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El Cúcuta Deportivo se coronó campeón de la Copa Mustang del segundo semestre al derrotar 1-0 al Tolima en Cúcuta y conseguir un empate en Ibagué. El técnico Jorge Luis Pinto celebra con el jugador Luis Trujillo

Deporte

El año de los chicos

Cúcuta Deportivo y Deportivo Pasto fueron los campeones de 2006. Estas victorias demuestran que en el fútbol colombiano ya no existen las clases sociales.

23 de diciembre de 2006

U n golazo de Macnelly Torres, que enmudeció al estadio Manuel Murillo Toro, de Ibagué, le dio a Cúcuta Deportivo su primera estrella. Cúcuta, que había ganado 1 a 0 el domingo 17 de diciembre, necesitaba un empate para consagrarse campeón. Yulián Anchico había puesto en ventaja al Deportes Tolima y Colombia se preparaba para una definición del título con lanzamientos desde el punto penal. Pero el golazo de Torres, digno de una final, hizo realidad lo que hasta hace pocos meses parecía una quimera. En efecto, el equipo rojinegro, que apenas hace un año celebraba su regreso a la primera división, lograba así una hazaña nunca antes vista en Colombia: que un equipo recién ascendido se proclamara campeón. Al frente del grupo de jugadores estaba Jorge Luis Pinto, recientemente contratado como el nuevo técnico de la Selección Colombia.

Seis meses atrás, Pasto se impuso sobre el Deportivo Cali y lo hizo de manera contundente. Un triunfo como visitante en el estadio Pascual Guerrero y un empate en casa. Una hazaña deportiva que también había conmovido al país.

Por primera vez desde 1968, cuando el campeonato profesional colombiano se comenzó a decidir con partidos o liguillas de postemporada, ningún equipo de los llamados grandes o históricos (es decir, de Bogotá, Medellín Cali o Barranquilla) apareció en el podio de los mejores del año.

Definitivamente, 2006 fue el año de los equipo chicos.

Más allá de los merecimientos que acreditan, resulta extraño que Tolima, Pasto y Cúcuta sean los representantes de Colombia en la Copa Libertadores. Tres equipos casi sin pergaminos internacionales llegan al torneo más importante de clubes suramericano. Atrás quedan Cali y Nacional, que actualmente son considerados, por tradición, recursos y nómina, como los grandes del torneo local. Este hecho hace preguntarse: ¿por qué los equipos chicos tienen tanto éxito? "Esto ocurre porque los equipos grandes han perdido su grandeza a medida que pasa el tiempo, explica Nicolás Samper, editor de la revista Fútbol Total. Mientras los chicos contratan obreros, los grandes, compran figuras que dividen los equipos".

Es más, ahora son algunos de los chicos los que se comportan como grandes. Es decir, los que mejor trabajan las divisiones menores y los que mantienen procesos más largos, mientras que los llamados grandes intentan arreglarlo todo sobre la marcha a punta de chequera (léase contrataciones precipitadas) y cambiando técnicos dos y hasta tres veces por año. "El Tolima ha sabido trabajar las divisiones menores, al igual que el Pasto. Cúcuta se ha llenado de jugadores promedio, y lo que prima es el equipo antes que las individualidades", señala Samper.

Otra característica llamativa es ver cómo equipos recién ascendidos de la B pelean el título en su primera temporada en la primera división. Ocurrió con el Real Cartagena en 2005 y este año con Cúcuta Deportivo. No es cuestión de suerte o de simple motivación. Por el contrario, los equipos que llegan de la B vienen de jugar en un torneo muy competitivo, por lo general son conjuntos que llevan juntos varias temporadas, mientras que la norma en la primera división tiende a ser la de equipos que cambian sus nóminas cada seis meses, entre otras cosas porque el verdadero negocio no es armar cuadros que ganen títulos y generen hinchadas fieles sino venderle sus jugadores al primer interesado y cuanto antes, mejor.



El mundo al revés

Basta observar la tabla de la reclasificación para ver el mal momento que vivieron este año los llamados grandes. En las posiciones más bajas de la tabla hay tres históricos: Santa Fe, Junior y América, que no clasificaron a ninguna de las semifinales del año. En la mitad de la tabla (los que clasificaron a una de las dos semifinales) sólo están Cali, Once Caldas y Medellín. Los únicos que jugaron las dos semifinales del año fueron Nacional y Millonarios, pero ninguno de ellos jugó una final. El único grande finalista fue el Deportivo Cali, pero perdió en esa instancia ante el Pasto.

Este panorama no debería sorprender demasiado, puesto que desde hace bastantes años las clases sociales se han ido acabando en el fútbol colombiano. Los equipos chicos, al no tener recursos para comprar grandes estrellas, se han concentrado en invertir en sus divisiones menores. Esto tiene como consecuencia la consolidación de un grupo que trabaja con mentalidad de conjunto y no individual. A esto se suma el hambre de victoria que suele haber en esos equipos que trabajan con las uñas y el impulso que reciben de un grupo de directivos que lo sienten y que lo apoyan para que salga adelante.

Este ascenso de los equipos chicos también muestra que las grandes distancias en el fútbol colombiano son cosa del pasado. La diferencia entre el primero y el octavo tiende a ser corta -pues no hay ningún incentivo aparte de la propia clasificación-, y hoy es casi imposible hablar de "equipos grandes" en Colombia. ¿Quiénes son los grandes en el fútbol colombiano? Si se repasan los últimos dos años, la conclusión es que ningún equipo puede exhibir un buen rendimiento constante.

Once Caldas ganó la Copa Libertadores de 2004 pero no volvió a ser finalista y en el segundo semestre se quedó por fuera de los cuadrangulares. Cali jugó dos finales consecutivas, pero también se quedó por fuera de los cuadrangulares finales en la segunda mitad del año. La última ocasión en que un equipo 'cabalgó' el torneo fue Atlético Nacional en el primer semestre de 2005, y aunque lo ratificó al ganar la final, al siguiente semestre no clasificó a las semifinales. Cartagena fue último después de haber sido finalista en el segundo semestre. El dato más revelador es que ningún equipo ha estado presente en todos los cuadrangulares de los últimos cuatro torneos. La constante es, pues, la irregularidad.

Por eso en 2006 los chicos celebraron mucho más que los grandes. Ahora tres de ellos (Pasto, Cúcuta y Tolima) tienen un gran reto: la Copa Libertadores de América de 2007. Porque allí nadie se va a acordar de sus hazañas domésticas, sino que se juzgará si son dignos de participar en el torneo de clubes más importante de Suramérica. Allí tendrán que demostrar si de veras son buenos equipos de fútbol y no sólo los menos peores de un torneo que parece haberse nivelado por lo bajo.