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DESDE EL PULPITO

Dos sacerdotes, los párrocos de Remedios y Segovia (Antioquia), hacen graves denuncias sobre matanza de mineros en la región

5 de diciembre de 1983

A la entrada de la casa cural de Remedios está colocado un cartel que dice: "Yo también creo en la justicia y la busco. Pero los que la buscan a través de la violencia no hacen sino demorar el día en el que se hará justicia".
El texto está escrito con puño y letra del anciano sacerdote Gabriel Yepes, quien desde hace más de ocho años es el párroco del pueblo. Y los lugareños tienen buenas razones para afirmar que los 70 años que se adivinan en su figura no han logrado aún apagar su espíritu. Aquella tarde, cuando dos reporteros, uno de SEMANA y otro de El Mundo, llegaron al pueblo con el objeto de escuchar su versión sobre la matanza de mineros ocurrida en el mes de agosto en la región, lo encontraron sobre una tarima en el centro mismo de la plaza, denunciando furiosamente a través de un altoparlante a un médico que había dejado morir a una niña de 5 años por estar atendiendo un aborto.
Con idéntica energía el sacerdote había expuesto días antes, a través de la prensa, su versión sobre la masacre de mineros, en la que perdieron la vida más de 30 personas que incluían ancianos y niños, hace aproximadamente dos meses y medio.
"No podía quedarme callado como todo el mundo", afirma, "apenas diciendo blanco es, gallina lo pone y frito se come. Yo voy más allá y digo: huevo se llama. Desde el comando del Batallón Bomboná, que tiene su sede en Segovia, se planearon estos horrendos crímenes".
El párroco de Segovia, Jorge Mira, también había sido muy enfático en afirmar que desde hace más de un año viene siendo testigo de "una matanza continuada de la que son los militares los protagonistas". Y ambos sacerdotes insisten en que la gente de la región sabe muchas cosas, y que no es que nos las quiera contar, sino que no ve garantías para hacerlo. De testigos que lograron salvarse de la masacre los párrocos recogieron, por ejemplo, la versión de que a principios de agosto, escasos días antes de la matanza, fueron vistos tres camiones que con más de tres docenas de hombres fueron llevados hasta la entrada de los caminos que llevan a parajes selváticos en Cañaveral, donde sucedieron las primeras muertes. Y termina diciendo el padre Yepes: "No fueron únicamente estas las masacres planeadas por elementos militares, sino al menos otra, registrada mucho antes en Amalfi, en la misma región ".
LOS MUERTOS DE AMALFI
Como una fatídica coincidencia, en el mismo mes de agosto, pero un año antes, 30 hombres armados de fusiles habían llegado en 3 volquetas a la vereda de El Tigre, a hora y media a pie de Amalfi, un pueblo de 20.000 habitantes situado sobre las faldas de las montañas al norte de Antioquia. A bala y machete asesinaron a ocho campesinos. Ante los rumores que comenzaron a circular sobre la posible vinculación de elementos militares con la masacre, el general Bernardo Lema Henao dijo a SEMANA en aquella oportunidad: "Doy mi palabra de militar de que el ejército no ha tenido nada que ver con la masacre de Amalfi. Estoy esperando un informe muy completo sobre lo que sucedió, pero una cosa le puedo garantizar: nada tenemos que ver con el atroz crimen colectivo. Está de moda atribuirnos cosas..."
UN AÑO DESPUES
El informe, sin embargo, no se elaboró, o sus resultados no fueron dados a conocer ante la opinión pública. Lo único cierto es que exactamente un año después los hechos se repitieron en un municipio de la misma región, con elementos semejantes, si no idénticos, a los que habían estado presentes en la matanza de Amalfi.
Esta vez un sobreviviente, Esmar Agudelo, fue el primero en denunciar los horripilantes acontecimientos, con una frase que aún retumba en los oídos de los colombianos: "Fuimos ocho los muertos". En un increíble reportaje concedido al periódico El Tiempo, Agudelo describió con lujo de detalles la forma espectacular como había escapado de sus verdugos, que de varios peinillazos prácticamente le desprendieron la cabeza de los hombros. Milagrosamente tuvo fuerzas para emprender veloz carrera, pero detrás quedaron sus compañeros, asesinados por un misterioso escuadrón de hombres "vestidos de ponchos y sombreros blancos, armados de machetes nuevos, fusiles, cuchillos, pistolas y granadas"
Durante algunos días se creyó que los muertos de Remedios no habían sido sino los mineros que acompañaban a Esmar Agudelo cuando habían sido sorprendidos en el corazón del monte, todos pertenecientes a una liga campesina simpatizante del Moir.
