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| Foto: Daniel Reina

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Diana Fajardo, nueva magistrada de la Corte Constitucional

Tras una polémica y reñida elección la jurista con amplia trayectoria en el sector público fue escogida por el Senado para ocupar ese cargo.

1 de junio de 2017

En lo que puede considerarse una victoria para el presidente Juan Manuel Santos, el Senado eligió a Diana Fajardo como nueva magistrada de la Corte Constitucional. Una mayoría de la coalición de gobierno a la que se sumaron el Polo y la Alianza Verde, le dieron el triunfo a la candidata que llegó a la elección con el guiño del gobierno.

La abogada ganó el pulso tras obtener 48 votos de los senadores. Álvaro Motta, quien fue su directo competidor obtuvo 43. El tercero en contienda fue Alejandro Ramelli quien solo alcanzó 3 votos.

Vea el discurso de Diana Fajardo ante el Senado

La elección del magistrado que suplirá la vacante de Luis Ernesto Vargas había estado marcada por el proceso de paz, pues su posición sería determinante para dirimir la remisión de las leyes y reformas de la implementación de los acuerdos de paz.

El tema había quedado en evidencia la semana pasada en el fallo que limitó la aplicación del fast trackCarlos Bernal, quien había sido ternado por el presidente Juan Manuel Santos, y elegido por las mayorías del Senado (incluso con los votos del opositor Centro Democrático), terminó siendo decisivo para ese pronunciamiento. La decisión que fue interpretada por muchos sectores políticos y por las Farc como un golpe a la implementación del acuerdo firmado en el Teatro Colón de Bogotá. 

Puede leer: Candidatos a la Corte Constitucional presentaron sus cartas ante el Senado

El temor de que en la Corte Constitucional primara una mayoría conservadora que inclinará la balanza del proceso de paz hacia una interpretación más estricta de las normas jurídicas terminó por voltear la elección a favor de Fajardo. Hasta la semana pasada, el profesor de derecho constitucional Álvaro Motta tenía el favoritismo. Contaba con los votos del Partido Conservador, del Centro Democrático y con mayorías dentro de Cambio Radical y el Partido de la U. 

Un trino de Armando Benedetti encendió una enorme polémica. Al advertir que Motta podría ser ungido, el senador aseguró que si Diana Fajardo no era elegida, "las Farc se pararían de la mesa". Las afirmaciones de uno de los alfiles más cercanos al Palacio de Nariño evidenciaron la polarización que había generado esta elección. 

Motta realmente no era un enemigo del proceso de paz, como lo habían calificado, pero sí tenía una visión conservadora que para muchos no garantizaba necesariamente votos favorables al gobierno. Pero como esa no es una caracteristica para llegar a la Corte Constitucional, la presión en su contra generó enormes criticas en lideres de opinión y voces de la política que no están hoy con el presidente Santos. 

En los últimos días, el primer mandatario se la jugó a fondo por la candidatura de Fajardo. Según trascendió, él mismo les pidió a todos los senadores del Partido de la U su apoyo en una comida que hubo en la casa de Roy Barreras. Esa intervención pudo haber sido decisiva para el triunfo de la jurista. 

Fajardo, por su parte, tampoco era la candidata de las Farc, como muchos senadores de la oposición insinuaron. La abogada de la Universidad de los Andes es una de las funcionarias públicas con mayor experiencia en el área constitucional. Después de pasar por algunos cargos públicos, comenzó su carrera en esa área en la Constituyente de 1991. Asistió en esa calidad a todas las discusiones que se dieron allí durante cerca de cuatro meses para construir la carta política que hoy rige al país. 

Después de eso, Fajardo hizo parte de la comisión de seguimiento de la Constituyente. Luego fue asesora jurídica del Ministerio del Interior y secretaria jurídica de esa misma entidad. No llega nueva a la Corte Constitucional pues fue magistrada auxiliar de Manuel José Cepeda. Hasta hace unos meses se desempeñaba como directora de políticas y estrategias de la Agencia de Defensa Jurídica del Estado. Cuando renunció la anterior directora, Adriana Guillén, ella quedó como encargada. Era el nombre más obvio para sucederla, pero ella prefirió continuar con su aspiración a la Corte Constitucional. Apenas la ternaron renunció a esa entidad. 

Quienes conocen a Fajardo aseguran que tiene un perfil en el que prima el equilibrio. La intervención que hizo el miércoles en el Senado se caracterizó por su humanismo. Inició relatando la conversación que tuvo con sus hijos días después de ser ternada, quienes le preguntaron hace unos días las razones por las que quiere ser magistrada de la Corte Constitucional.


Foto: Daniel Reina Romero

Un magistrado no debe representar a nadie sino los intereses de todos, les explicó, y se mostró convencida de la necesidad de construir consensos, valorar las diferencias y respetar las decisiones. También se refirió al poder decisorio que han ido adquiriendo las mujeres, que son más de la mitad de la población del país. "Una mujer siempre marca la diferencia", les dijo a sus hijos, "gracias a la capacidad de intuición en la toma de decisiones".

