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El aterrizaje de Samper

Con su regreso a Colombia Ernesto Samper quiere encontrar un lugar en la historia del país distinto al que le otorgó el Proceso 8.000. ¿Podrá superar el peso del elefante?

27 de marzo de 2000

Luego de una breve caminata por un parque ubicado a pocas cuadras de su casa en los suburbios de Aravaca, al occidente de Madrid, el ex presidente Ernesto Samper se sentó, en compañía de su esposa, en una banca solitaria. En ese momento, mientras soplaba una ventisca invernal, tomó una decisión que le venía zumbando en la cabeza: anticipar su regreso a Colombia, el cual tenía previsto para junio de este año. Samper llevaba un año y medio radicado en España dedicado a dictar cátedras en las universidades y a escribir un libro sobre su gobierno y, salvo visitas relámpago al país, solía monitorear la realidad colombiana vía telefónica y a través de Internet. Pero, en las últimas semanas, sintió que su paréntesis académico en la península ibérica había terminado. No sólo por cuestiones de carácter personal sino porque, como lo dice él mismo en lenguaje clásico de ex presidente, “las circunstancias del país hacen aconsejable que los colombianos podamos contribuir a sus soluciones sin egoísmos”.

Del otro lado del Atlántico, la noticia de su sorpresivo regreso ha alborotado el avispero de la clase política criolla y varios de sus más fieles exponentes (y buena parte de sus contradictores) se encuentran entre el nerviosismo y la expectativa. Razones no les faltan: el país está entrando en la contienda electoral para elegir alcaldes y gobernadores en octubre, el Partido Liberal está en su peor crisis y en la búsqueda desesperada pero incierta de una unión y dos de los funcionarios más conspicuos de su gobierno, Horacio Serpa y María Emma Mejía, aspiran —con grandes opciones— a los dos cargos más importantes del país: la Presidencia de la República y la Alcaldía de Bogotá.

Por eso, si de coyuntura se trata, Samper no escogió el mejor momento si pretendía un regreso subrepticio o diplomático, sino todo lo contrario. Su regreso ‘social’ a Cartagena en diciembre pasado en compañía de los cantantes españoles Joan Manuel Serrat, Ana Belén y Víctor Manuel sirvió para medir la ‘temperatura’ de la opinión frente a su regreso: el agua no estaba totalmente helada. Su regreso final será entonces con todas las de la ley. Al tiempo con su arribo al país en el mes de abril va a lanzar el libro Aquí estoy y aquí me quedo —su versión en 34 capítulos sobre lo ocurrido durante su mandato—, en el cual pretende dejar para la historia su interpretacion de los discutidos hechos ocurridos durante su gobierno.

En medio de la creciente expectativa por el regreso del hombre más controvertido de la historia reciente, del político que dividió al país entre conspiradores y seguidores y del presidente que está en busca de cambiar el puesto no muy honroso que hasta el momento le ha dejado la historia, la pregunta que todo el mundo se hace es ¿a qué viene Ernesto Samper?



¿Política yo?

La periodista María Jimena Duzán adelantó el debate y dio la primera puntada en su columna de El Espectador la semana pasada: “Si Samper llega a Colombia es porque quiere que sus copartidarios sientan pasos de animal grande: porque quiere enviar el mensaje a sus amigos políticos de que el jefe pluma blanca ha llegado a poner la casa en orden con miras a las elecciones que ya se aproximan”. Para Duzán, el ex presidente viene a mover sus alfiles en el complejo ajedrez político que se avecina.

En este sentido es suficientemente claro que Samper no piensa seguir modelos anteriores. No estará aislado como Barco, ni vivirá en el exterior como Gaviria, ni se dedicará a las letras como Belisario. Samper es joven (tiene 49 años), la política le corre por las venas y viene de un autoexilio de 17 meses (es decir, viene con las baterías cargadas). Ingredientes suficientes como para saber que Samper no se va a quedar callado.

El gran interrogante es cuál va a ser su protagonismo como jefe político natural que le confiere su estatus de ex presidente frente a la difícil coyuntura política y económica, al reparto público de responsabilidad frente a la crisis, a la escasez de liderazgos, el derrumbe de las ideologías y a un proceso de paz incierto y que cada día genera más tensiones entre liberales y conservadores. Samper es enfático en que no tiene intención de ejercer un protagonismo electoral y que sólo aspira “como liberal, a la solución de los problemas y conseguir que haya un acuerdo nacional en torno de la paz ”.

