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| Foto: SEMANA/Luis Ángel Murcia

INVIERNO

Despensa agrícola del Valle naufraga en el olvido

A la crisis humanitaria que padecen mil familias inundadas en la zona rural del norte del Valle, se suman multimillonarias pérdidas económicas que causaron las lluvias, y los afectados amenazan con taponar vías para exigir atención estatal.

Luis Ángel Murcia
12 de enero de 2012

“Ahora lo que tenemos es una despensa llena de agua fétida”, dijo Carlos Chacón Arango para describir la difícil situación por la que atraviesan los agricultores de la región. Chacón Arango es el presidente de Asonorte, el segundo distrito de riego más importante del Valle, que opera en la zona rural de los municipios de Cartago, Obando, La Victoria y Ansermanuevo.

En efecto, en la actualidad el norte del Valle -considerado la despensa agrícola del departamento– padece el más crudo panorama por cuenta de la última ola invernal, y la región se está convirtiendo en una bomba social a punto de estallar debido a los estragos que causó: Inundó sus campos, frenó la productividad, paralizó el empleo y tiene a un millar de familias sufriendo un drama humanitario ante la falta de techo. Un verdadero coctel explosivo.

La alarma no es para menos ya que desde el 15 de diciembre pasado las aguas del río Cauca inundaron un total de 20.000 hectáreas de tierra sembradas con maíz, soya, sorgo, caña de azúcar y algunas con pancoger. Desde ya calculan que las pérdidas superan cien mil millones de pesos y esta sería la tercera cosecha que pierden por cuenta de las emergencias invernales.

Más grave aún es que dirigentes de la región aseguran que la tragedia actual se habría podido evitar si el gobierno nacional hubiera ejecutado las obras de mitigación que ellos mismos presentaron a través de un proyecto que “padece el sueño de los justos en las oficinas de Colombia Humanitaria”, explicó el presidente de Asonorte.

En efecto, el proyecto se llama ‘Obras de protección contra inundaciones del río Cauca´ y consiste en la construcción de un dique y el realce de una vía rural a lo largo del distrito paralelo a la margen del afluente. Las obras que solucionarían de tajo el problema de las inundaciones en la región, se calculan en 135.000 millones de pesos, pero el Gobierno aún no le da luz verde.

La falta de esos trabajos tiene a los agricultores naufragando en las pérdidas y a mil familias campesinas damnificadas y a la espera de ayudas; “hasta la fecha sólo llueven promesas del Gobierno”, dijo uno de los afectados que vive en el corregimiento de Cauca y que al igual que Guayabito, Juan Díaz, Molina y El Pleito fueron inundados; todos ubicados en la zona rural de los municipios del norte del Valle, donde opera Asonorte.

Por otro lado, hay quienes temen que los estragos de la emergencia invernal afecten las finanzas de las poblaciones y de paso se resienta el empleo, “en mi caso por ejemplo, dirijo un municipio donde el 80% de los ingresos por impuesto predial lo pagan los agricultores que perdieron sus cosechas en las inundaciones”, explicó Nidia Ospina, alcaldesa de Obando.

No hay duda de que el fantasma del desempleo es el mayor temor en una región cuya vocación es agroindustrial y donde el campo es el mayor generador de fuentes de trabajo. A ello su suma que justamente en la actualidad el norte del Valle padece un coletazo en ese mismo sentido, debido al colapso del grupo empresarial Grajales, intervenido por el Gobierno a través de la DNE debido a un escándalo por presunto lavado de activos. El emporio Grajales era el mayor empleador de la región con 3.000 puestos directos y 10.000 indirectos en al menos cinco municipios de la zona.

Lo grave de este asunto es que varias de las comunidades damnificadas anticiparon que no descartan recurrir a las vías de hecho para lograr la atención del Gobierno; “si tenemos que taponar la vía Panamericana con tractores y familias, no dudaremos en hacerlo. Hemos aguantado demasiado tiempo en el olvido”, dijo uno de los agricultores afectados y quien pidió omitir su nombre.

El descontento de la comunidad ante la falta de ayudas es tal, que se organizaron y por su cuenta iniciaron su propio censo de damnificados.

Lo paradójico en esta problemática que parece la crónica de una inundación anunciada, es que mientras afectados y Gobierno se sientan a dialogar para hallar una solución, la despensa agrícola del Valle se pudre en medio del agua fétida que se estancó.