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El pasado 8 de mayo murió en combate con el Ejército, junto con otros siete guerrilleros, alias Caliche, comandante de la columna Jacobo Arenas de las Farc, en un filo remoto de la cordillera entre Cauca y Nariño. En esta foto aparece junto a su compañera, Olga, en el lugar donde cayeron.

CONFLICTO ARMADO

El Bloque Alfonso Cano está en la mira

Esa fracción guerrillera, que comanda Catatumbo, uno de los negociadores de las Farc en Cuba, es blanco de una fuerte ofensiva militar.

11 de mayo de 2013

La semana pasada murió en combate, junto a otros siete guerrilleros, el jefe más importante de las Farc que ha caído en la confrontación armada en el año. Jorge Eliécer Zambrano Cardoso, alias Caliche, era el comandante de la columna Jacobo Arenas, una de las formaciones militares más activas de las Farc en el país y la ‘joya de la corona’ del Bloque Alfonso Cano, que comanda Pablo Catatumbo, miembro del Secretariado y de la delegación de las Farc en La Habana.

Es difícil decir si por coincidencia o por cálculo estratégico, desde que Catatumbo llegó a Cuba, a comienzos de abril, la ofensiva emprendida en 2012 en Cauca y Nariño contra las Farc, en el marco de la nueva estrategia militar, parece haber redoblado. Y la muerte en combate de Caliche es la última de una seguidilla de golpes contra el Bloque Alfonso Cano, que soporta una parte sustancial del peso de la guerra en el país. 

Caliche era miembro del Estado Mayor de las Farc, muy cercano a Catatumbo, y estaba al frente de una de las formaciones de las Farc que más dolores de cabeza les ha dado a los militares en el Cauca y que más ataques ha cometido contra la población civil y los indígenas. Se le responsabiliza de muchos de los atentados que han sacudido a los pueblos de esa región, de ataques a estaciones de Policía en zonas urbanas y de estar involucrado en el cultivo y tráfico de marihuana y cocaína.

En el marco de la nueva estrategia militar de llevar la confrontación a zonas históricas de las Farc, desde el año pasado emprendieron una campaña las fuerzas de tarea Pegaso, en Nariño, y Apolo, en el Cauca, bajo mando del Comando Conjunto del Suroccidente y de la Tercera División. Pero desde que Catatumbo llegó a La Habana, a comienzos de abril, esta se ha traducido en varios golpes importantes.

El frente Sexto, que opera al norte del Cauca bajo el mando del último fundador vivo de las Farc, el legendario Sargento Pascuas, –que también está en Cuba–, sufrió la captura de 17 integrantes de sus llamadas fuerzas especiales, en Puerto Tejada, a fines de abril, y la desmovilización de cuatro niños y ocho adultos hace unos días. En la última semana de abril y la primera de mayo, se reportó la muerte de ocho guerrilleros y la captura de otros 20 de la columna Daniel Aldana y otros golpes contra el frente 29, que operan ambos en Nariño. Y ahora, la muerte de Caliche, que cayó junto a su compañera y otros seis guerrilleros en un nublado filo en límites de Cauca y Nariño.

Desde hace unos años, uno de los ejes de la confrontación entre las Farc y el Estado es el suroccidente del país. Los militares sostienen que, desde que comenzó la nueva estrategia, el año pasado, han reducido significativamente la capacidad operacional de la guerrilla en la región. Un centenar de guerrilleros se ha desmovilizado, 61 han sido capturados y 75 han muerto en combate, según sus reportes.  Una medida de lo duro de este pulso es que los militares, a su vez, han sufrido la muerte de 71 hombres y 240 heridos y que calculan, con su sistema de conteo, que, pese a una notable reducción, el Bloque Alfonso Cano aún cuenta con más de 1.000 hombres en armas (menos de la mitad de los que tenía en 2006, según estos cálculos).

En medio de todos los fuegos están los civiles. Hace poco, en una asamblea en la que condenaron a dos miembros de las Farc por el asesinato de uno de sus líderes espirituales, los Nasa del norte del Cauca acusaron a esta guerrilla de la muerte de 65 indígenas y a los militares, de otros tres. La nueva estrategia militar, que a diferencia del énfasis del pasado en las ‘bajas’ ahora enfatiza las capturas y la judicialización, ha llevado en los últimos 15 meses a la detención de más de 350 presuntos miembros de lo que los militares llaman “redes de apoyo al terrorismo”, es decir supuestos milicianos y colaboradores de las Farc. Ha habido quejas de que en algunos casos se trata de civiles sin relación con la guerrilla. 

Esa es la dura realidad de la guerra. El frío balance numérico muestra que, mientras Catatumbo está en La Habana, los militares tienen en la mira a sus efectivos en Cauca y Nariño. Y la población civil sigue sufriendo los embates de la confrontación.