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EL CALVARIO

Contra todos los pronósticos, la cancelación de la visa al presidente Samper sería el comienzo de una escalada de sanciones y no el final.

12 de agosto de 1996

La semana pasada los gremios de la producción volvieron a quedar al borde de un ataque de nervios. Durante el mes que había transcurrido desde el fallo de la Cámara de Representantes en favor de la preclusión de la investigación contra el Presidente se había instalado una tensa calma en el ambiente. El ánimo empresarial reflejaba el pesimismo sobre las proyecciones económicas para este año y la certeza de que, de cualquier manera, había que seguir adelante. Pero el anuncio del retiro de la visa estadounidense al Presidente volvió a alborotar el avispero al revivir el fantasma de las sanciones económicas contra el país por cuenta de la descertificación. Después de lo sucedido el jueves, una cosa quedó clara para la cúpula empresarial del país: cualquier amenaza de Estados Unidos se puede hacer plenamente efectiva. Por eso al concluir la reunión del Consejo Gremial el viernes pasado los dirigentes coincidieron en que las condiciones de gobernabilidad del país no han mejorado con el fallo de la Cámara y revivieron la tesis de que el Presidente debe considerar la posibilidad de renunciar. Y es que para nadie es un secreto que el garrote que se cierne sobre la economía colombiana no es cualquier cosa. El arsenal de posibles sanciones con que cuenta la administración Clinton es variado y contundente. Washington podría retirar en cualquier momento las preferencias comerciales del Atpa que favorecen al 15 por ciento de las exportaciones colombianas a Estados Unidos, de las cuales las dos terceras partes corresponden al sector floricultor. Los expertos estiman que, sin la preferencia, quedarían por fuera del mercado exportaciones de flores por un valor aproximado de 280 millones de dólares. De otro lado, los productos colombianos pueden perder las ventajas arancelarias del Sistema Generalizado de Preferencias _SGP_ que abarca exportaciones por 90 millones de dólares que también quedarían por fuera del mercado estadounidense. Pero la cruz para las exportaciones no termina allí. Como si fuera poco, la Casa Blanca puede elevar hasta un nivel de 50 por ciento los aranceles de todos los productos colombianos, que hoy pagan en promedio una tasa de 6 por ciento. Claro está que los compromisos asumidos por Estados Unidos ante la Organización Mundial de Comercio protegerían de esta eventualidad a casi una tercera parte de las exportaciones colombianas, representadas por productos como café, banano, carbón y ferroníquel. Sin embargo, lo cierto es que si se aplica esa medida al resto de los productos vendidos por Colombia, las exportaciones a ese país literalmente colapsarían. Por el lado aeronáutico las cosas no pintan mejor. Al cierre de esta edición todavía se mantenía en pie la amenaza del Departamento de Transporte de Estados Unidos de cancelar el 15 de julio algunas frecuencias aéreas de Avianca y Aces en sus rutas a ese país si la Aeronáutica Civil no autoriza para esa fecha los vuelos de American Airlines entre Nueva York y Bogotá. Si bien este episodio corresponde a las disputas que han sostenido las autoridades aeronáuticas de las dos naciones sobre los alcances del convenio aeronáutico bilateral desde hace varias semanas, lo cierto es que las cosas se han puesto color de hormiga por cuenta de la tensión política de los últimos días. Como dijo a SEMANA un experto en temas aeronáuticos,"con un gobierno fuerte en Colombia y unas relaciones bilaterales sólidas, este lío se habría despachado hace rato sin mayores problemas para el país". La cosa es tan delicada que desde ya muchos anticipan que las probabilidades de éxito de la delegación colombiana que está en Washington en estos días para negociar el tema son prácticamente nulas. Pero inclusive si se solucionara el lío de American el cielo no se habría despejado. Según la misma fuente, "no hay que olvidar que más allá de lo que pase en esa negociación, Estados Unidos también puede bloquear los vuelos colombianos en cualquier momento utilizando las normas legales relacionadas con la descertificación o bajando al país a categoría tres en el tema de seguridad aérea". Otro sector que podría ser objeto de sanciones es el financiero. A pesar de que las normas relacionadas con la descertificación no mencionan las transacciones bancarias, para nadie es un secreto que la administración Clinton puede atacar a los bancos colombianos en el momento menos pensado. Una de las medidas que podría adoptar la Casa Blanca sin previo aviso sería la suspensión de transacciones electrónicas entre los dos países. Ante esa eventualidad, cualquier operación comercial o financiera en dólares debería hacerse en efectivo, lo que afectaría por igual a exportadores, importadores e inversionistas y golpearía de paso toda la economía nacional. Según un analista económico consultado por SEMANA, "considerando que las operaciones en el mercado cambiario colombiano ascienden a unos 200 millones de dólares diarios, una medida de ese estilo implicaría una escasez de divisas tal que llevaría al Banco de la República a devaluar o a elevar a niveles exorbitantes las tasas de interés para defender la moneda". Pero las cosas pueden ser aún peores. Las presiones de Estados Unidos contra la economía colombiana podrían llega hasta un embargo comercial total y el congelamiento de todas las cuentas de colombianos en el sistema bancario estadounidense, incluidas las reservas internacionales del país. Washington ha usado esta estrategia en el pasado en casos como los de Irak o Panamá. El presidente Clinton dio los primeros pasos en este sentido el 21 de octubre del año pasado al bloquear, mediante una orden ejecutiva, los activos de cerca de 280 empresas e individuos vinculados de una u otra forma al cartel de Cali. Lo que está claro es que el menú de opciones es variado y la capacidad que tiene Estados Unidos de ahogar la economía colombiana es inmensa. Por eso, a pesar de que la mayoría de los colombianos pensaba que el retiro de la visa a Samper sería el último proyectil de Washington en la guerra fría entre los dos países, hoy muchos creen que el episodio del jueves pasado apenas constituye el banderazo de una carrera de sanciones económicas a cuentagotas. Según dijo a SEMANA un analista de los movimientos del Departamento de Estado en Washington, "aunque algunos puedan creer que Clinton prefirió reemplazar las sanciones comerciales por las políticas, lo que está haciendo es identificar claramente a Samper como responsable de lo que pueda venir después". De una manera u otra, aunque Washington ha optado por el momento por focalizar sus sanciones para no afectar negativamente a todo el país, lo más probable es que en las próximas semanas siga apretando las tuercas hasta donde juzgue necesario. Porque así como la semana pasada Clinton sorprendió a los colombianos amagando para un lado y pateando para el otro, sería demasiado ingenuo pensar que no sabe dónde queda el arco.