Para muchos sectores de la opinión, particularmente la clase dirigente, el ex presidente es visto como una especie de Noriega a la colombiana y dentro de la misma clase política liberal genera demasiadas resistencias y polarizaciones. Pero aunque Samper carece de prestigio entre los poderosos, su poder político es incuestionable. Eso no quiere decir que su apoyo directo no tiene costos. Como dijo a SEMANA un político liberal: “Samper se volvió más un pasivo que un activo”. Pero es obvio que Samper lo sabe y que si apoyara a alguno de sus seguidores en sus campañas lo hará en silencio.

El regreso de Samper despierta también el temor de una profundización de la polarización que vive Colombia. “El país está aburrido de las peleas y la polarización le ha hecho un tremendo daño y eso es lo que tenemos que superar ”, dijo el dirigente liberal Juan Manuel Santos, mientras que un alto funcionario del gobierno —que no se quiso identificar— afirmó que: “Con el proceso de paz y el Plan Colombia lo mejor es poder generar consensos. El país no se puede quedar en la polarización ”.

Aunque Samper quiere aterrizar sin causar traumatismos el próximo lanzamiento de su libro va a marcar, inevitablemente, la pauta de su llegada al país. Y, guste o no, las páginas de este seguro best seller van a ser un flash back colectivo —así sea temporal— de nombres, situaciones e imágenes que los colombianos estaban empezando a olvidar y que marcaron la aguda crisis política que imperó durante su gobierno.



Relaciones peligrosas

El regreso de Samper tiene entonces serias repercusiones en el panorama político y por eso mismo debe tener nervioso a más de uno. Pero sobre todo dos personajes deben estar bastante incómodos con su arribo: Horacio Serpa y María Emma Mejía. Dos samperistas en un hasta ahora exitoso proceso de ‘desamperización’. El uno fue su ministro del Interior y su mayor escudero durante los años más aciagos de su gobierno y la otra fue su canciller estrella y se convirtió en la única cara ‘de mostrar’ hacia el exterior cuando su administración estaba salpicada por toda suerte de cheques provenientes de los carteles del narcotráfico. Los dos aspiran, aunque todavía no oficialmente, a los cargos más importantes del Estado. La segunda aparece en las encuestas más recientes como la más probable sucesora del alcalde Enrique Peñalosa.

A pesar de su poder político, no hay duda de que Samper, como dijo un analista consultado por SEMANA, puede convertirse en “el beso de la muerte ” para estos dos candidatos. Y hay argumentos para creerlo. Ser respaldado a estas alturas por Ernesto Samper, o salir públicamente con el ex presidente en eventos políticos o sociales cuando el 52 por ciento de los colombianos tiene una imagen desfavorable del ex mandatario (ver encuesta), puede constituir un audaz acto de inmolación política. De hecho, el 51 por ciento de los encuestados opina que el apoyo de Samper a un candidato podría desfavorecerlo. Para gran parte de estas franjas de opinión la figura de Samper simboliza el viejo país con todos sus defectos: el clientelismo, la corrupción, la burocracia, etc. Por eso, lo más probable es que tanto Serpa como María Emma marquen una clara distancia política y electoral con Samper, al menos públicamente, como lo hiciera el mismo ex presidente en sus campañas cuando lo apoyaban los llamados ‘barones electorales’.

Samper, por su parte, le dijo a SEMANA que no piensa involucrarse en el debate electoral. “Puedo asegurar — agregó con la causticidad que lo caracteriza— que ninguno de los que dicen que mi regreso le puede hacer daño a las aspiraciones electorales de Serpa o María Emma votará por Serpa o María Emma, así es que esos votos no se ganarán ni se perderán”. Añadió que los candidatos ya no necesitan de padrinos políticos como en el pasado y que la única manera en que iba a respaldar a sus candidatos sería “con mi voto”.

Pero así como hay un alto porcentaje de colombianos que no quieren a Samper también hay un 33 por ciento que sí (cifra superior a la imagen de Pastrana hoy). Y más que por lo que es, esta franja lo estima por lo que piensa, por su concepción del país y del mundo, por sus posiciones frente a lo social, por su modelo de desarrollo, por su visión del conflicto armado. Y es precisamente ahí, en el ámbito ideológico, en donde muy seguramente Samper va a hablar duro en Colombia. Y, claro está, allí también va a dar de qué hablar.