Muy pronto, sin embargo, el genocidio ascendió a la suma de 35 personas, sin ningún vínculo político entre sí, que gradualmente se habían ido encontrando sepultadas en fosas comunes cavadas en la zona por sus propios verdugos. La búsqueda de los cadáveres se había iniciado por orden del Procurador General de la Nación ante denuncias hechas por el parlamentario liberal César Pérez, después de que las aterradas familias de las víctimas emprendieron una veloz huida, abandonando los ranchos, el ganado y las minas. En una enorme romería se habían presentado en los pueblos de Remedios y Segovia buscando refugio para salvar sus vidas.
Inmediatamente el sacerdote Jorge Mira envió al general Landazábal sendos telegramas, en los que daba cuenta de la pavorosa situación. El primero de ellos rezaba así: "Desde agosto cuatro de los corrientes horrorosa masacre personas inocentes de toda edad sexo y política reclama seria investigación punto víctimas inocentes son torturadas y despojadas de sus pertenencias punto agricultores jornaleros y mineros arrieros abandonaron campos con su familia creando angustioso problema social imagen de un gobierno incapaz siquiera investigar punto atentamente Jorge Mira Balbin, párroco".
Sobre el resultado de este primer telegrama, el sacerdote dijo a SEMANA: "Lo único que obtuve fue que el general Landazábal enviara al general Daniel García a mendigar una carta de apoyo al consejo municipal. Después salió en la televisión diciendo que los sacerdotes éramos financiados por la guerrilla. Pero si no trancan las investigaciones, se va a probar que el mismo capitán Valbuena estuvo pidiendo los carros prestados a la compañía minera y a dos personas particulares, para que se movilizaran los soldados. Y fueron esos mismos carros en que la gente los vio llegar el 2 de agosto a las 3 de la mañana".
LO QUE CUENTA EL PUEBLO
En Remedios, Segovia y Amalfi el capitán Jorge Eliécer Valbuena Barriga, mencionado por el capellán Mira, es ampliamente conocido como comandante del Batallón Bomboná, que tiene a su cargo la región. Afirman los habitantes de los tres municipios, según versiones cuidadosamente recogidas por SEMANA, que el capitán Valbuena sería uno de los amigos personales de un tal Fidel Castaño, hacendado de Amalfi, a quien los lugareños ven como un "rico emergente", y del que se cuenta la siguiente historia: en 1980 su padre, Jesús Castaño, fue secuestrado. El hijo pagó el rescate, pero inmediatamente después se enteró de que su padre había muerto de un infarto antes de ser liberado, por lo que Fidel Castaño, según las versiones, "juró vengarse de la región" Semanas más tarde fue capturado el ex guerrillero Conrado Ramírez, quien habría confesado ser el secuestrador de Castaño, y ofrecido revelar los nombres de sus cómplices.
Los primeros implicados por las confesiones de Ramírez habrían sido dos individuos de nombre Jorge Eliécer Rincón y Brigadier Gómez Rincón, que en julio del año pasado aparecieron asesinados en Lagartos, jurisdicción de Remedios. Ramírez también mencionó a los hermanos Gallego, Adolfo y Omar, quienes en compañía de Teresa, la esposa de este último, habían trabajado en la finca del secuestrado. Los tres aparecieron asesinados pocos días después.
Cuentan también los lugareños que las tropas al mando del capitán Valbuena habrían estado alojadas en la finca de Fidel Castaño por la época de la matanza de Amalfi. Poco tiempo antes, según coincidieron en afirmar todos los interrogados por SEMANA, el hacendado Castaño se había hecho amigo del capitán Valbuena a través de "Relámpago", apodo de un tal Oscar López, comerciante en oro y agente de Fidel Castaño en Segovia, donde tiene su sede el Batallón Bomboná. Esta amistad era con frecuencia denunciada públicamente por el concejal de la UNO en Segovia, Francisco Rey, quien resultó asesinado el 28 de julio del año pasado.
"Relámpago", según las versiones recogidas por SEMANA, habría sido uno de los particulares que aportó, a petición del capitán Valbuena, uno de los vehículos en los que según los párrocos Yepes y Mira vieron los lugareños movilizarse a varias docenas de hombres vestidos de civil, aquel dos de agosto a las 3 de la mañana.
Otro vehículo habría sido prestado a Valbuena por la "Frontino Gold Mines", una de las compañías que explotan el oro en la región.

