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DOS GRANDES PAYASOS

Irónicamente, Hitler y Chaplin nacieron la misma semana del mismo año, hace 100 años. El escritor español Francisco Umbral especula sobre esta coincidencia.

15 de mayo de 1989

Charles Chaplin y Adolfo Hitler nacieron en abril de 1889 durante la misma semana: Chaplin el martes 16 y Hitler el sábado 20. Hitler fue un gran dictador y Chaplin hizo la comedia cinematográfica de "El gran dictador". Se cumple, pues, el centenario de los dos grandes payasos del siglo XX. El payaso de la risa y el payaso de la sangre.
Charles-Spencer Chaplin, actor y director de cine inglés, popularmente conocido por Charlot, nace en Lambeth, sur de Londres. Empieza siendo solamente cómico, pero sus películas se van llenando de dramatismo sonriente a medida que triunfa y madura. Es el ciclo que va de "Cura de aguas" a "Armas al hombro". En 1952 regresa a Inglaterra y desde 1958 vivió en Suiza. Fue Caballero de la Orden del Imperio Británico.
Adolfo Hitler, político alemán (que no militar) de origen austriaco, muere en 1945, posiblemente suicidándose ante el fracaso de su guerra. Pintor a la acuarela y pintor de brocha gorda, Cruz de Hierro en la I Guerra Mundial o Grand Guerre. Funda el partido nacionalsocialista (nazismo) en una cervecería de Munich (donde yo he comido ranas bien guisadas, hace poco). Las cervecerías duran más que los grandes hombres. Sufre cinco años de cárcel, por revolucionario, y entre rejas escribe "Mi lucha". Ya en libertad, y con la colaboración de Goering y Rohm, extiende el nazismo por centroeuropa. En las elecciones de 1933, obtiene la mayoría absoluta. Va acumulando poderes sobre su persona y se hace llamar Furer, que significa "Conductor". Inicia la persecución de los judíos, inclusive dentro del partido, que fusila a Rohm (hay que suponer que las motivaciones eran más políticas y personales que raciales, para este asesinato). Hitler fue avasallando militarmente a los países limitrofes hasta iniciar la II Guerra Mundial, de 193945. Su amante, Eva Braun, a la que regalaba muchos bombones, y Hitler se quitan la vida en los sótanos de la Cancillería de Berlín, rodeada ya por los rusos. Era un militar mediocre (como que no era militar), pero un eficaz demagogo.

DOS CARAS DE UNA MONEDA
Podría hacerse una moneda de curso legal, planetaria, para todo el fin de siglo, que tuviese dos caras: ChaplinHitler. En Charlot se resumen y metaforizan los valores humanos, el sentimiento e incluso el sentimentalismo, la ironía, la tristeza. Del alma y del cuerpo de Hitler comen la revancha (Alemania había perdido la Guerra Europea), la frustración, el malhumor y la "voluntad de poder", como compensación de todo ello. Un Nietzsche mal leído.
Alguien escribió que Chaplin es "los domingos del mundo". Toda mi generación, y las anteriores (y las posteriores, en la tele), se han pasado el domingo viendo a Chaplin, ese dandy inglés frustrado, con el junquillo flaqueante y una rosa muerta en el ojal de su raída chaqueta.
Lo que nos transmite Chaplin es la decadencia del mundo victoriano, del gentleman, del caballero convencional en el mundo industrial y bárbaro de los Estados Unidos nacientes. Pero la salida de esa frustración no es la vuelta a lo pasado y muerto, sino la apertura democrática a un mundo más natural, real y vividero. Hitler, por el contrario, cree que la salvación de los valores militares de Prusia está en volver a ellos exasperándolos, exagerándolos. Hitler es un reaccionario porque intenta la conquista del pasado mediante los V-2 (como que él era un obrerete que admirabacodiciaba todo aquello).
Charlot es una artista, hijo de artistas, consciente de la caída de los valores victorianos, y que no intenta salvarlos, sino ridiculizarlos y abrirse a lo abierto, a una vida (la que le inspira América) más natural y más real.
Hagamos con todo esto una modesta experiencia.

