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LITERATURA

Desde la tierra de Alá

Contrariamente a lo que se piensa, las escritoras del mundo árabe no sienten sobre sus espaldas el peso de la censura. Catalina Gómez habló con cuatro de ellas en Granada, España.

31 de mayo de 2008

ES UNA TARDE soleada de primavera en la terraza del hotel la Alhambra Palace. Pocos lugares para sentirse en Oriente como Granada. Radwa Ashour, Ahdaf Soueif, Huda Barakat y Raja Alem lo saben de sobra. Desde cuando llegaron a esta ciudad a participar en la primera versión del Hay Festival Alhambra, no han dejado de alabar su belleza.

Raja, que no para de acariciarse ese pelo negro y largo que en su país tiene que llevar tapado, es la más joven del grupo y viene de Arabia Saudita, donde no le está permitido publicar sus libros. Vive entre París y su patria, y publica sus escritos en Líbano y en Marruecos porque, entre otras razones, en el reino no hay editoriales comerciales. "Mis libros antes estaban prohibidos, pero algunos ya se pueden encontrar". Jatim, uno de sus últimos trabajos, ha sido traducido al castellano.

Las otras tres escritoras, con algunos años más que Raja, tienen una historia diferente a la de la escritora saudita. Rawda y Souief son de Egipto, y Huda es de Líbano, dos países con una larga tradición literaria y donde no tienen problema de publicar sus libros. "No tengo que pretender que he tenido alguna dificultad para ser lo que soy. Por el contrario, en Líbano siempre nos impulsaron a las mujeres a escribir, explica Huda. Líbano tiene la ventaja de ser un país multicultural, multirreligioso, donde la libertad de expresión está presente. Incluso en las épocas de guerra ha existido tal libertad". Vive en París hace 20 años y trata de visitar su país al menos una vez al año.

Ahdaf vive en Londres, donde ha pasado buena parte de su vida, y escribe en inglés. "Aun así, tengo vida y presencia en la zona y puedo decir que nunca he sido perseguida por decir lo que he dicho". Dos de sus novelas, incluida El mapa del amor (Salamandra), finalista del Booker Prize en 1999, fueron traducidas al árabe por su madre.

Y fue precisamente por su madre que hizo su vida literaria en inglés. Siendo niña se fue a vivir a Inglaterra, donde ésta realizaba un doctorado en literatura inglesa. Cuando regresó a Egipto, en la adolescencia, se dio cuenta de que había perdido fluidez en su lengua natal y de que su universo narrativo estaba en inglés.

Soueif reconoce que en el momento de hacer las traducciones de sus libros se cuida mucho del efecto que algunos de los pasajes puede tener en el lector árabe. "A mí me gusta que tenga el mismo nivel de efecto en el lector árabe, y para lograrlo lo que se puede hacer es utilizar las palabras correctas", dice esta mujer que pasa de los 60. Cuando habla juega con su pelo negro que lleva a la altura de los hombros. Su figura contrasta con la de su gran amiga Radwa que, a pesar de ser de la misma generación, ya parece mayor. Su pelo blanco y corto, y las gafas redondas, la hacen ver más como una abuela entrañable y cariñosa que como una de las intelectuales más importantes del mundo árabe. "Yo nunca he sido perseguida por decir lo que digo", concluye Soueif, y Raja agrega: "Cuando escribo, nunca pienso en ninguna ley. En mis libros trato todos los temas, toco todos los tabúes". Ella creció en La Meca cuando era una ciudad alegre llena de peregrinos y música. Vivía en un edificio junto a su familia, y en la noche solían hacer grandes fiestas donde contaban historias de Las mil y una noches y oían música y bailaban. "El Islam no contradice lo que soy. Tomo la parte espiritual del Islam y no esa parte que me ordena ser".

Radwa asegura que por fuera del mundo árabe existen muchos prejuicios sobre las escritoras que escriben en esta lengua. "Se nos ve en una situación trágica, pero nuestro caso es como el de cualquier otra mujer del mundo". Asegura también que el punto que tienen en común todas las escritoras árabes es su lengua. "El árabe es mi país. No es una lengua vieja, como muchos piensan, es una lengua maleable con la cual expreso todo lo que quiero decir", agrega Hoda Barakat, cuyo último libro, Labrador de Aguas, fue publicado por la editorial Norma. Barakat dice que sólo escribe en francés cuando le piden artículos para algún periódico. Artículos que generalmente tienen que ver con la realidad de su país. "La situación que vivíamos en Líbano fue el punto de partida para empezar a escribir y por eso siempre me he preguntado qué clase de escritora habría sido si no hubiera sido testigo de esa violenta guerra civil". Se refiere a la guerra civil que se vivió entre 1975 y 1990.

Con excepción de Raja, que libra su propia batalla por vivir en un país tan conservador, las otras tres dedican parte de su tiempo a luchar por sus causas políticas. Barakat es un escritora comprometida con la situación de Líbano, "pero quien me lea va a encontrar esperanzas". Rashwa y Soueif están comprometidas con la causa palestina. La primera está casada con el escritor y poeta palestino Murid Bargouti y ha vivido en su propia casa la tragedia de los refugiados de ese país. Soueif, por su parte, siente que es un compromiso de todos los árabes. "Con la muerte de Edward Said se perdió una voz y tenemos que hacer todo lo posible por hacernos escuchar". Su entrega a esta lucha es tal, que dice que no le ha quedado tiempo para escribir otra novela, a pesar de que la tiene en la cabeza.

Ya ha caído la noche. Están felices, no paran de hablar en árabe entre ellas. "Hay una cosa que hay que dejar clara -dice Raja cuando se paran de la mesa-. Sólo nosotros mismos podemos hacer las transformaciones que necesitan nuestros países". n