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DICIENDO Y TRATANDO DE HACER

Grandes incógnitas en la aplicación del esquema gobierno oposición en el Distrito

23 de mayo de 1988

Después de más de seis meses de conflictos, finalmente los jefes liberales de Bogotá se pusieron de acuerdo en algo: no colaborar en el gabinete distrital del alcalde electo de Bogotá, Andrés Pastrana."Con la vara que midas, serás medido", parece ser el lema que guió a los senadores Ernesto Samper, Hernando Durán y Luis Carlos Galán, quienes la semana pasada se reunieron en forma separada con Pastrana, para manifestarle que se lanzarían a la "oposición constructiva", como la llamó Durán en clara referencia a la actitud adoptada al iniciarse el gobierno liberal del presidente Virgilio Barco, cuando el padre del nuevo alcalde y jefe del Partido Conservador, Misael Pastrana lanzó la tesis de la oposición reflexiva.
El primer alcalde elegido popularmente en la historia de la capital había tomado la iniciativa de realizar estas consultas, basado en un principio de realidad: de los 20 concejales elegidos el 13 de marzo, sólo ocho acompañaron a Pastrana en la campaña. Y de esos ocho, dos son del grupo de Gustavo Rodríguez, cuyo respaldo al nuevo alcalde no está precisamente garantizado.
Al terminar la semana, Durán, Samper y Galán, quienes teóricamente controlan 10 de las 20 curules, ya se habían negado a jugar el papel de aliados de la nueva administración. Faltaban las consultas con el senador y concejal Alberto Santofimio, quién se preparaba para responderle a Pastrana del mismo modo que sus colegas. Para todos ellos, el costo de esta decisión no es despreciable: perder la burocracia que han conseguido y consolidado en los últimos años puede tener efectos insospechados en las elecciones de 1990. Entre tanto para Pastrana, el problema de no contar con ellos es también muy complejo. Con sólo seis concejales realmente dispuestos a acompañarlo en todo, el nuevo alcalde se enfrenta a problemas que pueden atentar contra la gobernabilidad misma del Distrito. Todo esto lo llevó la semana pasada a comenzar -40 días antes de posesionarse- la búsqueda de posibles salidas.
Pero, ¿qué podía hacer? En realidad, podía simplemente confiar en las promesas de Samper, Durán y Galán de respaldarlo en los proyectos de "interés común". Pero esto en política es demasiado inseguro. "Si en verdad ellos van a perder sus puestos -comentó a SEMANA un dirigente conservador de la capital- van a tratar de contrarrestar esa pérdida con los beneficios que deja una violenta oposición".
La opción que parecía más viable para Pastrana al terminar la semana era la de vincular una serie de decisiones claves de la administración distrital, a la búsqueda de unos acuerdos básicos con la oposición liberal y a la larga, con el gobierno nacional La primera y más compleja de toda es sin duda el problema de la deuda externa del Distrito, que asciende a 376 mil millones de pesos y que este año determinará desembolsos de 116 mil millones en sólo servicio de deuda. De esas acreencias, el 80% han sido adquiridas por la Empresa de Energía Eléctrica de Bogotá. El poder de Pastrana en este punto radica en que, si logra asegurarse el control de la junta directiva de la EEEB, y consigue que ésta suspenda los pagos de su deuda, le crearía un gigantesco problema no a Bogotá, sino a toda la Nación, cuya imagen de deudora es una de las pocas realmente buenas en Latinoamérica.
Aparte de la cuestión de la deuda, Pastrana sabe que los liberales y el propio gobierno nacional tienen que sentarse a negociar con la administración distrital los temas del Metro y de Ciudad Salitre. Ambos proyectos requieren decisiones coordinadas entre la nación y la capital, o de lo contrario no podrán ser llevados a cabo.
Pero si bien esto obliga al gobierno nacional a sentarse a hablar con el alcalde, también limita mucho los programas de éste. Y más aún si tiene éxito la coalición que quedó planteada el viernes en el Concejo de Bogotá, en la que los 11 concejales liberales y tres conservadores (Pava y los dos de Gustavo Rodríguez) acordaron, en principio, fiscalizar la gestión de Pastrana en una estrategia cuya duración e implicaciones aún no son muy claras. En fin, las cartas están sobre la mesa y el juego de la gestión del primer alcalde popular de Bogotá está a punto de empezar.