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EL BARCO-BOY

El sanedrín se acabó. Ahora, a Barco lo rodea un kinder de niños adelantados en donde el más aplicado es Rodrigo Pardo.

12 de junio de 1989

Todo el mundo parece estar de acuerdo en que la imágen de Virgilio Barco ha mejorado. Del presidente inseguro, tímido y aislado del que se hablaba hace un año, se ha pasado a hablar de un presidente, todavía tímido, pero enérgico, decidido y con pantalones. El principal elemento detrás de este repunte es el propio Barco. La Presidencia de la República es un sillón grande en el cual toma tiempo acomodarse y Barco por primera vez se ve cómodo. Pero una cosa es sentirse cómodo y otra transmitirlo a la opinión pública. Y es ahí donde ha jugado un papel importante un joven abogado relativamente desconocido, tan tímido como Barco llamado Rodrigo Pardo. Este, con el título de consejero presidencial, remplazó a Fernando Sánchez Collins, supuestamente en las funciones de asesoría de imágen. Sin embargo, el joven politólogo no se ha limitado a cumplir esta labor, sino que se ha convertido en el símbolo de un nuevo estilo y una nueva generación que parece haber "llegado al poder" en la recta final de la actual administración. Se trata de un grupo de jóvenes profesionales, casi todos bordeando los 30 años, casi todos del Gimnasio Moderno, casi todos de los Andes casi todos con máster y casi todos pupilos de Cepeda, con los cuales se podría decir, que el Presidente está gobernando hoy en día.

Ahora que no hay ni Vascos, ni Cepedas, ni Gavirias, más que sanedrín lo que hay es un kinder de "niños" competentes, idealistas y sobre todo barquistas que se han convertido de acuerdo con la famosa frase de López Pumarejo en "las audacias menores de 40 años". Los Barco-boys están integrados por Gabriel Silva, asesor presidencial, quien comparte honores con Rodrigo Pardo como cargaladrillo estrella; Rafael Pardo, quien apoyado por Ricardo Santamaría y Reinaldo Gary, remplazó a Carlos Ossa en el "camello", de la paz y Manuel José Cepeda, quién heredo de su padre Fernando Cepeda los afectos del Presidente. La asesoría económica corrió hasta la fecha por cuenta de Enrique Peñaloza Jr. y el PNR (Plan Nacional de Rehabilitación) esta a cargo de otro desconocido bien "ranquiado" en los afectos de Barco: Eduardo Wills.

Este elenco de "sardinos" estadistas, es hoy por hoy más importante que la mayoría de los miembros del gabinete. Barco ha cambiado la tradición colombiana de gobierno de ministros por una nueva modalidad de gobierno de asesores. Fuera de Germán Montoya, quien sigue siendo el virrey, solo el canciller Julio Londoño es considerado en Palacio como de la casa. Y la casa significa hoy por hoy, Montoya como director tecnico y el equipo de los Barco-boys. El ministro de Hacienda, Luis Fernando Alarcón, y la jefe de Planeación, María Mercedes Cuéllar, son siempre bienvenidos. Pero de ahí en adelante cualquier ministro que quiera ir a Palacio tiene que pedir cita o esperar a que lo inviten.

Pero como en cada kinder hay un preferido, muchos coinciden en que el de esta promoción es Rodrigo Pardo.
Si el puntaje en la clase se mide en el tiempo que se pasa con el rector, Pardo está sobrado. Y si los puntos dependen de estar siempre haciendo la tarea, la medalla de la aplicación también se la lleva. Sus funciones principales son las del manejo de imagen trabajando en llave con el secretario de prensa, Gabriel Gutiérrez. Pero a lo que más tiempo le dedica es a escribir discursos, si es asi como se puede llamar la difícil actividad de coordinar los diferentes borradores que el Presidente pide a sus colaboradores antes de cada una de sus intervenciones en público.

Barco, quien se precia de "jugar en varias mesas al mismo tiempo" es algo fanático en lo que se refiere a la elaboración de documentos escritos le pide a varias personas con diferentes puntos de vista su aporte sobre un tema específico. A cada versión le saca algo en un proceso que es corregido por él mismo no menos de cinco veces. La pieza clave en todo este ensamblaje, metiendo y sacando párrafos, complementando datos y tratando de darle una coherencia al borrador final es Rodrigo Pardo. Probablemente nunca en la historia de Colombia se habían trabajado los discursos en esta forma, pues si bien algunos presidentes escribían sus intervenciones y otros las delegaban en una persona, las de Barco vienen de tantas plumas que es difícil atribuirles una paternidad identificable.

Estas funciones de coordinador de las palabras presidenciales han terminado por crear una relación cotidiana y cercana entre el tío Virgilio y su escribidor. No se puede decir que la relación sea personal, pues de eso con Barco no se da mucho. Pero para un hombre que guarda tanto las distancias, no deja de ser curioso que un grupo de noveles estadistas, encabezados por Pardo, lo consideren mucho más que su jefe. Todos se sienten cabalgando en el lomo de los acontecimientos y piensan que Virgilio Barco y su equipo estan trabajando, más que para los editorialistas de hoy, para los historiadores de mañana.

No es la única vez que Rodrigo Pardo es el primero de la clase. Lo fue toda la vida en el Gimnasio Moderno, donde como si fuera poco se ganó siempre la copa del esfuerzo personal. Una temporada en el Opus Dei, en la que casi se vuelve cura, terminó cuando le prohibieron leer "Confieso que he vivido" de Pablo Neruda. De ahí pasó a los Andes en donde cayó en manos de Mario Latorre y de Cepeda, alternaba sus claces de politología con su trabajo de periodista en Cromos, SEMANA y El Tiempo.

El binomio de politólogos lo hizo entrar a este gobierno por la puerta grande. Pero más que sus recomendaciones, lo que lo acerca más al Presidente es que en cierta forma parecen cortados por la misma tijera. Introvertido, respetuoso, responsable trabajador y chapado a la antigua, Rodrigo Pardo es el tipo de hombre con el que todas las madres sueñan para sus hijas. Pero a pesar,de su juventud ya no pertenece al grupo de los solteros cotizados ya que es un padre de dos hijos en el hogar formado con Inés Elvira Vegalara.
Pero no son sólo sus cualidades personales en las que se asemeja al Presidente. Ideológicamente estan en el mismo barco. Se consideran liberales de centro izquierda y bastante escépticos frente a la moda conservadora Reagan-Bush-Thatcher. Si bien a Rodrigo Pardo le interesa la política, esta está lejos de ser su obsesión.
Quienes lo conocen afirman que sus aspiraciones frente al poder, más que de la escuela Barco son de la escuela Cepeda: la del hombre académico que de vez en cuando se echa una canita al aire, pero que siempre acaba volviendo a las aulas.-