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La esperanza de los militares que siguen en cautiverio es que se haga el intercambio humanitario de los secuestrados por guerrilleros presos en cárceles. El canje no debe ser una cuestión de honor, ni un pulso político, sino un imperativo humanitario

SECUESTRADOS

Despedida humanitaria

Después de las liberaciones de Moncayo y Calvo, el intercambio humanitario vuelve a ponerse sobre la mesa. El Presidente debe hacerlo antes de irse.

27 de marzo de 2010

Después de las liberaciones del sargento Pablo Emilio Moncayo y del soldado Josué Daniel Calvo, quedará planteada nuevamente la posibilidad de un intercambio humanitario que ponga fin al cautiverio de los 21 soldados que siguen en poder de las Farc. La senadora Piedad Córdoba le pidió la semana pasada al alto comisionado de Paz Frank Pearl que se empiece a trabajar en un borrador de propuesta para que éste se haga realidad antes de que el presidente Álvaro Uribe termine su período. "No se necesita despeje, sólo una mediación internacional", afirma Córdoba, quien además dice tener la convicción de que las Farc no convertirán a los guerrilleros extraditados a Estados Unidos en un obstáculo para lograr un acuerdo.

La propuesta de Córdoba es una jugada inteligente, y el momento político es una buena oportunidad para hacerla. Por un lado Uribe, que ha sido severo en su negativa a un intercambio del que saquen ventaja las Farc, podría ser mucho más flexible en la recta final de su mandato sin que su capital político ni su imagen de mano dura se deterioren. Ganaría políticamente si entrega el solio de Bolívar con este grave problema resuelto, pues a estas alturas nadie en Colombia considera que se pierda legitimidad o control territorial si se hace una liberación rápida. Por el contrario, sería una ocasión para mostrar por fin que no sólo tiene mano dura, sino corazón grande. Y que justamente porque los pilares de las seguridad son sólidos, es que se pueden hacer gestos audaces en aras de salvar vidas.

De otro lado, los operativos para las liberaciones unilaterales -como la del año pasado y la de esta semana- han sido una especie de laboratorio que ha demostrado que con voluntad política de las partes se pueden lograr las liberaciones. Eso sí, siempre y cuando no se rompan los protocolos acordados ni la confianza que con tantas dificultades se ha ido reconstruyendo.

A las Farc también les convendría cerrar este capítulo y enviarle un mensaje político al próximo gobierno, pues mientras el infame cautiverio de los militares y policías persista, la guerrilla seguirá siendo considerada como un puñado de criminales y no como un interlocutor, por ejemplo, para un proceso de paz.

El intercambio humanitario se convirtió en una bandera solitaria del grupo de Colombianas y colombianos por la paz que lidera Piedad Córdoba, pues después de la Operación Jaque la presión internacional que había sobre el canje de prisioneros bajó sustancialmente. Las liberaciones han sido gestos unilaterales de las Farc que no le alcanzan para recobrar la credibilidad y la confianza de la gente. Especialmente en esta ocasión, cuando de antemano anuncian que no entregarán los restos del mayor Julián Guevara, arguyendo operaciones militares en el área y cuando han puesto un carro bomba en Buenaventura que dejó nueve muertos y 56 heridos.

Por eso, si hubiera la voluntad de avanzar en el intercambio, la primera tarea sería buscar un mediador que pueda pasar por encima de la profunda desconfianza que hay entre las partes. Como dice el analista Alejo Vargas, "el intercambio se puede hacer si hay realismo, como lo han hecho los israelíes con los palestinos, sin necesidad de encontrarse, sin despeje, sin medios, sino a través de un tercero".

Piedad Córdoba coincide en que sería muy importante un mediador y que la guerrilla está abierta a la posibilidad de que sea un país europeo como Suiza.

Bajo todas estas condiciones Uribe está frente a una ventana de oportunidad. O la aprovecha, o seguramente lo hará el próximo gobierno en cuestión de meses.