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El presidente Juan Manuel Santos y el jefe de las Farc, Timoleón Jiménez, se comprometieron en septiembre pasado en Cuba a seguir haciendo gestos unilaterales de confianza. | Foto: A.P.

NEGOCIACIÓN

¿Cuál será el gesto de las FARC después del indulto?

La liberación de 30 guerrilleros es un gesto de buena voluntad del gobierno. Sin embargo, todos esperan una iniciativa similar por parte del grupo insurgente.

28 de noviembre de 2015

El presidente Santos está empeñado en acelerar el proceso de paz y está asumiendo riesgos para lograrlo. El domingo pasado anunció que como gesto unilateral de buena voluntad indultará a 30 guerrilleros de las Farc que están presos por rebelión. Su decisión generó controversia en ciertos sectores de la opinión. Como era de esperarse, la oposición lo criticó duramente, y el procurador pidió la lista de los guerrilleros para verificar que no se cuelen criminales de guerra. Para los ciudadanos de a pie la medida fue sorpresiva y confusa.

El ministro de Justicia, Yesid Reyes, explicó que esta figura está contemplada en la Ley de Orden Público y es una facultad que tienen todos los presidentes. Una fórmula que sirve justamente para momentos como el que vive Colombia, donde hay una negociación de paz en curso. Se aplica solo para el delito político, que desde 1997 está restringido a la pertenencia a un grupo armado, porte de armas, uniformes y medios de comunicación. Por lo tanto, no saldrán de las cárceles personas condenadas por secuestro o narcotráfico.

Tampoco es la primera vez que se aplica esta fórmula jurídica en Colombia. El nuevo ministro del posconflicto, Rafael Pardo, recordó que durante la vida republicana el indulto ha sido una constante. El gobierno de Álvaro Uribe concedió 232 indultos a miembros de las Farc, y eso que no había un proceso de paz con ellas. Uribe fue más allá y excarceló a Ricardo Téllez o Rodrigo Granda, miembro del secretariado que hoy hace parte del equipo negociador de esa guerrilla. Andrés Pastrana, quien sí estaba intentando negociar el fin del conflicto, concedió 24 indultos a miembros de ese grupo.

En otros procesos de paz, especialmente en el de Irlanda del Norte, el indulto fue la principal fuente de creación de confianza con un grupo armado que tenía a casi toda su dirigencia tras las rejas. Tan amplio puede ser el indulto, que incluso en otros países está autorizado para delitos comunes, como en Estados Unidos. Allí es usual que los presidentes al final de su gobierno perdonen las penas a delincuentes de toda laya, sea por razones humanitarias o políticas. Esta es, pues, una herramienta humanitaria, y no tiene nada de raro que Santos la use ahora, cuando considera que el proceso de paz está en la recta final, y requiere fortalecer la confianza. Una medida como esta le da un impulso a la negociación.

Ahora, aunque no hay duda sobre la legitimidad de la figura, la sensación que ha quedado en algunos sectores es que Santos se apresuró y quemó una carta para el futuro. El presidente la lanzó en un momento en el que el pulso sobre la justicia transicional no se ha resuelto. El punto central de discordia sigue siendo la restricción “efectiva de la libertad”. A eso se suma que las Farc no han dado señales claras de que repararán a las víctimas materialmente, por lo que tampoco se ha podido cerrar este punto de la agenda.

¿Y las Farc qué?


Es cierto que el proceso de paz necesita urgentemente hechos que generen confianza entre las partes, y que convenzan al ciudadano común, quien finalmente refrendará los acuerdos, de que esto de la paz va en serio. Por eso Timochenko y Santos hablaron desde mitad del año de “acelerar en La Habana y desescalar en Colombia”.

Algunos de estos gestos que ya están en marcha, como el desminado en El Orejón y la búsqueda urgente de desaparecidos, se han pactado en la Mesa de La Habana y en general van bien. Pero hay otros unilaterales que son importantes para calibrar la buena fe de cada una de las partes. Es un juego de toma y dame. Hasta ahora el gesto más importante de las Farc ha sido el cese del fuego unilateral, que han cumplido. Como gesto recíproco, el gobierno suspendió los bombardeos a los campamentos de esa guerrilla, y también ha cumplido.

De ahí en adelante las Farc han hecho mucho ruido pero pocas nueces. Anunciaron que sacarían de sus filas a los menores de 15 años, algo que todavía no ha ocurrido. El problema es que esa guerrilla dijo en su momento que solo eran 13 niños y esa cifra generó dudas. Anunciaron que dejarían de reclutar menores de 18 años, pero a contados meses de entrar en un cese bilateral del fuego eso parece una decisión tardía.

El máximo jefe de las Farc también dijo en su Twitter que suspendería la instrucción militar y la cambiaría por instrucción política y cultural, y que dejarían de comprar armas. Todo ello es loable, pues son sin duda gestos de buena voluntad, pero al no ser verificables se vuelven intangibles y poco concretos. La opinión pública colombiana es escéptica con la guerrilla y, por tanto, necesita hechos contundentes más que palabras y buenas intenciones.

Los gestos inconclusos o de bajo perfil contrastan con el debate que han generado las propuestas recientes de esa guerrilla en Cuba, que son las más difíciles de asimilar para el país: no ir a la cárcel, tener asignación directa de curules en el Congreso y vivir en territorios de paz en los que se reconozca el poder que han ejercido por años.

Si las Farc quieren que la sociedad sea generosa con sus integrantes en su ingreso a la vida civil, deberían ser más contundentes al reconocer su responsabilidad en el conflicto. Hasta ahora solo han hecho un mea culpa por los errores cometidos en Bojayá, Chocó, donde lanzaron un cilindro bomba que mató a 79 personas. También, que reparen a las víctimas materialmente y no de manera solo simbólica.

Por tanto, el problema no es el indulto anunciado por el presidente. Este puede ser una palanca para impulsar a la Mesa para llegar a un acuerdo en materia de justicia. El problema es que estas medidas no tengan respuestas recíprocas y no signifiquen, como deberían hacerlo, un salto hacia adelante para la Mesa. Especialmente de cara a una refrendación que depende de los estados de ánimo de los colombianos. Una opinión pública que ve el indulto como un gesto tangible de perdón, sin una reciprocidad de las Farc.