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El de Arenas, otro testimonio de los 'eslabones perdidos' del Palacio de Justicia

La versión del “nuevo” testigo de los hechos del Palacio, no es la única. Un conductor, un magistrado y una estudiante sobrevivientes también denunciaron haber sido objeto de torturas.

29 de agosto de 2011

A unos días de que el Tribunal Superior de Bogotá defina la suerte del coronel retirado Alfonso Plazas Vega por las desapariciones del Palacio de Justicia durante la toma, en 1985, un nuevo testigo fue mencionado en publicaciones de los diarios El Tiempo y El Espectador. Se trata del entonces consejero de Estado Jorge Valencia Arango, quien narró a la Comisión de la Verdad los vejámenes a los que fue sometido el conductor de su familia, Jaime Arenas.

Su testimonio estuvo guardado 22 años hasta que accedió a contárselo a la Comisión. El informe de la Comisión publicado en noviembre pasado recoge una historia escalofriante de cómo Arenas, primero permaneció en el baño junto a otros rehenes, después fue llevado al Cantón Norte en donde fue torturado y posteriormente liberado por la mediación del magistrado Valencia.

Sin embargo, un nuevo dato salió a flote este fin de semana: un anillo de oro que la familia de Valencia le regaló a Arenas fue su salvación. Arenas, según confirmó Valencia, le pidió a un soldado que llamara a la casa del entonces magistrado y le informara que él estaba ahí y a cambio del favor le dio el anillo. Valencia relató que tuvo que amenazar al estamento militar con convocar a una rueda de prensa si no soltaban al conductor de su familia.

El conductor llegó a su casa “muy golpeado, llorando, y les dijo que lo tenían allá desnudo y que lo estaban torturando y estaba desesperado porque oía gritos al lado, los tenían en un cobertizo donde guardan caballos, y que él oía gritos, lamentos y que de pronto oyó que gritaban Jaime Arenas y que le dijeron que se vistiera y se largara”, reza el informe.

Del conductor no se volvió a saber nada, pues según Valencia, fue amenazado.

Daniel Prado, abogado de las víctimas del Palacio de Justicia pidió a la Fiscalía que busque a Arenas para que amplíe su testimonio. En su criterio, “el informe de la Comisión de la Verdad hace parte del proceso y el juez podría tener en cuenta ese testimonio. La petición a la Fiscalía es que busque al señor Arenas”, dijo Prado a Semana.com.

Jaime Granados, defensor del coronel (r) Alfonso Plazas, por el contrario dijo que este no es el momento procesal para incluir nuevos testimonios, según informó El Tiempo. “Además, no existe ningún testigo directo contra mi defendido. Este es un acto desesperado porque saben que se les va a caer el proceso y que el único supuesto testigo (Villarreal) fue suplantado”.

Se refería al testimonio de Édgar Villamizar quien bajo juramento declaró haber sido testigo de una versión muy parecida a la de Arenas relató, pero cuya identificación está en entredicho tras la aparición de un hombre llamado Édgar Villamizar, quien dice que fue suplantado.

La defensa de Plazas y la propia Procuraduría han pedido que el testimonio del nuevo Villamizar sea incluido en el proceso, pero se enfrentan al mismo argumento que señaló Granados: no es el momento procesal para incluir nuevos testimonios.

Eduardo Matson y Yolanda Santodomingo

Y es que el número de personas que han declarado después de vencido el miedo, o que no han podido hacerlo, o que se han negado a hacerlo, son muchas más. En entrevista con Semana.com, el magistrado de la Corte Constitucional Nilson Pinilla, quien integró la Comisión de la Verdad, dijo: “es que pareciera que no han leído el informe con juicio y está lleno de información interesante”.

Y acto seguido mencionó la las historias de Eduardo Matson y Yolanda Santodomingo. Ellos eran en la época estudiantes de derecho que visitaban ocasionalmente el Palacio de Justicia. Los jóvenes fueron llevados a la Casa del Florero, zona reservada para los “rehenes especiales”.