La compuerta ideológica

Por esta razón el regreso de Samper a Colombia puede tener ciertas similitudes al modus vivendi político del ex presidente Felipe González en España luego de su derrota frente a José María Aznar. Al igual que Samper, González salió muy desprestigiado de la presidencia en 1996 y aunque no fue acusado de ser financiado por el narcotráfico o de haber sufrido el retiro de la visa de Estados Unidos, su imagen estaba muy erosionada debido a varios escándalos, como el de los GAL (operación de guerra sucia montada desde el gobierno contra el grupo terrorista ETA) y el de Filesa (financiación ilegal del Partido Socialista español). González se dedicó entonces al debate académico en torno al futuro del pensamiento socialista europeo en la era de la globalización y a dictar conferencias en América Latina. Aunque Samper no tiene el peso continental que posee su homólogo español, sabe que la mejor manera de reencaucharse es por la vía de la academia y el debate ideológico, y es bastante bueno en ambas canchas.

El mismo Samper se lo anticipó veladamente a SEMANA: “Haré política en el buen sentido de la palabra, opinando sobre temas nacionales como el de la paz —que no va bien porque se esta ‘partidizando’ en la medida en que dejaron al liberalismo por fuera de las negociaciones— y la recesión que no es solamente económica sino también sicológica ”.

En este sentido es muy probable que, más por estrategia política que por la dignidad de ex presidente, Samper se introduzca al país por esa compuerta ideológica. No sólo porque es un terreno actualmente muy fértil sino porque tiene las demás compuertas cerradas (unas con llave y otras no). Y este es sin duda un buen pasabordo para abordar los debates nacionales. El país atraviesa un interesante proceso de transición política y económica en el que se están replanteando las reglas básicas para la convivencia y el progreso: el proceso de paz, el balance de la apertura económica, el posible ingreso a Nafta, la redefinición del Estado, los 10 años de la Constitución de 1991.



Ernesto, el socialista

Una de las aspiraciones del ex mandatario al regresar es publicar una revista mensual de ensayos estilo Occidente —que edita mensualmente el diario El País de Madrid— y que dirige el hijo del filósofo José Ortega y Gasset. Otra idea que tiene en mente, según contó a SEMANA uno de sus allegados, es montar un centro de estudios de pensamiento liberal.

No cabe duda de que Samper quiere tirar línea en el terreno de las grandes ideas y para ello viene muy influenciado por el socialismo español. Ha hecho, por ejemplo, buenas migas con Joaquín Almunia, actual secretario general del PSOE y candidato a la presidencia, y con Joaquín Estefanía, director de las páginas de opinión de El País y autor del libro Contra el pensamiento único, un ataque frontal al neoliberalismo. “Samper ha venido tratando de hacer una definición ideológica en el liberalismo tomando las banderas socialistas. Ha ido a dos eventos liberales donde se despide con ‘un saludo liberal y socialista, Ernesto Samper’. Y eso es deliberado”, afirmó el ex ministro Rafael Pardo. Para la muestra, en la última entrevista que dio al diario El Tiempo, en agosto del año pasado, Samper hasta sugirió cambiarle el nombre al Partido Liberal por el de ‘Partido Socialista Liberal de Colombia’.

Así las cosas, con la llegada de Samper el liberalismo ya no tendría dos corrientes ideológicas (neoliberales y socialdemócratas) sino cinco: el socialismo liberal de Samper, la socialdemocracia de Horacio Serpa, el neoliberalismo de César Gaviria, la Tercera Vía anglosajona de Juan Manuel Santos y un liberalismo corporativista de derecha, aún sin rótulo definido, liderado por Alvaro Uribe Vélez. ¿Podrá haber unión?



El juicio final

Pero más allá de sus bienaventuradas intenciones ideológicas o patrióticas, Samper llega a Colombia con un objetivo certero entre ceja y ceja: reivindicar su legado y encontrar una posición digna en la historia. Al igual que lo hizo el ex presidente Richard Nixon durante los últimos 20 años de su vida luego de verse obligado a renunciar por el escándalo de Watergate en 1974.

Nixon lo logró a medias. Mientras para la élite estadounidense Nixon pasó a la historia como un respetado estadista y como el presidente que tendió los puentes entre Estados Unidos y la República Popular China durante los momentos más tensos de la guerra fría, para el norteamericano promedio Nixon sigue siendo el más insigne exponente de la inmoralidad y la corrupción en la vida pública de ese país.

¿Cuál será el legado de Samper? Aunque todavía es prematuro saberlo, y quedan varias décadas por delante, en gran parte depende de qué tanto el propio Samper pueda desligarse del ‘gobierno Samper’. Y eso está relacionado, a su vez, a su liderazgo y compromiso como ex presidente en las soluciones a los grandes problemas del país y a la manera como administre su nada despreciable poder político. Hoy, lo cierto es que a Samper todavía lo persigue el fantasmagórico estigma del elefante.

Y su juicio en la balanza de la historia dependerá a su vez, inexorablemente, de cuánto peso tenga el paquidermo.