EXPERIENCIA
Tenemos, entre los años 2030, la caída de los valores tradicionales: prusianismo en Alemania, victorianismo en Inglaterra. Tenemos la doble respuesta a esa caída, en ambos países y en dos hombres emblemáticos:
Hitler: vuelta fanática al prusianismo, encarnado en él.
Chaplin: salida, mediante la ironía, del victorianismo, hacia la naturalidad americana de la vida.
El tiempo es tornadizo y esto admite dos respuestas: la dramática y la irónica. Hitler prefiere la respuesta dramática a la Historia por temperamento y porque ve en ello la epopeya heroica de su vida: se ve héroe. Chaplin interpreta el cambio irónicamente, con una doble ironía que se burla tanto de la maquinización americana como del dandismo inglés.
Sólo quiere ser un hombre libre que se aleja por el camino.
Hoy, a tantos de tantos de mil novecientos tantos, tenemos que todo el siglo XX ha sido irónico (desengañado por las grandes guerras), de los monstruismos de Picasso a los disparates de Dalí. El siglo XX muere sin fe "ni yerba de aver secándose al sol".
La yerba es que ya nos la hemos fumado toda. El tango mismo a que pertenece esta letra, y todos los tangos, son una ironía orillera de la tragedia, como bien sabían Borges y Sábato, en la civilizadisima Buenos Aires. De modo que quien tenía la razón era el ironista Chaplin contra el irascible Hitler. Hay que empezar el siglo XXI, desde ya mismo, a partir de la ironía, el desencanto y la buena educación. ¡Y qué más da todo lo demás!
Ya dijeron Marx y Ortega que la Historia sólo se repite como farsa. Hitler prefirió la farsa de un prusianismo desesperado y delincuente. Chaplin acierta con la farsa de la farsa, con la burla de todo, a ver si purgándolo todo de burla le viene la libertad.
Chaplin fue marxista.

EL GRAN DICTADOR
Hitler asiste a la caída del prusianismomilitarismo. Chaplin asiste a la caída del victorianismo (el "Ulysses" de joyce es la burla máxima de todo eso hecha por un irlandés, que lo ve con distancia).
Hitler decide rectificar esa caída militar, reivindicarla, y se inventa el nazismo. Para obviar la lucha de clases, que es la madre del cordero pascual, se saca la lucha de razas: los judios son culpables. ¿Y los banqueros, que eran todos judios? Hay pocos banqueros calcinados en Auschwitz. De modo que no morían por judios, sino por pobres.
A un país con crisis económica y mucho paro le resulta muy saludable quemar cinco millones de pobres. Los pobres son, han sido y serán la leña en el fuego acogedor de la Historia. El tiempo lo atestigua.
Así las cosas era inevitable que Chaplin hiciese la película de Hitler, la sátira, la risa y el esperpento del gran dictador. Y la hizo.
Uno cree que, más que por razones políticas, por razones psicológicas y personales. Habían nacido en el mismo mes, semana, y año, como queda dicho al principio. Ambos asisten a la caída de los valores, crepúsculo de las ideologías o decadencia de Occidente en sus respectivos países. Pero Hitler interpreta todo esto dramáticamente (y aprovecha el drama para erigirse en el protagonista: es un reaccionario completo), mientras que Chaplin, de mente más amplia, lo interpreta irónicamente (y la ironía es flor de solapa que esconde una espina de dolor), lo asume, lo resume y lo narra una y otra vez mediante su personaje, Char lot. Es la elegancia pobre, aparencial, convencional, frustrada repetidamente por la brutalidad del dinero americano, por el dinero brutal de América.
Chaplin llama a una de sus mejores películas "Tiempos modernos". Los tiempos modernos maquinizanmecanizan al hombre, pero hay que hacer frente a eso y no refugiarse en un dudoso victorianismo poético que ya no sirve para nada.
Hitler es la respuesta brutal a la brutalidad de la Historia.
Chaplin es la respuesta inteligente, irónica, anglosajona, a la historia de la brutalidad.