“En este lugar fueron obligados a estar en cuclillas contra una pared, y fueron víctimas de abusos físicos y sicológicos”, dice el informe y luego cita las palabras de Santodomingo, quien también declaró ante la Fiscalía: “Todos llegaban y se sentían con derecho a patearme. Me decían ‘perra hp, guerrillera’. Todas las botas negras pegaban durísimo y se ensañaron con mi riñón derecho. Me preguntaban que en dónde me cambié y aseguraban que yo había estado en la toma de la Embajada Dominicana, cuando en 1980 yo apenas hacía quinto de bachillerato con las monjas”.

La pareja de estudiantes después fue llevada al Batallón de Inteligencia Charry Solano, según el informe, donde se oían gritos. “Lo que están escuchando son personas que no han querido colaborar”, les decían.

Los jóvenes salieron luego de que los soldados se dieron cuenta de que Matson era sobrino del gobernador de Bolívar. Él, sin embargo, no ha querido declarar.

Otro conductor

Pero también hay un testimonio semejante al del conductor de Valencia. Se trata de Aristóbulo Rozo. El hizo parte del grupo de siete conductores de magistrados que fue llevado a la Casa del Florero. “Allí, dice el informe, un familiar suyo que pertenecía a la Policía intentó llevarlo a su casa, ‘pero un oficial del Ejército le dijo que no me podían llevar, que los tenían que llevar al Cantón Norte, porque allá nos iban a prestar primeros auxilios’”.

El testimonio da cuenta de que fueron conducidos en un carro con una cruz roja pintada al Cantón Norte. Al llegar, los hicieron bajar y, cuenta, “nos hicieron tender al piso y nos chuzaban, nos daban culatazos con fusiles y nos decían que dijéramos la verdad. ¿Cuál verdad?, nosotros somos conductores del Palacio de Justicia”.

Allá fueron retenidos hasta la tarde del 7 de noviembre. Según Rozo, su liberación, al igual que la de Arenas, se debió a la mediación de un magistrado, en este caso, a la de Jaime Betancur Cuartas.

Y un magistrado…

Pero hay más. El entonces magistrado Nicolás Pájaro Peñaranda contó que fue llevado a la Casa del Florero por los militares en donde pidió ayuda médica. Él solicitó que lo trasladaran a la Caja Nacional de Previsión y no al Hospital Militar donde tenían previsto enviarlo.

En el trayecto estuvo acompañado de un soldado que le dijo que no podía hablar. Cuando le iban a tomar unas radiografías “llegaron tres tipos con ametralladora en mano, vestidos de civil, me iban a llevar a la camilla, y los médicos dijeron qué pasó, y dijeron este es un guerrillero”.

Pero gracias a la intervención del personal médico, que dijo conocerlo, pudo ser intervenido oportunamente. Después tuvo que salir del país pues siguió recibiendo amenazas.

Pájaro Peñaranda, en una sala de audiencias de la Comisión de la Verdad reconoció en 2008 que durante 23 años había guardado absoluto silencio. Con el pelo cano y tono pausado, en una declaración grabada por la comisión dijo “me importa un pepino que me crean o no, pero lo que he dicho siempre es la verdad histórica”.

“El médico me contó que un soldado entró a la sala y me quería llevar”, dijo en esa audiencia. “Por eso hablo aquí a nombre de los muertos porque claman justicia y hablo a nombre de los desaparecidos porque soy un cuasi desaparecido. Si me hubieran sacado de la sala de cirugía me estarían preguntando”, refirió entonces.

Su testimonio fue tenido en cuenta este año cuando declaró ante un fiscal de derechos humanos en la investigación por lo que le ocurrió al magistrado Carlos Horacio Urán, a quien según ha dicho, vio salir vivo del Palacio.

Las palabras de Pájaro Peñaranda declaradas entonces siguen dando vueltas: “A lo que más le teme el hombre es a la verdad. Las víctimas sabemos qué fue lo que ocurrió. La verdad se conoce, pero es bueno que la reconozcan los autores de los hechos criminales del Palacio de Justicia”.