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El arma de la infamia

La guerrilla tecnifica e incrementa el uso de una de las prácticas terroristas de los últimos años: los cilindros de gas.

21 de agosto de 2000

Durante las 10 horas en que el agente Weisner Lozano combatió contra una fuerza insurgente muy superior en número de efectivos su obsesión era la suerte de su familia, refugiada en la seguridad de su casa. El hombre logró salir con vida de la lluvia de morteros, granadas y cilindros de gas que le lanzaron 300 guerrilleros pero, en cuanto pudo salir de los escombros en que quedó convertida la estación de policía, se encontró con que sus peores temores se habían materializado.

Al igual que ocurrió el martes de la semana pasada con 25 casas de sus vecinos y amigos en el municipio de Colombia, Huila, los cilindros de gas lanzados por los guerrilleros acabaron con su hogar de varios años. A su familia no la protegió que la casa estuviera a cinco cuadras del cuartel. Entre los escombros estaban sepultados su esposa y de sus tres hijos, de 16, 9 y un año y medio de edad. Su mirada perdida en los noticieros de televisión sirvió para que se volvieran a escuchar los gritos de las víctimas civiles de la guerra en Colombia.

El drama del agente Lozano y los seis ataques a igual número de municipios en la últimas dos semanas han impresionado por su capacidad de destrucción. Y pusieron de nuevo sobre el tapete una de las prácticas más crueles: los cilindros de gas como arma terrorista.



De Vietnam a Colombia

Los cilindros de gas fueron empleados en forma incipiente como bombas durante la guerra de Vietnam. Se atribuye al Ejército Republicano Irlandés —IRA— el desarrollo de este tipo de arma en sus ataques contra la policía inglesa. Durante los años 80 las guerrillas salvadoreñas fusionaron la idea del cilindro bomba con el método de lanzamiento del IRA y crearon un sistema similar al empleado por las Farc, debido a “la necesidad de contar con armas de apoyo y la dificultad de conseguirlas, ejemplo: morteros, bazucas”, según dijo a SEMANA Ana Guadalupe Martínez, ex comandante del FMLN. Pero suspendieron el uso de los cilindros por el peligro para los civiles ante “la falta de precisión del arma,” afirmó.

Para las Farc no existen esas consideraciones que primaron en El Salvador, ni las normas de derecho internacional al respecto. “La guerrilla ha intentado hacer una artillería propia. Los cilindros no son un mortero, que es un arma de precisión. Son un arma para producir temor, causan más destrozos que bajas”, dijo un experto militar que pidió no ser citado.

Las estadísticas sobre la masiva utilización de los cilindros como arma guerrillera y sus consecuencias sobre la población civil son contundentes. Durante lo que va corrido de este año 54 localidades han sido atacadas por las Farc con ese sistema. Como resultado, hasta la semana pasada 43 personas habían muerto y otras 85 quedaron heridas. Lo más grave es que 29 de los muertos fueron civiles. El año pasado la cifra de pueblos atacados con cilindros llegó a 114, con un trágico saldo de 138 muertos y 92 heridos. Según cifras de la Defensoría del Pueblo, el 70 por ciento de las víctimas fueron civiles.

Según datos de la Dirección de Inteligencia del Ejército y de la Policía Nacional, desde 1998 hasta ahora han sido robados 27.078 cilindros de gas. Ese año lo fueron 7.632 y en 1999 se duplicó esta cifra, hasta llegar a 14.093 cilindros. El principal autor de los robos en todos estos años han sido las Farc, que se han llevado 16.614. “En los últimos ataques se observó la disposición de rampas de lanzamiento, al estilo de una batería de artillería, en procura de obtener concentración de fuego sobre un objetivo”, dijo a SEMANA el teniente Juan Montealegre, de la división de análisis técnico de explosivos del Ejército.

Lo más inquietante para las autoridades no es el aumento en la utilización de cilindros sino el desarrollo que ese grupo subversivo ha logrado consolidar en la capacidad destructiva de estos artefactos. A esa conclusión llegaron los expertos antiexplosivos de la Policía Nacional el 13 de diciembre del año pasado, cuando hombres de ese organismo encontraron, después del ataque de las Farc al municipio de Cubará, Boyacá, unos artefactos que han sido denominados como la “última generación de los cilindros”. Más poderosos y económicos que los convencionales, la ‘nueva arma’ es mucho más sofisticada y, según confirmó a SEMANA uno de los expertos que durante los últimos seis meses se ha dedicado al análisis del artefacto, deja en evidencia “una alianza entre las Farc y el ELN”. Según el oficial, el sistema tiene un complejo dispositivo electrónico de detonación, el cual es fabricado por los elenos para las Farc (ver recuadro).

Para Stratfor, el Centro de Consultoría sobre Asuntos de Defensa e Inteligencia Mundial, con sede en Austin, Texas, que las Farc recurran al uso de cilindros como arma de guerra puede indicar dos cosas: una, que la cifra de 500 millones de dólares anuales que se maneja como presupuesto de ese grupo guerrillero es inflada. Y dos, que los ingresos de esa organización han disminuido recientemente. “No hay una buena razón para usar armamento improvisado a menos que no haya nada más disponible. Las armas improvisadas son poco confiables, peligrosas de usar y menos precisas cuando se comparan con el equipamento militar normal”, señala un informe de esa entidad. “Una gran parte del armamento de las Farc es improvisado. No hay grandes batallas que demuestren su superioridad, confían más en artefactos hechizos manufacturadas con dinamita y cilindros de gas”, concluye la investigación de Stratfor.

La teoría de esa entidad de análisis sostiene que los organismos del Estado han golpeado la principal fuente de financiación de la guerrilla: el narcotráfico. Sin embargo en Colombia varios sectores sostienen que la razón para que la guerrilla use artefactos artesanales en lugar de armas convencionales es simplemente de costos. “Adecuar un cilindro de gas para un ataque les cuesta a las Farc cerca de 10.000 pesos —explica un oficial de Inteligencia de la Policía—. Un ataque puede costarles alrededor de 20 millones de pesos. Hacer eso mismo con armas convencionales le podría costar a la guerrilla casi 10 veces más. La diferencia consistiría en que con armas militares no fallarían tanto y no afectarían a la población civil”, dijo el alto oficial.

Los cilindros de gas no se pueden defender como arma de guerra pues todo evidencia que no son otra cosa que artefactos terroristas cuya utilización demuestra el mayor desprecio por la vida de los civiles. Lo malo es que sólo los guerrilleros tienen la posibilidad de eliminarlos de la guerra en Colombia. Pero ellos no parecen dispuestos a mostrar la conciencia humanitaria de sus colegas de El Salvador.