HABLAN LOS MILITARES
Ante la gravedad de estas versiones, que vinculaban a la matanza, con nombre propio, a un militar de elevada jerarquía, SEMANA se puso en contacto con el Procurador Delegado para las Fuerzas Armadas, general Nelson Mejía Henao, quien condenó enérgicamente la masacre de Remedios y reveló haber acordado con el Procurador General de la Nación, Carlos Jiménez Gómez, enviar a la zona de Remedios y Segovia a dos abogados en representación, uno del ejército y otro de la ciudadanía, con el objeto de que se adelante una cuidadosa investigación.
Sobre la sospechosa amistad entre Fidel Castaño y el capitán Valbuena, el general Mejía afirmó: "Bueno, esto es tal vez lo único que hasta el momento hemos encontrado salido de lo normal, porque no es costumbre que los comandantes de batallones tengan relación tan asidua con personas cuya moralidad está por probarse, y de este señor (Castaño) se dicen muchas cosas en Remedios y en Segovia".
Al preguntársele si el capitán Valbuena estaba siendo investigado y si continuaba en su cargo, afirmó: "El capitán Valbuena sigue en su cargo, porque hasta ahora se está investigando. Pero la opinión pública puede estar segura de que si se prueba que e capitán Valbuena tuvo en esto algún tipo de participación, será castigada ejemplarmente".
Y por último se expresó de una forma que obligaba a evocar las palabras que un año antes, cuando la matanza de Amalfi, había escuchado la opinión pública del general Lema Henao: "Lo que yo aseguro de antemano es que las Fuerzas Armadas no cometen, ni cometerán, ni han cometido nunca, este tipo de atrocidades. Estoy seguro de que estas denuncias se inscriben dentro de la campaña que se viene adelantando para desacreditar a los militares".
En espera de los resultados de esta nueva investigación, en el nordeste de Antioquia los habitantes de Remedios, Segovia y Amalfi han aprendido a convivir con el terror. Muchos de ellos temen que saben demasiado. Otros temen no saber lo suficiente. Donde parece haber un mudo consenso es frente a la posibilidad de que la cuadrilla de asesinos regrese a cometer otro genocidio.
"Yo también he sentido miedo", confiesa el anciano párroco Gabriel Yepes. "A veces hasta he tenido ganas de quedarme callado, pero me da mucho remordimiento, porque oigo berrear a los muertos..." Y mientras se aleja, arrastrando con dificultad el peso de su sotana blanca, afirma: "No tengo nada contra el ejército, porque es por ellos que no somos una colonia de la Unión Soviética. Pero si el general Landazábal dice que hay sacerdotes que celebran la eucaristía con plata de la guerrilla, que diga los nombres para que no se desprestigie la Iglesia. Nosotros nos encargaremos de decir los nombres de los militares que entran al monte, para que no se desprestigie el ejército".-
UNA OPINION
Gonzalo Sánchez, director del Departamento de Historia de la Universidad Nacional, autor de varios libros y experto investigador sobre el tema de la violencia, fue consultado por SEMANA, acerca de la similitud entre los hechos de Segovia y Remedios y los crímenes cometidos en la época de la violencia. Estas son sus opiniones: "Uno de los elementos comunes es el hecho de que la represión en la época de la violencia adquiría dimensiones de terror y su objetivo era escarmentar a las poblaciones. Por eso la matanza de los 35 mineros campesinos en esa zona que ha sido escenario de lucha guerrillera y antiguerrillera (Operación Anorí 1973), tuvo como común denominador la atrocidad. Además no se respetó ni a las mujeres ni a los niños, fue indiscriminada como lo fue en los años 50. Tampoco la matanza de Segovia y Remedios fue selectiva, es decir, no se buscaron guerrilleros o líderes sino a gente común y corriente, que se presumen auxiliadores de grupos armados, o como en este caso mineros organizados en una Liga Campesina, que de acuerdo con los militares, ha tenido que surgir o inspirarse en gentes de izquierda. Es que siempre en la época de la violencia los actos criminales se daban con la tolerancia del aparato estatal de entonces. "Los Pájaros" actuaban como fuerzas impersonales, pero se sabía a ciencia cierta que tenían un instigador político, que o bien era el cacique o gamonal del pueblo o un jefe político; actualmente parece estar presentándose una situación semejante con gentes poderosas de la región. La venganza es otro común denominador. En el Tolima si el "pájaro azul" mataba dos personas, "sangrenegra" o "desquite", mataban el doble y así sucesivamente, generando una cadena de violencia sin fin.
Debe tenerse en cuenta que así como hay grupos que se desmoralizan y se desprenden de los guerrilleros ejecutando actos que no van con su filosofía revolucionaria, también pueden darse casos de sectores del ejército que actúan en contra de sus principios éticos y morales."