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Más de 100 personas entre policías, bomberos y miembros de la defensa civil hicieron parte de la búsqueda en los cerros del norte de Bogotá del patrullero de la Policía Jairo Díaz. | Foto: Carlos Ortega / El Tiempo

JUDICIAL

¿Dónde está el patrullero Díaz?

La desaparición de un patrullero en el norte de Bogotá, que causó conmoción, se está volviendo una novela policiaca de final incierto.

2 de febrero de 2013

La semana pasada pocas noticias acapararon tanto la atención de los medios y los habitantes de Bogotá como el caso de la desaparición del patrullero de la Policía Jairo Díaz. No era para menos. El uniformado se perdió poco después de la una de la tarde del domingo 27 de enero en un deprimido sector del barrio Villa Nidia, enclavado en los cerros nororientales de la capital. El asunto tomó relevancia nacional por varias razones.


El 6 de enero en ese lugar había ocurrido una masacre que dejó cinco muertos en una vendetta entre dos bandas de delincuentes comunes conocidos como Los Pascuales y Los Luisitos. Dos días después, el presidente Juan Manuel Santos, el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, la cúpula de la Policía y altos funcionarios de la Alcaldía acudieron a la zona para anunciar medidas especiales de seguridad y rechazar un acto que hace años no se veía en la ciudad. Escasas tres semanas después, el patrullero Díaz desapareció en ese mismo sitio. 

Las primeras versiones señalaban que el policía habría sido secuestrado por alguna de las bandas involucradas en la masacre de comienzo de año. Esto encendió todas las alarmas, con razón. En Bogotá hace años no se registra un secuestro en el área metropolitana y mucho menos de un policía. Con el paso de los días esa probabilidad fue perdiendo fuerza. En primer lugar, porque las bandas que actúan no tienen la logística para realizar un plagio. Pero, sobre todo, porque, por más avezado que sea cualquier criminal, retener a un policía implica quedar en la mira, o “calentar el parche”, es decir, soportar la presión de centenares de uniformados que reaccionarían con todo contra los responsables. 

Cuando desapareció, el patrullero llevaba escasos diez días de haber llegado a ese sector. Horas antes, Díaz y su compañera de turno acudieron en moto a apoyar a otra pareja de policías en la búsqueda de un revólver usado la noche anterior en un homicidio. Los patrulleros, dos hombres y dos mujeres, inspeccionaron el lugar sin suerte. Al momento de retirarse, Díaz les dijo a sus compañeros que lo esperaran mientras hacía una última búsqueda entre una enramada que colinda con un despeñadero de 40 metros. Nunca regresó. 

Según sus compañeros, con el paso de los minutos bajaron a buscarlo y, al no dar con él, informaron a sus superiores. Más de 100 personas, entre policías, Defensa Civil y bomberos comenzaron a rastrear la zona sin éxito. Lo único que encontraron fue el chaleco antibalas de Díaz el borde del abismo. Esto abrió la posibilidad de que el uniformado hubiera caído accidentalmente. Pero la intensa e infructuosa búsqueda, que se prolongó durante toda la semana, parece descartar esa opción. 

La propia institución, como parte de un procedimiento rutinario en estos casos, optó por entrevistar y realizar pruebas de polígrafo a las dos menudas policías y al otro uniformado que estuvieron en el lugar para descartar que estuvieran involucrados de alguna manera. Todos las pasaron, con lo cual aumentó el misterio en torno a la suerte de Díaz. Sumado a esto, un examen detallado descubrió una mancha de sangre en el pasto junto a donde estaba el chaleco abandonado.

El angustiado padre, la hermana y la novia del patrullero, junto a más de medio centenar de uniformados, seguían recorriendo la zona sin resultado. Con el paso de los días, decenas de anónimos y oportunistas han llegado con todo tipo de información. Una pitonisa de Barranquilla apareció, asegurando que por una recompensa puede decir dónde está. Otros, por medio de escritos o llamadas, se han acercado a la Policía o a la familia afirmando saber el paradero. Por descabelladas que puedan parecer todas esas pistas, se han investigado sin ningún resultado. Al cierre de esta edición lo único claro es que nadie sabe a ciencia cierta dónde está el patrullero Díaz ni qué paso con él.