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Durmiendo con el enemigo

Un respetado ingeniero civil terminó convertido en el hombre encargado de planear y conseguir víctimas para ser secuestradas por el ELN.

11 de diciembre de 1980

El pasado 20 de junio un comando de hombres del Gaula llegó hasta la calle 43 con carrera 24 en Calarcá, Quindío. Allanaron el apartamento 304 y allí arrestaron a Diego Iván Arbeláez. Esa detención marcó el capítulo final del que en concepto de los miembros del Gaula y la Fiscalía es uno de los casos de secuestro más sorprendentes de los últimos tiempos.

La historia de la investigación que hoy tiene tras las rejas a Arbeláez, enfrentando la posibilidad de pagar una pena de 40 años de cárcel por secuestro extorsivo, comenzó a mediados de septiembre de 2000, cuando cinco hombres secuestraron a María Patricia Medina Hinestroza al salir de su apartamento en el norte de Bogotá. Con tan sólo 35 años de edad y dos pequeños hijos, era miembro de una de las más respetadas familias de la capital y ocupaba un importante cargo en el consorcio que estaba construyendo parte de las obras de TransMilenio.

Los investigadores del Gaula asumieron el caso y la primera noticia que se tuvo de ella fue seis meses después del plagio, cuando llegó una exigencia en la que pedían cinco millones de dólares por su liberación. Durante meses la investigación avanzó lentamente. Sin embargo, a finales de ese año la Policía detuvo cerca de Barbosa, Santander, a un guerrillero de la columna móvil Guillermo Antonio Vásquez Bernal del ELN.

El subversivo suministró importante información a las autoridades y dentro de los datos que aportó afirmó que esa columna tenía en su poder a varios secuestrados, entre ellos a Medina. Dijo que lo único que sabía sobre el secuestro es que había sido planeado por un hombre de apellido Arbeláez, a quien le decían el ingeniero. Una vez los investigadores del Gaula recibieron esa información comenzó una dispendiosa labor para tratar de precisar un dato tan vago.

Durante meses, entre otros documentos, se dedicaron a conseguir hojas de vidas, recibos telefónicos y listados de trabajadores de empresas que estuvieran en la zona en la que actúa la columna móvil, la cual opera en los límites de Santander y Boyacá. Tras cruzar centenares de datos apareció uno que les llamó la atención. El del ingeniero Diego Iván Arbeláez, que a finales de los 90 había trabajado durante varios meses para Ecopetrol realizando algunas obras en una sede de esa empresa en el municipio de Santa Sofía, Boyacá.

Para sorpresa de los investigadores, Arbeláez también había trabajado durante ocho meses como ingeniero del consorcio ICA, que participaba en las obras de TransMilenio, y quien durante esos meses trabajó con María Patricia Medina. Aunque estos indicios eran comprometedores, aún no eran suficientes para acusar a Arbeláez de ser el responsable del secuestro.

Los investigadores del Gaula decidieron vigilar al ingeniero y enfocaron sus esfuerzos para capturar a algún miembro de la columna del ELN con el fin de establecer el lugar en donde tenían secuestrada a la mujer. La misión fue bastante dispendiosa y sólo el 7 de noviembre de 2002, cuando habían pasado más de dos años del secuestro, el Gaula logró capturar cerca de Barbosa a dos guerrilleros de la columna.

Los subversivos confesaron que desde que el ingeniero Arbeláez estuvo trabajando en Santa Sofía entró en contacto con el comandante del ELN en la zona, 'Nipón Barrera', con quien llegó a un acuerdo según el cual, a cambio de recibir un porcentaje del dinero de los rescates, le suministraría la información de personas que estuvieran en capacidad económica de pagar rescates de importantes cifras.

Según la confesión de los dos guerrilleros, Arbeláez ofreció utilizar las importantes relaciones sociales y laborales que tenía gracias a su profesión de ingeniero para ubicar a las víctimas y entregar datos, como direcciones o teléfonos, a los enlaces urbanos del ELN, que se encargarían de efectuar el secuestro en las ciudades y trasladar a las víctimas hasta el monte.

A pesar de estas dos nuevas confesiones, a los investigadores les costaba trabajo creer que un ingeniero, miembro de una familia de clase media alta de Armenia, estuviera involucrado en algo tan macabro. Sin embargo, los seguimientos de agentes encubiertos demostraron que sus sospechas eran ciertas. Descubrieron que Arbeláez viajaba regularmente desde Bogotá hasta un campamento del ELN ubicado en Arales, corregimiento del municipio de Sucre, en Santander. Allí, entre otras, recogió tres pruebas de supervivencia de María Patricia Medina que entregó a milicianos del ELN en la capital, quienes a su vez se encargaron de hacerlas llegar a la familia.

Las investigaciones para establecer con certeza la participación del ingeniero habían tomado varios meses. Pero durante ese tiempo el Gaula logró capturar en diferentes operativos a ocho miembros más de la columna del ELN. Todos confesaron a la Fiscalía que Arbeláez era el autor del secuestro de Medina. Uno de ellos, que había estado durante varias semanas en el cambuche donde tenían cautiva a Medina, decidió colaborar y aceptó guiar a los policías hasta el sitio. Para evitar que la operación de rescate fallara, los uniformados decidieron que era mejor no arrestar por el momento al ingeniero y mantenerlo vigilado.

A comienzos de marzo de 2003, 31 meses después del secuestro, 60 hombres del Gaula partieron desde Bogotá para efectuar el operativo de rescate. El sitio de cautiverio era un lugar llamado la hoya de Panamá, un profundo cañón con una inhóspita geografía cerca del municipio de Bolívar en Santander. Es una selva húmeda en donde las condiciones climáticas hacían imposible una operación de rescate aerotransportada. El guerrillero que servía de guía les dijo a los policías que desde la carretera hasta el sitio del cambuche eran tan sólo tres horas de camino. Se equivocó.

Durante 36 horas seguidas los uniformados caminaron sin parar atravesando la espesa selva. Cuando estaban cerca del cambuche, custodiado por siete guerrilleros, desde algún lugar sonó un disparo que alertó a los subversivos, quienes escaparon poco antes de la llegada de las autoridades. Aprovechando un descuido, María Patricia se escapó de sus captores, que comenzaron a seguirla. En medio de la manigua, los policías comenzaron también a perseguir a los guerrilleros. No obstante, tras cuatro horas de persecución en medio de la manigua, los uniformados escucharon tres disparos. Los subversivos había asesinado a la mujer y habían escapado. "En 10 años en el Gaula he participado en decenas de operaciones y lo que ocurrió ese día es lo más frustrante y triste que me ha pasado en la vida porque después de años de investigación y esfuerzo no pudimos rescatar a la víctima", dijo a SEMANA uno de los oficiales que participó en la investigación y en el operativo.

Cuando todo indicaba que ese día de marzo de 2003 no podía ser peor, los hombres del Gaula se encontraron con otra mala noticia al regresar del fallido operativo: el ingeniero Arbeláez había burlado la vigilancia y se había escapado. Sin embargo, tras una verdadera cacería de varios meses el Gaula logró arrestarlo el pasado 20 de junio e impedir que el asesinato de María Patricia quedara en la impunidad.

Durante los 31 meses que duró la investigación las autoridades también descubrieron que Arbeláez había participado en por los menos cinco secuestros más, la mayoría de ingenieros con quienes había trabajado o a quienes conocía. Ellos tuvieron mejor suerte que María Patricia Medina y a pesar de haber permanecido secuestrados por varios meses, los cinco recobraron la libertad después de pagar sumas millonarias de dinero.