Dijo que sus prioridades como magistrada serán promover la seguridad jurídica como presupuesto social, y se mostró confiada en que la decisión será el resultado de la percepción del Senado frente a lo que el momento del país reclama. "Una decisión se mide no tanto por quien la toma, sino por el camino que ella ilumina", agregó. 

Fajardo aseguró que estar en el Senado representa un gran honor, y afirmó que ha acumulado experiencia intensa y pertinente para el cargo al cual aspira. Recordó que participó en el proceso que llevó a la Constitucion del 91, fue testigo de los debates como asesora jurídica de la Asamblea Constituyente, y la forma como participó en muchas sentencias que defendieron la Constitución, en su calidad de magistrada auxiliar. Dijo que en la Agencia Jurídica de la Nación desarrolló estrategias para prevencion del daño y que el Estado resultara menos condenado a pagar sentencias millonarias.  

"Estoy en capacidad de ofrecer mis actos, mis juicios,  mi trayectoria e imparcialidad para defender con sensatez el Estado de derecho y la Constitución, y garantizar las libertades y los derechos fundamentales". 

No le hizo el quite a la controversia generada por Benedetti y al final de su exposición, aclaró: "Por convicción personal, no tengo afinidad ideológica ni política con ningún grupo armado al margen de la ley". Como hecho curioso, Benedetti, quien pudo ser el que más daño le hizo a su candidatura, la felicitó al final con un abrazo.

Por cinco votos

Hace un par de semanas, cuando la Corte Constitucional limitó el fast track, el presidente Juan Manuel Santos confió en sus mayorías en el Congreso como el antídoto para garantizar el éxito de la implementación de los acuerdos de paz. Tal vez no tenía otra carta por jugar tras el sorpresivo fallo.

Y como la elección del nuevo magistrado se había convertido en un nuevo pulso marcado por el proceso de paz, también supuso la primera prueba de fuego de la capacidad de Santos y la Unidad Nacional para garantizar la principal apuesta política del gobierno.

Diana Fajardo, la candidata que tenía el guiño del gobierno en esta elección, se impuso en un reñido pulso en el Senado con Álvaro Motta, otro de los aspirantes. 48 votos contra 43. Victoria para el gobierno, nadie lo puede controvertir, pero apretada, apenas por solo cinco votos. Un resultado que muchos han salido a atribuirse, y que aún se festeja, pero que seguramente pondrá a pensar al gobierno sobre el verdadero liderazgo de sus mayorías parlamentarias, cuando más de la mitad de los proyectos de implementación faltan por debatirse en el Congreso.  

Lo que hizo particular a esta elección fue precisamente el fallo del fast track. Carlos Bernal, el del voto decisivo para la decisión, había sido postulado en una de las dos ternas confeccionadas por el presidente de la República. Quien se supondría estaría del lado de la implementación, terminó por ponerle límites. Por eso, en esta oportunidad, la consigna era no caer en el mismo error: “el de ternar personas que no estuvieran comprometidas con la paz”, como se le escuchó decir a los principales alfiles de Santos.

Apenas 48 horas antes de la elección, Santos marcó su carta, y pidió a su partido, la U, el voto por la abogada Diana Fajardo. Lo hizo en la noche del martes. El miércoles, desplegó su artillería. Desde el secretario de la presidencia, Alfonso Prada, pasando por el exministro del Interior, Juan Fernando Cristo, pusieron el pie en el acelerador para garantizar los votos. Y hasta el presidente de la República, según versiones de varios parlamentarios, se comunicó con algunos para pedirles colaboración.

En el Capitolio, en la oficina de uno de los senadores de la U, se dispuso de un tablero donde se iban registrando los votos comprometidos con Fajardo. Llamadas trianguladas entre el Congreso, la Casa de Nariño, y los senadores indecisos. A la media noche del miércoles, confiaban en la victoria.

Por eso la U se atribuyó la victoria. Lideraron la campaña de Fajardo y todos sus senadores asistieron y votaron por ella. El Partido Liberal también garantizó una representación en la Corte Constitucional, y la mayoría de sus senadores también reiteraron el compromiso con el gobierno.

Pero la Unidad Nacional está vez tuvo fracturas. El Partido Conservador, en la mayoría de sus senadores, votó por Álvaro Motta, con el que más se identificaban. Como también la mayoría de Cambio Radical, quienes terminaron aliados en esta elección con el Centro Democrático. Una radiografía que deberá inquietar al gobierno.

Los cinco votos de diferencia también han servido para que otros partidos saquen factura. Por ejemplo la Alianza Verde, sus cinco senadores votaron por Fajardo, como también los cinco de Opción Ciudadana, partido que atendió directamente la instrucción del presidente Santos. O los cinco del Polo, que a pesar de estar en oposición al gobierno, reiteró su lealtad en los asuntos relacionados a la paz.

Los resultados son lo importante, así sean apretados. La victoria es del gobierno, pero las mayorías no son tan holgadas como en épocas anteriores.