1889
Hacía 1889, es bueno hacer un balance del siglo que muere, basado en sus dos grandes figuras: una siniestra figura política y una impar figura artística.
Aparte fanatismos políticos o cinematográficos, que a uno se la traen más o menos floja o pendulona, lo indudable es que entre las dos opciones que ofrecía el siglo --Hitler, Chaplin--, el gentío ha optado por Chaplin, es decir, por la ironía, la risa de los viejos mitos, del victorianismo al prusianismo, la naturalidad, el payaso (Samuel Beckett, Ionesco) y la cotidianidad. Aparte de la batallabatalla, tan perdida por Hitler, la burguesía liberal y el proletariado intelectual han ganado la batalla de la ironía, del ludismo, de la felicidad aquí y ahora. Han aprendido bien la lección de Charlot: el falso gentleman frustrado acaba siempre con una patada en el culo, alejándose por un camino solitario, con un junquillo y una rosa. La vida exige ser más raudos, que no más violentos. Más naturales, que no más artificiales (más militares).
Charlot es la cara y Hitler es la cruz de la moneda que echa el siglo XX al aire de la Historia.

1989
Pero ni Hitler ni Chaplin inventan nada nuevo, sino que continúan dos constantes distintas del hombre en la Historia: el ironista o protagonista colectivo y el militarista o protagonista sangriento.
Hitlerianos de la Historia: César, Don Pelayo, Napoleón, Bismarck, etcétera (por no seguir con los romanos, de Calígula a su sobríno Nerón).
Chaplinianos de la Historia: Heráclito, Sócrates, Platón, nunca Aristóteles, Erasmo, Rabelais, Montaigne, Voltaire, Larra, Valle-Inclán, Quevedo.
La nómina es más larga, lógicamente, por parte de los chaplinianos escépticos, humoristas, humanistas y gente de paz. Pero éstos no son sino los poderes inermes, así llamados. Los otros, aunque menos, son quienes han movido el tiempo y dictado los códigos, matado a la gente y escrito las leyes. Así nos va.
El siglo XX ha tenido dos mitos: HitlerChaplin. Uno positivo y otro negativo (aunque ambos se disfrazasen de lo contrario). En esta meditación de fin de siglo, llegamos a la conclusión nada apocalíptica de que tenían más razón los ironistas que los belicistas. Y mejor voluntad. Y más amor. En cuanto acabe este artículo me pongo un video de Chaplin. El más primitivo, si es posible.
VIDAS PARALELAS
HITLER
Hitler utiliza el poder obrero para mandar los obreros a la guerra.
Cree en la justicia desde arriba.
No cree en la justicia desde abajo.
Apunta muy alto.
Escribe para más allá de su muerte.
Cree en el progreso.
Utiliza al proletariado.
Monta grandes Olimpiadas.
Mata judíos.
Como Napoleón, quiere ser más que un Rey: Emperador.
Protege el cinepropaganda de la UFA, con Marika Rok.
Viaja en coches blindados.
Muere frustrado y suicidado a los 56 años.

CHAPLIN
Denuncia la esclavitud del obrero moderno en cualquier país.
No cree en la justicia.
No cree en la justicia.
No apunta.
No escribe, sino que hace algo más fugaz: cine.
Prefiere el cine mudo.
Hace él mismo de proletariocarpintero, en la escenografía de sus filmes.
Monta pequeños platós.
Chaplin se limita a ser judío.
Se burla de todo esto en "Un rey en Nueva York".
Hace cine sin un duro.
Viaja a bordo de su bastoncillo de junco.
Muere dulcemente en la cama a los 88 años.