre que corrió la semana pasada. Más de 140 civiles fueron brutalmente asesinados en distintas zonas del país en tan sólo dos semanas. Los pobladores que sufrieron con mayor intensidad esta nueva ola de violencia fueron los de Buga, Valle del Cauca, donde perdieron la vida 24 humildes campesinos.

En esa ola de barbarie desatada en las últimas semanas también perdieron la vida a manos de los paras los representantes a la Cámara Luis Alfredo Colmenares y Octavio Sarmiento. Según las estadísticas de las autoridades en los primeros seis meses del año los paras han cometido 24 masacres, que dejaron sin vida a otras 175 personas indefensas.

En un comunicado firmado por su comando central los paras se atribuyeron a finales de la semana pasada los asesinatos de los dos parlamentarios y señalaron que otros cinco congresistas estaban en la mira de su organización por tener, según ellos, nexos con la subversión. Pero en ese mismo comunicado dejaron también en claro que algunas de las ‘operaciones’ atribuidas a grupos de su organización habían sido hechas sin el pleno conocimiento del comando central. Y señalaron que eso era precisamente lo que había ocurrido en Buga. En un documento llamado ‘Autocrítica’ el comando central deploraba los hechos y las acciones cometidas por el bloque Calima y aseguraba que ellos no comprometían en nada a la organización nacional de las autodefensas.

La pregunta que surgió de inmediato fue qué tanto control tenía el comando central, en manos de Salvatore Mancuso, sobre los demás grupos de paras que operan en el país. Las respuestas sobre el tema no se hicieron esperar. El propio comunicado en que se hace la ‘autocrítica’ señala que si bien el comando central no comparte del todo las acciones emprendidas por el grupo Calima, eso no significaba bajo ningún punto de vista que hubiese contradicciones dentro del mando.

Ese análisis no es compartido por quienes conocen de cerca lo que está ocurriendo dentro de los paras. “Si bien están reconociendo el trágico error que cometieron y aceptaron que allí fueron masacrados inocentes campesinos, también quedó en claro que no todo está funcionando bien bajo el mando de Salvatore Mancuso”, señaló a SEMANA un analista que pidió reserva de su nombre.

Para los observadores consultados por SEMANA los grupos paramilitares carecen de una unidad monolítica como la de las Farc, en las que hay un mando central que determina las funciones de cada uno de sus 60 frentes. “Los paras son grupos que tienen una organización feudal. Cada quien se ubicó en un lugar del país y cada jefe es autónomo en definir su estrategia militar y de supervivencia. Si bien hay un mando central, éste no tienen el suficiente poder para imponer una sola directriz a nivel nacional”, dijeron.

Pero quizás el problema más grave que hoy enfrentan las autodefensas es, paradójicamente, el desmedido crecimiento que han tenido en los últimos tres años. “Los paras se multiplicaron a raíz de la zozobra que ha generado en el país el proceso de paz con las Farc. Las estadísticas daban cuenta de que hace tan sólo cinco años había más de 2.000 hombres en sus filas. Hoy esa organización puede estar conformada por unas 5.000 personas. Y manejar esa cantidad de gente no es nada fácil y mucho menos cuando varios de esos grupos no reconocen un jefe a nivel nacional”.

A eso se suma un problema mucho más de fondo. Hoy por hoy no se sabe a ciencia cierta quién manda dentro de la organización de los paramilitares. Si bien públicamente hay un reconocimiento de que el nuevo comandante es el ‘Mono’ Mancuso, también se tiene en claro que quien sigue llevando las riendas es Carlos Castaño. “Eso ha generado tensión dentro de los paras. Porque es muy complicado que un grupo ubicado en los Llanos Orientales tenga en claro si es Castaño o es Mancuso el que está dando las órdenes. Entonces esos grupos han decidido seguir los lineamientos de su jefe inmediato. Y eso fue precisamente lo que ocurrió en Buga”.

El grupo Calima, de acuerdo con las fuentes consultadas por SEMANA, ha comenzado a ganar un amplio espacio en el sur del país. Ha recibido un respaldo económico muy importante de los capos del narcotrafico ubicados en esa zona y lentamente ha venido apartándose de la directriz central.

En buena parte la decisión de operar bajo su propio riesgo tiene que ver con el fracaso de la operación en los cerros del Naya cuando la Armada Nacional logró la detención de por lo menos 150 miembros de su organización y más de 50 fueron dados de baja. En una cumbre interna paramilitar los comandantes del grupo Calima señalaron con el dedo acusador a Carlos Castaño del fracaso de esa operación. Desde entonces decidieron tomar distancia de las decisiones del comando central.

Estos problemas internos explican de alguna manera porqué razón el comando central decidió presentar ante la opinión pública a ‘Roberto Usuga’ como un trofeo de guerra. “Era el momento preciso para enviar un mensaje a las demás organizaciones paramilitares en el país que el comando central sí estaba actuando bajo una coordinación unificada y que el trabajo realizado por el grupo Metro, que opera en el noroccidente antioqueño, estaba dando sus frutos. En la época de la comandancia de Castaño esas deserciones eran un triunfo en el escenario de la guerra. Primero se golpeaba al ELN y después se mostraban los resultados. Y el parte de victoria incluía que esos golpes sólo se habían logrado llevar a cabo por la información de primera mano recibida por ex guerrilleros elenos. Era una manera de desmoralizar aún más a los frentes del ELN que no solo tenían que soportar el fracaso en el campo de la guerra sino además manejar dentro de su organización la desbandada de guerrilleros hacia las filas enemigas”.

Los ríos de sangre que corrieron la semana pasada por el país y que dejaron un reguero de muertos en el camino permitieron correr en parte el velo de lo que está ocurriendo dentro de los paras. Estos hoy no sólo enfrentan un novedodo estilo de mando por su nuevo comandante en jefe, sino la disyuntiva sobre qué hacer a medida que las conversaciones entre gobierno y guerrilla avancen hacia una tregua y un cese al fuego y de hostilidades. Si eso ocurre Castaño, Mancuso y sus hombres tienen en claro que el Ejército enfilará todas sus baterías contra una organización que nació, según su comandancia, por una única razón: la subversión.